Conoce cuáles son las actitudes más comunes, así como los contextos en los que suelen darse y las circunstancias más favorecedoras.
En nuestras vidas podemos encontrar diferentes actitudes que dan lugar también a distintos comportamientos. Una de las conferencias más vistas y reseñadas de lo que va de siglo tiene que ver precisamente con la actitud como motivadora del cambio.
Así, entendemos que hay variables que no podemos controlar. Partiendo de esta aceptación, se trata de cómo nos posicionamos frente a eso que ocurre, qué hacemos con lo que sí podemos controlar y qué significado le damos a la adversidad. Esto es en buena medida lo que nos define, el hilo que une a los grandes eventos de nuestra vida.
Definición de actitud
Cada uno de nosotros viaja con un conjunto de creencias, emociones y comportamientos que condicionará nuestra manera de posicionarnos ante los cambios en el entorno. De hecho, nos permite responder de manera más rápida y controlada a la incertidumbre.
Es precisamente a esta forma que tenemos de actuar y de disponernos frente a determinados estímulos a lo que llamamos actitud. En palabras más concretas, una actitud es una organización de creencias y cogniciones equipadas de una carga afectiva en favor o en contra de un objeto social definido, que predispone a una acción
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La actitud siempre remite a algo más allá de sí misma, a un objeto de actitud. Estos objetos pueden ser concretos o abstractos (la libertad, la igualdad), pueden ser ideas, opiniones o conductas, personas o grupos. La actitud puede desarrollarse ante cualquier cosa y puede ser positiva (favorable) o negativa (desfavorable).
La estructura que da origen a una determinada actitud es básicamente la integración de las evaluaciones basadas en uno, dos o tres de sus componentes (creencias, emociones y conductas). Los juicios de cada uno de ellos pueden no coincidir.
Por ejemplo, las creencias pueden ser favorables al objeto, mientras que los sentimientos son desfavorables. Cuando los elementos de uno de los componentes, o los componentes entre sí, no son consistentes en acción, las actitudes son ambivalentes (Orduña, 2020).
Funciones de las actitudes
¿Qué función tienen las actitudes en nuestras vidas? ¿Por qué son tan importantes? De acuerdo con Katz (1960), son cuatro las funciones básicas que podemos destacar de las actitudes:
- Organización del conocimiento: constantemente estamos siendo estimulados por el entorno, por lo que nuestra mente necesita estructurar, organizar y darle coherencia a la información. Las actitudes nos ayudan en esto, estructurando y organizando la información en términos positivos y negativos. Así, gracias a ellas podemos predecir lo que podemos esperar ante determinadas situaciones.
- Función instrumental: las actitudes nos ayudan a obtener refuerzos o evitar castigos. Nos permiten lograr nuestras metas y tener ciertos beneficios. Por ejemplo, tener una buena actitud para trabajar puede ayudarnos a que el empleador se fije en nosotros.
- Función de identidad y expresión de valores: solemos manifestar nuestras actitudes expresando opiniones sobre diferentes asuntos. Estas expresiones nos sirven para informarles a los demás sobre quienes somos en lo que se refiere a valores y principios.
- Función defensiva del yo: las actitudes también nos pueden ayudar a defender nuestro yo. Nos ayudan a mantener nuestra autoestima y autoconcepto de tal manera que nos sintamos satisfechos y en consonancia con lo que somos.
12 tipos de actitudes
Existen varios tipos de actitudes clasificadas según diferentes criterios. Esta clasificación no implica que sean excluyentes. Las actitudes son dinámicas e interactúan unas con otras.
1. Según su valencia
- Actitud positiva: este tipo de actitud nos permite realizar evaluaciones favorables sobre el objeto de actitud. Nos acerca a él y nos ayuda a la consecución de los objetivos que nos hemos propuesto. Induce en nosotros optimismo, aunque las circunstancias sean desalentadoras.
- Actitud negativa: es una predisposición desfavorable y pesimista ante el objeto de actitud. Puede llevar a rendirnos antes las dificultades y a no luchar de manera activa por el cambio en caso de ser necesario. Puede propiciar en nosotros un comportamiento evitativo y una respuesta quejumbrosa.
2. Según la orientación a la actividad
- Actitud proactiva: es una de las actitudes que nos ayudan a tomar la iniciativa. Promueve la creatividad y la innovación.
- Actitud reactiva: a diferencia de la anterior esta actitud no es activa, sino pasiva. Es una disposición a simplemente reaccionar a la estimulación externa. Con ella no tenemos la voluntad de actuar de manera proactiva.
3. Según la motivación para actuar
- Actitud interesada: es aquella en la que solo nos interesamos en realizar nuestros propios objetivos sin tener en cuenta las necesidades de las otras personas. Buscamos un beneficio para nuestras vidas a expensas de los demás.
- Actitud altruista: nos lleva a beneficiar a los demás, incluso colocando en un segundo plano nuestras necesidades y deseos. No hay interés en conseguir un beneficio propio a través de la labor que se realiza para los demás.
4. Según la relación con los demás
- Actitud colaboradora: entre los diferentes tipos de actitudes esta nos ayuda a promover la interacción con las personas y a buscar en conjunto soluciones ante las adversidades. Promueve el trabajo en equipo para la consecución de objetivos compartidos.
- Actitud manipuladora: esta actitud nos lleva a considerar a los demás como un instrumento o herramienta.
- Actitud agresiva: es una manera de comportarnos donde provocamos, ofendemos o irrespetamos a los demás. Con ella podemos llegar a subvalorar a las personas y a pasar sobre ellas.
- Actitud pasiva: a nivel relacional, este tipo de actitudes nos llevan a no tomar iniciativas y a esperar que sean las otras personas quienes lo hagan. Puede incluso propiciar dependencia.
- Actitud asertiva: es un tipo de actitud en la que defendemos nuestros derechos y principios sin irrespetar a nadie. Nos ayuda también a expresarnos sin pasar por encima de otros.
- Actitud permisiva: nos puede llevar a ser personas que toleran la trasgresión de la norma. Es una actitud en la que consentimos las cosas sin ofrecer resistencia, aunque sea perjudicial.
¿Las actitudes se aprenden o se heredan?
Las actitudes tienen un gran componente de aprendizaje. En nuestra interacción con el contexto y con las experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de los años, vamos construyendo ciertas actitudes ante la vida y el mundo. Este aprendizaje puede darse por asociación, reforzamiento, observación o modelamiento.
También hay evidencia de que ciertas actitudes pueden tener un correlato genético que ha favorecido nuestra supervivencia, como el miedo a las serpientes o el asco ante ciertos olores. De hecho, se ha encontrado que, en gemelos idénticos, las actitudes correlacionan a niveles más altos que en gemelos no idénticos, incluso si han sido separados al nacer (Baron y Byrne, 2005).
Las actitudes son una interacción de factores ambientales (aprendizajes) y genéticos (herencia) que determinan la conducta que se tendrá antes ciertas circunstancias, con la finalidad de organizar el conocimiento, reafirmar nuestra identidad, expresar nuestros valores o proteger nuestra autoestima y autoconcepto.