¿Por qué nos ayuda pensar despacio? ¿En qué contextos nos beneficia realizar un procesamiento más sosegado de la relación? En este artículo vamos a contestar a estas y otras interesantes preguntas.
La mente humana tiende a tomar atajos para decidir de manera rápida, ahorrar gastos energéticos y aumentar las posibilidades de supervivencia. Imagina no ser capaz de esquivar de manera veloz un objeto contundente que se acerca a ti. Los reflejos, como mecanismos de acción rápidos, son necesarios para sobrevivir.
En el acelerado modo de vida actual, cada vez más nos sentimos presionados a tomar decisiones instantáneas, rápidas y eficientes que nos permitan cumplir con las exigencias que se nos hace. La primacía de este modo de actuar relega a un segundo plano el pensamiento lento.
Pensar rápido y pensar despacio son dos modos de tomar decisiones a los que podemos sacarles partido en función del contexto. No hay uno más importante que otro, ambos son necesarios; sin embargo, en la actualidad parece tener más peso la rapidez y menos importancia la lentitud. ¿En qué sistemas se basan estos dos modos de procesar la información? ¿Qué beneficio tiene pensar despacio?
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Sistema 1 y sistema 2
El pensamiento rápido se sustenta en lo que se ha denominado sistema 1, el cual permite tomar decisiones veloces, automáticas, con poco o ningún esfuerzo o control voluntario (Kanheman, 2012). Este sistema es ahorrativo, pues requiere de poca energía, pero no todo es perfecto. Esta ruta de procesamiento es muy propensa a incurrir en sesgos y errores sistémicos que terminan afectando las decisiones que tomamos.
Así pues, el sistema 1 es eficiente y nos permite responder de manera rápida con poca información disponible. Algunas actividades automáticas atribuidas a este sistema son las siguientes:
- Nos orienta hacia la fuente de un sonido repentino.
- Nos hace poner cara de asco cuando vemos algo desagradable.
- Permite conducir o hacer actividades en piloto automático.
- Entiende frases sencillas.
- Ayuda a reconocer objetos de forma rápida.
Por su parte, pensar despacio está determinado por el sistema 2, el cual promueve una toma de decisiones lenta, esforzada y controlada. Centra la atención sobre las actividades mentales que así lo requieren como los cálculos complejos y se asocia con la experiencia de actuar, elegir y concentrarse (Kanheman, 2012).
Este sistema de procesamiento no puede operar sin una atención enfocada y voluntaria. Requiere de mayor esfuerzo y de inversión de energía, por lo que se torna agotador para la persona usarlo constantemente durante largos periodos de tiempo. Algunos ejemplos son:
- Estar atento al cambio de luz del semáforo.
- Buscar un libro en la biblioteca.
- Comparar dos productos para saber cuál es el mejor.
- Comprobar la validez de un argumento.
- Observar un comportamiento en una situación social.
- Escuchar la voz de una persona en medio del ruido.
Para que cada acción, representada en los ejemplos anteriores, se realice de manera correcta es necesario controlar la atención y enfocarla en el estímulo objetivo. Es decir, requieren de una intervención consciente y voluntaria por parte del sujeto.
Los beneficios de pensar despacio
A continuación, revisaremos algunos de los beneficios más importantes de pensar despacio.
1. Permite reflexionar, considerar alternativas y consecuencias
Pensar despacio y procesar la información de manera lenta y detallada nos ayuda a reflexionar mejor sobre las circunstancias en la que nos encontramos, los problemas que se nos presentan en ella y las soluciones que podemos emplear para resolverlos. La lentitud del pensamiento permite vincular mejor las opciones con sus respectivas consecuencias.
La comparación, la predicción y la visualización de los efectos primarios o secundarios de una decisión se logran a través de pensar de manera pausada y crítica. A este último modo solo se puede llegar transitando por los caminos de la lentitud.
El pensamiento crítico está directamente asociado con un modo de pensar desacelerado en el que se da el análisis minucioso de las ideas.
2. Maneja la lógica, las matemáticas y la estadística
Aunque el pensamiento rápido del sistema 1 puede realizar cálculos matemáticos básicos, como 2+2=4, presenta serias dificultades para realizar cálculos más complejos que requieren de un razonamiento más profundo. Si se requiere analizar y resolver un problema matemático utilizando diferentes fómulas, el pensamiento rápido se quedaría muy corto; en cambio, el pensamiento despacio abordaría la tarea con mayor probabilidad de éxito.
De igual forma, para resolver problemas estadísticos de manera eficaz y efectiva se necesita pensar despacio. El sistema 1, el del pensamiento rápido, no es un buen profesional de la estadística. Él puede ofrecer soluciones automáticas y rápidas, pero no asegura que la respuesta sea la acertada.
3. Puede corregir errores
La corrección de errores requiere de un proceso atencional sostenido que sea capaz de hallar dónde está el problema para luego, en compañía de otros procesos mentales superiores, ajustar el error cometido. Este tipo de verificaciones y de cambios requiere de la intervención del pensamiento despacio, el cual brinda la posibilidad de analizar detallada, minuciosa y analíticamente el error.
La solución de errores requiere de un trabajo metacognitivo, el cual solo puede lograrse apelando a la lentitud del pensamiento. La metacognición como estrategia permite planear, monitorear, controlar y evaluar los resultados obtenidos durante la realización de una tarea.
Así mismo, permite conocer el proceso cognitivo que lleva a cabo la persona, la tarea que realiza y las estrategias que usa durante todo el proceso.
4. Ayuda a realizar elecciones deliberadas
Pensar despacio permite tomar decisiones conscientes. Los procesos automáticos y rápidos debilitan las elecciones deliberadas, pues no hay tiempo para detenerse y analizar de manera intencional las alternativas antes de escoger una.
Cuando se toma una decisión en la libertad del pensamiento, esta tiende a ser más razonable, pues contempla la pertinencia y las consecuencias de las diferentes opciones que se tienen para optar por aquella que más se ajusta a la situación. Toda elección deliberada al ser consciente, controlada y voluntaria exige como mediación la capacidad de pensar despacio.
5. Facilita el seguimiento de reglas
El pensamiento lento, al ser secuencial, facilita el seguimiento de las reglas. Al pensar con rapidez se omite el paso a paso de las reglas, pues lo que se busca es la eficiencia, más no la efectividad. Así, se salta de una etapa a otra con la finalidad de lograr resultados inmediatos.
Cuando se piensa despacio, de modo intencional, deliberado y voluntario, la mente puede seguir mejor las reglas, ya que es capaz de comprenderlas al reflexionar sobre ellas y al buscar el sentido que tienen. Además, permite saber de qué modo se pueden aplicar y qué se espera de ellas al ser implementadas.
6. Controla el pensamiento y la conducta
Para regular los pensamientos y las acciones es necesario pensar despacio. Este tipo de pensamiento facilita la observación de lo que se hace y de los procesos cognitivos implicados. Al mirar, analizar y reflexionar sobre pensamientos y conductas propias es posible iniciar planes de acción que ayuden a gestionar mejor estos procesos.
Todo control cognitivo requiere de una intervención voluntaria, deliberada y consciente que permita ajustar, regular y evaluar los cambios y las implicaciones que puedan tener, tanto para el funcionamiento mental como para el desarrollo de las relaciones de la persona.
Para terminar, pensar rápido y pensar despacio son procesos igualmente útiles y beneficiosos. No hay que entender a la una como el villano de la otra, o intentar aplacar una en favor de la otra. Más bien, de lo que se trata es de saber elegir uno u otro camino en función de las circunstancias.