3 diferencias entre la depresión situacional y depresión clínica

La depresión tiene varias tipologías y la más grave es el trastorno depresivo mayor o clínico. Conocer sus características contribuye a saber cuándo es importante actuar. Lo explicamos en el siguiente texto.

Depresión situacional y depresión clínica se parecen, pero no son lo mismo. Ambas cursan con un elevado sufrimiento emocional, desesperanza y alteraciones del sueño. Sin embargo, la segunda se manifiesta de manera más grave, configurando lo que conocemos como trastorno depresivo mayor. El desgaste psicosocial en el que deriva la persona con este cuadro clínico es inmenso.

Ahora bien, es pertinente tener presente un hecho: todos los pacientes diagnosticados con una depresión mayor sufrieron con anterioridad un estado depresivo situacional. Es decir, en caso de no movilizar adecuados mecanismos de afrontamiento para encarar los hechos estresantes de la vida, se deriva en estados mucho más severos. Veamos qué hay detrás de este tema.

Toda vivencia traumática puede desencadenar una depresión situacional.

Diferencias entre depresión situacional y depresión clínica

La principal diferencia entre la depresión situacional y la depresión clínica es que la primera se desarrolla en respuesta directa a un evento adverso. Perder a un ser querido es el ejemplo más común en este caso. Asimismo, es importante tener en cuenta que todos, en algún momento, nos podemos ver transitando por este tipo de dolor emocional imprevisto.

La vida no es fácil, las dificultades y giros del destino nos pueden colocar de pronto en un estado de gran vulnerabilidad emocional. Es entonces cuando se pueden conformar los sustratos de esa depresión más leve que, en caso de no abordarse, traza un cuadro clínico de severo. Debido a ello, conocer las diferencias entre la depresión situacional y depresión clínica es clave. Detallémoslas.

1. Desencadenantes: la depresión situacional tiene unas causas claras

Si echamos la mirada atrás, la mayoría de nosotros somos conscientes de que pasamos por momentos muy duros. Hay quien los habrá afrontado de manera adecuada; otros, en cambio, presentan una mayor dificultad. La depresión situacional aparece tras una experiencia traumática o muy estresante, en la cual se deriva en un estado de comprensible sufrimiento.

Los psicólogos definimos esta característica como «trastorno de adaptación», porque aparece como respuesta a un estresor psicosocial concreto e identificable. Son vivencias de gran dureza e inesperadas que sobrepasan a los recursos psicológicos de los que dispone la persona.

Así, trabajos de investigación como los publicados en la Universidad de Melbourne, en Australia, describen los siguientes desencadenantes:

  • Perder el trabajo.
  • Conflictos interrelacionales.
  • La muerte de un ser querido.
  • Tener problemas financieros.
  • Ser testigo de un hecho violento.
  • Ver la propia vida amenazada por una agresión.
  • Vivir situaciones muy estresantes, pero no traumáticas.
  • Lidiar con una enfermedad propia o de alguien muy cercano.

En lo que se refiere a la depresión clínica, cabe señalar que en este caso no es fácil clarificar un origen concreto. Es la combinación de muchos eventos estresantes acumulados y sufrimientos no manejados de forma adecuada. Asimismo, estudios como el publicado en Neuroscience Bulletin alegan también la implicación de variables biológicas y neurobiológicas.

La depresión clínica se acompaña a menudo con ideación suicida; algo que no ocurre con la depresión situacional.

2. Gravedad: la depresión clínica se manifiesta en un trastorno depresivo mayor

Cuando una persona pasa entre 3 y 6 meses sin abordar su depresión situacional o (trastornos de adaptación), puede manifestarse la depresión clínica. El desgaste emocional, mental y conductual es muy acusado y, por lo general, no es fácil llevar a cabo las tareas cotidianas.

Para comprender mejor las diferencias entre la depresión situacional y depresión clínica, veamos cómo se manifiestan.

Depresión situacional

  • Ansiedad.
  • Sentir ganas de llorar.
  • Alteraciones del sueño.
  • Preocupación constante.
  • Necesidad de aislamiento.
  • Alteraciones en la alimentación.
  • Problemas para tomar decisiones.
  • Sentirse superado por las circunstancias.
  • La persona lucha emocionalmente ante una situación concreta que la abruma.
  • La depresión situacional es temporal y se resuelve a lo largo de 1 y 3 meses.
  • Aparece una sensación de tristeza y desesperanza combinadas con el nerviosismo.

