La ansiedad social es un trastorno que puede tratarse y superarse con psicoterapia y, a veces, con el complemento de los fármacos. Quienes no se atienden corren mayores riesgos, sobre todo al combinar el problema con otros factores. Analicemos el tema en este artículo.
La ansiedad social es un trastorno caracterizado por el miedo excesivo a interactuar con otras personas; en consecuencia, prevalece una tendencia al aislamiento. Se podría afirmar que, en su forma más extrema, se trata de una timidez patológica. En este caso, ya no solo está presente la inhibición, sino que alcanza una intensidad inusitada.
Por desgracia, muchas personas que padecen ansiedad recurren a medios poco adecuados para sortear su trastorno ; uno de ellos es el alcohol. Esta sustancia tiene El efecto de desinhibir y por eso constituye una vía rápida para reducir los síntomas ansiosos.
De este modo, no es raro que muchas veces la ansiedad social sea la puerta de entrada al alcoholismo. Esto es muy grave, ya que al problema existente se suma otro bastante difícil de tratar y erradicar. Por lo tanto, lo indicado es que, si una persona presenta dificultades notorias para socializar, acuda a un tratamiento para prevenir secuelas peores. Abordemos el asunto con detenimiento, a continuación.
«El alcohol reduce la timidez, y permite controlar, si no impedir, el deseo de evitar las situaciones que provocan ansiedad».
-Alfredo Cía-
La ansiedad social
La ansiedad social también se conoce con otros nombres como «fobia social» o «timidez patológica». Como ya comentamos, constituye un trastorno y su principal manifestación es la evitación del contacto con otras personas. Hay un temor extremo, sobre todo, al juicio negativo de los demás. Dicho temor toma la forma de vergüenza o inhibición.
Una persona con este tipo de patología presenta síntomas muy evidentes, cuando está rodeada de otros o debe actuar frente a alguien, indica una publicación del Instituto Nacional de Salud Mental. Es posible que, entre otras manifestaciones de miedo, experimente las siguientes señales:
- Vértigo.
- Mareos.
- Sonrojos.
- Temblores.
- Sudoración.
- Tartamudez.
- Mente en blanco.
- Malestar estomacal.
- Postura corporal rígida.
- Dificultad para hacer contacto visual.
Todos esos signos no hacen más que intensificar el problema, pues uno de los temores de estas personas es que los demás noten su miedo. Por ejemplo, se sienten muy mal al sonrojarse o tartamudear, ya que se trata de reacciones imposibles de ocultar.
También habría que evaluar las consecuencias disfuncionales de las estrategias puestas en marcha para enmascarar estos síntomas. En el caso de la sudoración, les conduciría a taparse más y, por ende, a sudar con más intensidad. Todo en conjunto lleva con frecuencia al aislamiento. No es que no quieran interactuar, sino que se sienten incapaces de hacerlo.
La ansiedad social y el alcohol
Se han realizado varios estudios sobre el vínculo existente entre la ansiedad social y el alcohol. Todo indica que son dos problemas unidos con frecuencia. Así lo asegura un trabajo de los psiquiatras Enzo Cascardo y Pablo Resnik, del Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad, en Argentina.
Estos expertos desarrollaron un estudio con 384 pacientes diagnosticados con fobia social. Encontraron que en 81 % de los casos había comorbilidad o convivencia entre dos o más problemas. Se halló, además, que la unión mayoritaria se daba entre el alcoholismo o la depresión con la ansiedad social. Esto los llevó a concluir que tal tipo de ansiedad es un trastorno que casi siempre aparece asociado a otros.
En su investigación, Cascardo y Resnik refieren que el 39,6 % de las personas con fobia social abusan de ciertas sustancias. En específico, la ingesta de alcohol sin dependencia en quienes sufren de timidez patológica corresponde a un 10,9 %, mientras que con dependencia o adicción refleja un 23,9 %. Es claro que existe un importante vínculo entre ambas afecciones.
Los mismos especialistas resaltan en su libro Ansiedad, estrés, pánico y fobias. 100 preguntas, 101 respuestas, que durante la adolescencia existe una relación considerable entre la ansiedad social y el consumo de alcohol. Esto se debe a que algunos jóvenes apelan, una y otra vez, al efecto de la bebida para enfrentar los desafíos propios de la etapa, incrementando el riesgo de dependencia.
Un camino errado
Algunas de las personas que son víctimas de la fobia social deciden aislarse y tener solo una interacción mínima con los demás. Otros, en cambio, buscan estrategias para que su timidez patológica no los lleve a la soledad. Por desgracia, el alcohol se les presenta como una opción rápida y aparentemente eficaz para sortear el problema, al menos en lo inmediato.
Uno de los aspectos más preocupantes de esta situación es que muchos de quienes están envueltos en este tipo de comorbilidades no se dan cuenta de ello. Piensan que es perfectamente normal tomarse un par de copas antes de ir a una reunión familiar. O están convencidos de que no hay nada de malo en tener que ingerir licor para atreverse a hablar con alguien que quieren conquistar o para animarse a bailar.
El alcohol bloquea la autocrítica, provoca un efecto ansiolítico y «suelta la lengua». Es así como muchos ven como una salida a su intenso miedo. De hecho, en la práctica, constituye una automedicación eficaz. Por eso los expertos consideran que una persona con timidez patológica es más propensa a caer en el alcoholismo.
Este último es, muchas veces, un camino sin regreso. Otras tantas, exige enormes esfuerzos para liberarse de él. Por lo tanto, lo indicado es comprender que la ansiedad social y la timidez extrema no es un rasgo de carácter, sino un trastorno. Consultar a tiempo con un especialista es lo más razonable.