Cómo lograr que el esfuerzo mental sea gratificante

Estudiar, concentrarnos, reflexionar de manera profunda para tomar una decisión… Todo esfuerzo cognitivo puede ser de lo más agotador. ¿Hay algún modo para que este tipo de situaciones sean más llevaderas e incluso gratificantes?

Si hay una palabra que le repetimos a un niño cuando queremos que haga sus tareas escolares es “concéntrate”. No es fácil, ni tampoco gratificante, focalizar todos los recursos cognitivos en esa suma, en ese problema matemático o en esa lectura. Ya desde pequeños descubrimos que somos capaces de hacer cosas extraordinarias, pero toda actividad requiere de un coste de energía.

De este modo, cualquier meta que nos propongamos demandará de nosotros un esfuerzo mental. Concentración, análisis, reflexión, atención, deducción, memoria, creatividad… Todos esos procesos ejecutivos de alto nivel no solo nos agotan, sino que muchas veces nos resultan poco o nada atractivos. Sin embargo, nadie logra nada en esta vida si no se habilita en este tipo de competencias.

Es más, llamamos “ávaros cognitivos” a esas personas que no se esfuerzan en pensar. Hay quien apenas se da cuenta de su baja eficiencia mental, del modo tan rudimentario en que resuelve los problemas o cómo se deja llevar por los prejuicios. Esforzarnos, llevar a cabo ese incómodo, pero necesario proceso neurocognitivo, revierte en nuestra inteligencia y bienestar.



Por ello, y aunque nos sorprenda, hay interesantes mecanismos que nos permitirán disfrutar mucho más de ese esfuerzo psicológico… ¿Descubrimos cómo?

El esfuerzo mental nos beneficia, mejora nuestra autoeficiencia y hasta nuestra autoestima al descubrir que gracias a él obtenemos resultados interesantes.

Así puedes lograr que el esfuerzo mental sea más motivador

Según un estudio de la Universidad Abierta de los Países Bajos, la primera vez que se definió el esfuerzo mental fue en 1982. Albert Bandura lo describió como el empeño que pone una persona en procesar un tipo de información. Según este célebre psicólogo experto en aprendizaje, dicha tarea psicológica depende de dos factores.

El primero es de lo compleja que nos resulte llevar a cabo esa actividad y el segundo tiene que ver con la percepción de si somos capaces o no de realizarla (autoeficacia). Ahora bien, hay una percepción que tienen la psicología y la economía al respecto de esta dimensión. El esfuerzo mental es algo que tradicionalmente el ser humano prefiere evitar. Y esto es algo que vemos muy a menudo.

Pensemos en el universo de las redes sociales, donde el esfuerzo cognitivo suele ser mínimo. Por término medio, la población se queda con los titulares de las noticias y no siempre lee el contenido. Tampoco se tiene la costumbre de contrastar toda la información que nos llega… El esfuerzo por analizar y verificar lo que recibimos desde los medios digitales es, por término medio, deficiente.

Ser ávaros cognitivos o aplicar la ley del mínimo esfuerzo mental resulta contraproducente. Deberíamos, por tanto, maximizar esa competencia, ese recurso tan básico y enriquecedor. Sin embargo, no solemos hacerlo porque, efectivamente, pensar cansa y nos quita tiempo. Ahora bien, esto podría cambiar si tuviéramos en cuenta una serie de dimensiones. Las analizamos.

El esfuerzo mental debe convertirse no en un medio para un fin (me esfuerzo para lograr algo), sino en un proceso que incentive la motivación intrínseca (me esfuerzo porque sé que es bueno para mí).

1. Entrena tu cerebro con tareas cognitivas desafiantes

Nada sería tan positivo como dar al mundo personas con sentido crítico, curiosas y a las que no les dé pereza el esfuerzo mental. El modo de lograrlo sería iniciándolas desde bien temprano en los desafíos cognitivos. ¿De qué manera?

  • Resolver puzles, hacer sudokus o realizar juegos de entrenamiento cognitivo en cualquier aplicación es de utilidad.
  • Aprender a tocar un instrumento o iniciarse en algún idioma extranjero son otros ejemplos. Es un modo de habituar al cerebro al aprendizaje, al descubrimiento y al placer que genera ser competente en diversas materias.
  • Las buenas lecturas son medios excepcionales para afinar todo proceso cognitivo.
  • Desarrollar la curiosidad y el placer por descubrir e innovar.

Debemos pensar en el cerebro como en un músculo. Si lo entrenamos para que vea el esfuerzo mental como algo cotidiano, como ese ejercicio que nos permite ser más hábiles y disfrutar del conocimiento, será menos agotador.

2. Rodéate de personas estimulantes

El entorno nos condiciona de muchas maneras; algunas de forma positiva y otras cercenando nuestro potencial. Si deseas lograr que el esfuerzo mental te sea gratificante, rodéate de quien estimule tu pensamiento, tu creatividad y placer por aprender. De ese modo, no verás como algo agotador concentrarte en una tarea, reflexionar o pensar de manera innovadora.

Si quien forma parte de tu vida te enriquece mentalmente, dejarás de ser un ávaro cognitivo para convertirte en un apasionado por el conocimiento.

3. Valora el esfuerzo cognitivo de manera intrínseca, no como un medio para lograr un fin

Hay quien hace uso del esfuerzo mental para lo básico: aprobar un examen, resolver un problema, entender una factura, descifrar un manual de instrucciones, documentos legales… Por término medio, elevamos el gasto neurocognitivo solo para lograr algo, pero nunca por mero disfrute.

No nos han enseñado que ejercitar el cerebro, esforzarnos mentalmente en algo, puede ser gratificante. Nadie nos ha desvelado que al llevar al máximo nuestra concentración, razonamiento y análisis estamos dando lo mejor de nosotros mismos. Aprender a valorar de manera intrínseca el esfuerzo mental revierte en la autoeficacia y la autoestima. Es algo positivo, algo que nos permite ser más competentes y desarrollar nuestras capacidades intelectuales.

Es más, que esa concentración profunda puede ser hasta placentera, ya se ha demostrado por los expertos. Basta con recordar lo que nos aportó el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi con su teoría del flow (fluir). Cuando nos conectamos de manera intensa y significativa con una actividad es como si el tiempo no pasara. Esa experiencia óptima a la que llamamos fluir parte también del esfuerzo mental.

Aplicar una mentalidad de crecimiento nos permitirá valorar más positivamente el esfuerzo y como ese compromiso en la tarea repercute siempre en nuestro bienestar y en nuestra autoimagen.

La atención plena para focalizar y relajar tu mente

El mindfulness o la atención plena es una práctica idónea para mejorar la salud mental y los procesos ejecutivos. Bien es cierto que no todo el mundo logra habituarse a ella, pero es un recurso que vale la pena probar. Un estudio de la Universidad de Duke destaca los efectos positivos de llevarla a cabo de manera frecuente.

Si nos acostumbramos a dedicar al menos una media hora al día de mindfulness, mejorará nuestra atención, nuestra memoria, reduciremos el estrés y la reactividad emocional. Se trata de reducir el ruido mental y acostumbrar a nuestro cerebro a prestar atención al momento presente.

De ese modo, el esfuerzo mental dejará de ser una molestia y algo agotador, para verlo como un recurso habitual y necesario en nuestro día a día. Tengamos en cuenta estos factores descritos y procuremos, sobre todo, no convertirnos en ávaros cognitivos.

Valeria Sabater.

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