El chovinismo, si bien hoy en día se relaciona con la radicalidad del pensamiento, surgió como término para designar el nacionalismo extremo. Ahondemos en este tema y su influencia en la sociedad.
Es posible que la palabra «chovinismo» no forme parte de tu jerga cotidiana, o que la hayas usado como calificativo peyorativo para hablar de personas con pensamiento extremista y discriminatorio de cualquier clase. Sin embargo, este término se acuñó hace dos siglos y tiene un origen concreto.
A pesar de la antigüedad del vocablo, se trata de una corriente que apela a sentimientos viscerales y produce radicalidad en el pensamiento. Por tanto, conviene conocer qué la origina y cuál es su impacto, ya que la historia se repite cada vez que acontecen crisis sociales como las de nuestros días. Acompáñanos a leer lo que viene a continuación.
¿En qué consiste el chovinismo?
El chovinismo se refiere a la idea irracional de que la propia nación es superior al resto. Considera que los demás son menos avanzados, débiles, indignos y, en definitiva, inferiores. Es, por tanto, una forma extrema de nacionalismo, guiada por pensamientos distorsionados y que no responden a la influencia de la realidad.
También se puede encontrar esta palabra como «chauvinismo» o «patrioterismo».
No obstante, en la actualidad, es posible ver este vocablo aplicado a otras áreas que no son el nacionalismo. Se ha convertido en una expresión peyorativa para calificar de extremista e irracional ciertas corrientes discriminatorias, como el machismo, la transfobia o la xenofobia.
Génesis de esta forma de nacionalismo
El chovinismo es una palabra surgida a raíz de una figura presente en la Francia napoleónica, en el siglo XVIII, tras la Revolución Francesa. En esta época, marcada por el nacionalismo presente en toda Europa, se resaltó la figura de Nicolás Chauvin, un soldado que veneraba a Napoleón y todo lo que representaba.
Tanto era su fervor que se alistó en todas las batallas que pudo, incluso cuando sufría aún consecuencias graves de las anteriores. La fama de esta figura se empleó como estandarte para apelar a los sentimientos nacionalistas de los franceses, causando tal efecto que acabó por acuñarse el término del que hablamos en este artículo.
En cualquier caso, investigaciones históricas no han encontrado que Chauvin, en realidad, existiera. Todo apunta a que muy posiblemente fue un personaje ficticio que se usó desde el comienzo para criticar el nacionalismo extremo de aquella época.
Características del chovinismo
Si bien hemos hablado de la irracionalidad de las ideas de superioridad abrazadas por las personas chovinistas, se pueden encontrar otras características típicas de este estilo de pensamiento. A continuación, las exponemos:
- Incapacidad de adaptación a ambientes foráneos: no conciben la posibilidad de vivir en otro país, por muy similar que sea su cultura a la de origen.
- Rigidez cognitiva: los chovinistas creen que su nación es superior al resto y desoyen las argumentaciones de los demás, por válidas y correctas que sean. Basan sus propios razonamientos en prejuicios.
- Exclusivismo nacionalista: prevalece una gran necesidad de pertenencia, pero la persona restringe sus relaciones a ciertas características socioculturales o físicas, como el color de piel o la religión.
- Existe un apego emocional hacia la nación: todo aquello que es típico del país, desde tradiciones hasta empresas, se toma como señal de superioridad. Existen sentimientos de amor por el concepto de su país.
- Idealización del pasado: el chovinista se aferra al costumbrismo y a la repetición, dando una importancia exagerada a los valores y hechos del pasado de la nación. Por lo general, los momentos más idealizados son aquellos caracterizados por el expansionismo y el belicismo.
Como ves, este tipo de dinámicas de pensamiento hace que la persona profese un extremismo ideológico sustentado en la exclusión. Es un cóctel peligroso, ya que el discurso se tiñe de odio y resulta muy difícil de corregir.
¿Cómo surgen las corrientes chovinistas?
Vivimos en una época conflictiva, donde los problemas geopolíticos extienden sus consecuencias a largas distancias debido a la globalización. Así, por ejemplo, la guerra de Ucrania produjo escasez de cereales en toda Europa, ya que casi todo él se importaba desde este país.
En un contexto como este, los nacionalismos han vivido un auge en la última década: Trump con el America first, Reino Unido con el Brexit, Milei en Argentina y un largo etcétera.
Se trata de corrientes que ponen en el centro las necesidades de la nación y, en los casos más extremos, manipulan a la población para que fusionen su identidad individual con la colectiva y hagan sacrificios en aras de los objetivos que les señalan.
Estos movimientos beben de la necesidad de pertenencia del ser humano, logrando que las personas establezcan un vínculo emocional e identitario con la idea de su país o grupo cultural.
El pasado histórico, costumbres nacionales o un entorno de crisis, suelen ser las herramientas más comunes para despertar este tipo de sentimientos.
Radicalización del nacionalismo: ellos contra nosotros
Como has visto, el nacionalismo se nutre de la necesidad de pertenencia y de la exaltación de muestras de identidad colectiva. Esto, que podría tomarse desde un punto de vista positivo o crítico para crecer como nación, se torna peligroso al emplearse para manipular a la población y que esta sea favorable a los objetivos que se marcan las personas que están en el poder.
La radicalización comienza cuando, después de crear una identidad nacional, se contrapone a otros pueblos. Los demás son el enemigo, lo nuestro está bien y lo suyo mal, y el choque cultural pasa a ser un ataque a lo que más se ama: la patria.
Es así como la xenofobia se instaura en el pensamiento colectivo y las personas son más propensas a ejercer (o recibir) violencia por esta identidad nacional.
Existen factores psicológicos que favorecen la radicalización del pensamiento, como la indefensión aprendida, la insatisfacción vital o la colocación del foco de responsabilidad en el exterior.
De ellos se sirven estas corrientes, pues los exaltan y ofrecen soluciones sencillas a problemas complejos, a menudo señalando a sectores minoritarios y desfavorecidos de la población.
El chovinismo en la actualidad
A día de hoy convivimos con la radicalización del pensamiento y la exaltación de identidades concretas. La idea de proteger «lo nuestro» frente a entidades exteriores se aplica al nacionalismo y muchas corrientes sociales actuales, como el feminismo o antirracismo. Es en esta diferenciación de lo propio y lo ajeno y en la impermeabilidad del pensamiento donde descansa el extremismo.
Por tanto, es normal que el chovinismo se generalizara a otras áreas para señalar la radicalidad. Desde la crisis económica internacional de 2008 resurgieron los mensajes que instan a fusionar la identidad personal con la de la nación, así como partidos extremistas que buscan tomar el poder a través de la exclusión y la violencia.
Ante los estilos de pensamiento radicales, surgen corrientes críticas y progresistas que persiguen, precisamente, diferenciarse del patriotismo irracional y belicoso. La historia siempre se repite, por lo que nunca debe perderse de vista para que el avance de la sociedad siempre vaya hacia delante.