¿Quién no ha recibido alguna vez un comentario profundamente hiriente de un ser querido? Este tipo de dinámicas nos afectan más de lo que pensamos; de hecho, el cerebro siente tanto dolor con ellos como el que puede sentir cuando nos hacemos una herida física.
Las palabras son elementos moleculares de nuestro lenguaje. Dependiendo de muchas variables, pueden dejarnos una impronta emocional similar a la señal que dejan las agujas del experto tatuador sobre nuestra piel. Pero, ¿por qué la comunicación humana puede ser tan dañina?
Los comentarios negativos pueden dejar cicatrices que nos machaquen como parte de nuestro diálogo interno durante años. Las palabras crueles que un padre puede tener hacia su hijo, este difícilmente las olvida. Un insulto de nuestra pareja es una agresión psicológica y una burla de un amigo puede ser vivida como una humillación que guardemos como una marca lacerante en nuestra memoria. Pero, ¿por qué nos hace daño quien dice querernos?
Esta pregunta es difícil de responder. A veces quien nos habla mal lo hace porque así se autorreafirma y obtiene poder sobre nosotros, otras veces porque la comunicación violenta forma parte de su registro comportamental. En otros casos, se esconde esa falta de responsabilidad emocional de quien no entiende que amar es respetar.
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La manera en que nos hablan nos condiciona, y lo hace hasta el punto de originar auténticos traumas. Hablarnos bien entre nosotros implica cuidar lo que se dice, seleccionar bien las palabras para poder así, construir vínculos sólidos y felices. Algo tan básico, a la vez que sencillo, es una práctica que no todos entienden.
A menudo, quienes sufren enfermedades y dolores físicos experimentan mayor sufrimiento cuando reciben comentarios negativos y críticos de su entorno.
Cuidado con los comentarios negativos de quien dice quererte
Todos, en algún momento, hemos lidiado con comentarios negativos. El instituto, el trabajo y hasta la propia calle son escenarios en los que, de pronto, nos puede llegar una mala palabra, una crítica, un insulto o una burla cruel. En efecto, estas dinámicas duelen y hasta enfadan. Sin embargo, las expresiones malintencionadas hacen un daño mayor cuando vienen de alguien a quien apreciamos.
Las personas construimos unas expectativas sobre cómo esperamos ser tratadas. De este modo, si hay algo que esperamos de nuestros progenitores es cariño, validación y afecto. Lo que damos por sentado que nos ofrecerá una pareja es amor, cuidado y ternura. Sin embargo, cuando recibimos justo lo opuesto se produce una dolorosa disonancia.
En un estudio, el doctor Martin Teicher, profesor asociado de psiquiatría en el Hospital McLean, de Massachussetts mostró algo ilustrativo. Los niños que sufren abuso verbal por parte de sus padres experimentan alteraciones en su desarrollo cerebral, lo que hace que sean más vulnerables a la ansiedad y la depresión.
Como podemos intuir, el ser humano no está preparado para recibir comentarios negativos de su entorno más cercano y significativo. Esas palabras afiladas dañan, nos cambian y dejan marca profunda en nuestra arquitectura cerebral. Son interacciones hirientes que pueden aparecer de diversas maneras.
Si bien es verdad que en algún momento podemos hablarle mal alguien amado debido a una emoción mal regulada, siempre procuramos reparar ese daño pidiendo perdón. Sin embargo, hay quien no es consciente del impacto dañino de sus palabras.
Sarcasmos e ironías, la punzada disfrazada de cariño
Un estudio del doctor Raymond Gibbs y publicado en el Journal of Experimental Psycholoy señala que en nuestro lenguaje cotidiano es común utilizar recursos lingüísticos como el sarcasmo. Ahora bien, el sarcasmo y la ironía pueden convertirse en una agresión verbal cuando se personalizan y se usan para ridiculizar a alguien cercano.
Esta dinámica es muy frecuente en las relaciones de pareja. Hay quien se deleita siendo ese “matón intelectual” que con su ingenio comunicativo menosprecia al ser amado, revistiéndolo de aparente cariño.
Criticas que buscan ser útiles y nos hunden
“No te lo tomes a mal, lo digo por tu bien, pero es que tú (…)”, “te lo digo con todo el amor del mundo para que te sea útil, pero es que eres (…)”. ¿A quién no le suenan este tipo de comentarios negativos camuflados de consejos bienintencionados? En efecto, las personas que más queremos en ocasiones nos dejan caer una crítica pensando que con ella nos hacen un favor.
Son situaciones muy comunes ante las que no siempre sabemos cómo reaccionar. Porque hay críticas que, aunque pretendan ser constructivas y hasta cariñosas, actúan como auténticos misiles directos a nuestra autoestima.
Cuando nos quieren, pero nos infravaloran
“Hay que ver qué torpe eres. No te esfuerces en intentarlo, eso que tienes en mente no es para ti. Mírate, está claro que no conseguirás nada”. Cuando un desconocido duda de nuestras valías no duele tanto como cuando lo hace alguien cercano. Los comentarios negativos también se tienen la forma de la infravaloración y la falta de confianza hacia nuestro potencial.
Estas situaciones en la que nuestros padres, parejas o amigos se burlan de nuestras capacidades son realidades lesivas y humillantes. Es una experiencia capaz de limitarnos o de suscitar ira y enfado latentes que muchas veces elegimos silenciar.
El sarcasmo, la burla o la comparación son dinámicas a menudo lesivas que pueden aparecer en los procesos de comunicación entre personas que tienen un vínculo cercano.
Las comparaciones, cuando eres menos que nadie
Si echamos la mirada atrás y la dejamos en algún momento de nuestra infancia, es posible que nos encontremos con este tipo de situaciones. Es común que las mamás y los papás comparen a sus hijos con los demás. “Juan no es tan listo como su hermano, Claudia es menos espabilada que Marcos y Pedro es lento en todo que Andrés”.
Este tipo de comentarios negativos pueden formar parte también de una discusión de pareja. Son esos instantes en los que un miembro compara al ser amado con otras figuras para echarle en cara lo que no hace, lo que dice o lo que no parece ser.
¿Qué hacer cuando quien nos quiere nos habla mal?
Quien nos quiere no debería hacer uso de comentarios negativos, de desprecios, burlas, críticas dañinas y frases sarcásticas. El afecto exige respeto físico, emocional y comunicativo. Sin estos pilares ningún vínculo será satisfactorio ni feliz. No obstante, si hacemos un análisis objetivo es muy probable que en nuestro círculo cercano haya alguien que nos hable mal en más de una ocasión.
Detrás de quien utiliza la comunicación violenta y no ve el efecto de sus propias palabras, hay una personalidad problemática. Lo que debemos hacer en todos los casos es reaccionar y exigir respeto. No por ser nuestro padre, hermano, amiga o pareja debemos tolerar un lenguaje basado en la burla y la infravaloración.
Estamos en nuestro derecho de exigir que se dirijan a nosotros de manera respetuosa, de demandar que nos hablen como nosotros les hablamos a ellos. Si lo dejamos pasar, si elegimos no decir nada, los comentarios negativos escalarán y nuestro malestar será mayor.
La comunicación es el puente que une o distancia a las personas. Esperemos de los demás lo mismo que nosotros les ofrecemos: cuidado en los actos y en las palabras, confianza y una comunicación empática y nutritiva emocionalmente. Si no lo recibimos, esa relación no será viable.