Tener confianza en uno mismo es algo bueno. Al menos en muchos casos es así. La confianza ayuda a las personas a realizar sus trabajos con éxito. Esa seguridad impulsa la determinación de luchar por las metas propuestas.
Por otro lado, la falta de confianza es como un efecto paralizante que no nos deja avanzar, manteniéndonos cautivos de nuestra propia inseguridad. Nos volvemos cautelosos, nos invade el miedo al fracaso y no nos permite crecer.
Existe un límite que no se debería sobrepasar en ninguno de los casos. Superarlo puede suponernos un problema. Está bien tener confianza, pero en su justa medida, así como también es importante dudar de vez en cuando. Siempre en términos medios.
Encontrar el equilibrio perfecto entre la confianza y la duda es difícil, pero posible
«La duda es una experiencia universal. Todos la tenemos en distintos grados. Y eso es bueno», ha explicado el psicoterapeuta John Amodeo en un artículo. «Las personas que nunca se cuestionan pueden convertirse en un peligro para sí mismas y para los demás«.
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La duda sobre uno mismo es similar a la vergüenza sana. Es importante saber reconocer cuándo hemos hecho daño a alguien, cuando nos hemos equivocado o cuando tenemos que cambiar algo. Y, lo más importante, saber asumir nuestro error. La duda es una amenaza para el ego.
«La verdadera confianza está relacionada con nuestra intención de ser emocionalmente honestos«, ha expuesto Amodeo. «En lugar de dejarnos consumir por pensamientos sobre el futuro desarrollo de las cosas, nos detenemos con valentía y buscamos en nuestro interior lo que realmente siente nuestro corazón«.
Tener dudas sobre uno mismo es algo natural. Se necesita mucha fuerza para saber lidiar con ellas. Con trabajo se puede conseguir adoptar una postura. Es necesario entonces que estemos abiertos ante la nueva información o descubrimientos que nos ayuden a afinar nuestro camino.
Pero no hay que olvidarse de la humildad, puesto que un exceso de confianza podría llevaros a problemas, y algunos bastante serios.
Parecer demasiado arrogante puede alejar a las personas al creer que estás por encima de ellas. También puedes dejar escapar buenas oportunidades porque parecen demasiado fáciles. O quizás terminas diciendo que sí a responsabilidades que en realidad te sobrepasan.