Depresión clínica o depresión mayor

  • Ganas de llorar.
  • Falta de energía.
  • Desesperanza persistente.
  • Irritabilidad y mal humor.
  • Dolores musculoesqueléticos.
  • Alteraciones en la alimentación, del sueño y digestivas.
  • Problemas cognitivos: falta de atención, fallas de memoria, etc.
  • Apatía y anhedonia (dificultad para sentir emociones positivas).
  • En la depresión clínica la persona se debate ante un malestar general del que no conoce el origen.
  • La ideación suicida es un elemento muy común en la depresión clínica. Trabajos como los publicados en Frontiers in Psychiatry acotan este dato y la necesidad de una temprana detección de este trastorno.

La depresión situacional es una reacción normal ante un evento adverso de la vida que, por lo general, desaparece por sí sola sin el apoyo de los fármacos.

3. Tratamientos para la depresión situacional y depresión clínica

Una de las principales diferencias entre la depresión situacional y depresión clínica es el hecho de que la primera puede desaparecer por sí misma sin intervención profesional. Los eventos estresantes de la vida son frecuentes y es normal derivar en un trastorno de adaptación como respuesta a ese impacto. A todos nos cuesta procesar esos giros inesperados del destino.

Ahora bien, las personas más vulnerables en lo emocional y con menos habilidades de afrontamiento corren el riesgo de derivar en una depresión mayor. Y esa es la principal característica que no podemos dejar de lado: si vemos que no logramos encarar ese evento adverso, es conveniente solicitar ayuda especializada. Indaguemos cuáles son los tratamientos más adecuados en cada caso.

Tratamiento para depresión situacional

La depresión situacional no siempre requiere terapia ni un tratamiento farmacológico; basta con transitar por ese dolor aceptando las emociones.

Por otro lado, trabajos como los realizados en la Facultad de Medicina de Hannover, destacan que en pacientes que lidian con enfermedades, es útil la terapia metacognitiva. Es un enfoque breve orientado a trabajar los pensamientos disfuncionales. También serán útiles estrategias como las que pasamos a listar:

  • Conexión social.
  • Yoga y mindfulness.
  • Practicar nuevas aficiones.
  • Darse un tiempo de descanso.
  • Técnicas para regular el estrés.
  • Métodos de regulación emocional.
  • Disponer de un buen apoyo psicosocial.
  • Involucrarse en nuevos proyectos y metas personales.
  • Entender que el dolor es temporal y no dura para siempre.

Tratamiento para la depresión clínica

No todos afrontamos las adversidades de igual manera. Hay personas con una predisposición neurobiológica para manejar mejor el estrés. Otros, en cambio, quedan atenazados ante circunstancias como la pérdida del empleo o una ruptura afectiva. La línea entre la depresión situacional y clínica es muy fina.

Factores de riesgo que debemos conocer

Llegados a este punto, ya conocemos las diferencias entre la depresión situacional y depresión clínica. La pregunta que muchos se harán en este momento puede ser la siguiente: ¿Qué factores median para que una persona derive de un trastorno adaptativo a una depresión mayor?

Cabe señalar que hay una línea bastante delgada entre una esfera y otra. Son variables sutiles que conviene tener en cuenta, tanto para prevenir como para poder actuar.

Las personas con una infancia adversa y difícil tienen un mayor riesgo de sufrir depresión clínica o depresión mayor. Esto hará que cualquier evento estresante les sobrepase y no puedan manejarlo con efectividad. Frontiers in Psychology sitúa el foco sobre todo en esas vivencias difíciles en la niñez como elemento de riesgo. Veamos más aspectos:

  • No disponer de una buena red de apoyo.
  • Enfoque mental muy rígido, inflexible y negativo.
  • Tener dificultades para regular el estrés y la ansiedad.
  • Presentar una personalidad neurótica o con inestabilidad emocional.
  • Sufrir otros trastornos psicológicos, como trastorno bipolar, trastorno límite de la personalidad, etc.

Nota final: el valor de la ayuda para enfrentar la depresión

Para concluir, más allá de si presentamos o no estos componentes de riesgo, hay un hecho que no debemos dejar de lado. La terapia psicológica es un recurso idóneo y eficaz, tanto para prevenir como para tratar la depresión.

Pedir ayuda cuando lidiamos con una circunstancia desafiante no nos hace débiles: nos convierte en personas responsables que cuidan de su salud.

Valeria Sabater.

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