El difícil arte de dar y recibir consejos debe cumplir una serie de reglas muy básicas. La primera es no ofrecerlos si la persona no los ha solicitado. Te explicamos las siguientes características.
Pocas dinámicas son más complejas que dar y recibir consejos. Sin embargo, son muchas las situaciones en las que dichas prácticas resultan esenciales, sobre todo para tomar decisiones más efectivas. A fin y al cabo, nadie lo sabe todo en el viaje de la vida, y siempre es bueno contar con un apoyo experto, con una guía externa capaz de orientarnos, de darnos soporte e información de valor.
La dificultad existente en este tipo de realidades sociales está en el hecho de que no todo el mundo está abierto a recibir consejos. También, que no todos saben ofrecerlos de manera correcta. Están los que se perciben como poseedores de una verdad universal y los ofrecen sin que nadie los solicite. Y están, cómo no, los que los solicitan y hacen lo contrario de lo que se les sugiere.
Por tanto, estamos ante una herramienta que todos deberíamos dominar. Es un acto que involucra a dos partes, y es también un tipo de situación por la que quien más y quien menos debe pasar en más de una ocasión. Todos podemos salir beneficiados si comprendiésemos mucho más este arte, esta habilidad de intercambio tan básica y enriquecedora a la vez.
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“El aconsejar es un oficio tan común que lo usan muchos y lo saben hacer muy pocos”.
-Fray Antonio de Guevara-
¿Por qué es tan complicado dar y recibir consejos?
Hay quien dice que vale más una ayuda que diez consejos, sin embargo, estos últimos pueden prevenir el que, en un momento dado, necesitemos precisamente ser auxiliados.
Las personas dependemos muchas veces de dar y recibir consejos para crecer, adaptarnos a situaciones complejas y aprender los unos de los otros. Disponer de este tipo de retroalimentación es más importante de lo que pensamos.
Al fin y al cabo, somos seres sociales programados para compartir nuestras experiencias, y esto hace que sea tan natural para nosotros dar consejos. Lo hacemos en el seno de las familias, con amigos y con nuestras parejas. Por otro lado, tampoco podemos descuidar el hecho de que, en los entornos laborales, estas dinámicas son una constante. Aunque a esto lo llamamos asesorar.
Tal y como venimos señalando, estas situaciones son tan complejas como delicadas. Estas son las razones por las que el arte de los consejos es tan delicado y controvertido.
Errores que suelen cometerse
- No es recomendable ofrecer consejos a alguien que no los quiere o no los ha solicitado. En buena parte de los casos, lo que buscan muchas personas es ser escuchadas, no que se les diga qué deben hacer.
- Tampoco es bueno esforzarnos en quien nos pide consejo, y después ni lo valora ni lo tiene en cuenta.
- Los consejos no se imponen ni se defienden como dimensiones verdaderas. Deben ofrecerse como lo que son, visiones personales nutridas de la propia experiencia.
- Quien da consejos también debe saber recibirlos. Son muchos los que asumen un papel impositivo sobre los demás, sin entender que aconsejar es un ejercicio de reciprocidad. Todos tenemos algo que ofrecer; el apoyo, el consejo o el asesoramiento no es unidireccional.
Aconsejar no es dar soluciones ni decir a alguien “lo que tiene que hacer”. Se trata más bien de transmitir información y motivación para que la otra persona tome decisiones por sí misma al sentirse bien asesorada.
El arte de dar consejos: 5 claves
Dar y recibir consejos es una habilidad social esencial en la cotidianidad. Todos debemos habilitarnos en este ejercicio por múltiples razones. Son clave para salir de encrucijadas, para tomar mejores decisiones y para retroalimentarnos los unos a los otros con información válida, eficaz y decisiva. No obstante, hay que hacerlo bien.
Un trabajo de la Universidad de Pensilvania indica algo relevante. Si guiamos a nuestros alumnos en el arte de dar asesoramiento de manera efectiva a los demás, los educamos en una competencia altamente valiosa. Se mejora el rendimiento, la cohesión social, el respeto y la convivencia.
Veamos qué dimensiones erigen el arte de ofrecer consejos:
1. Inteligencia emocional, la esencia de dar y recibir consejos
La mente hábil en inteligencia emocional sabe cuándo, a quién y de qué manera ofrecer consejos. Lo hace desde la empatía, el respeto y la conexión.
No impone; respeta, practica la escucha activa y planeta la información que desea obtener de manera sensible y enriquecedora.
2. Autoconciencia
La autoconsciencia permite comprender los propios pensamientos y emociones, conocer nuestras virtudes, defectos, y hacer una mirada cómplice de nuestras voluntades. Todo ello también es clave en esta materia. Solo quien ha hecho una buena reflexión de sus experiencias, sabe cómo transmitirlas a otros para que le sean útiles.
3. Paciencia
Para saber dar consejos hay que ser pacientes. Quien actúa de manera impulsiva con la idea de imponerle a otro lo que debe hacer, fallará. Porque para dar consejos se necesita mesura, calidez, acierto y sabiduría.
No todas las situaciones son adecuadas para transmitir al otro determinadas informaciones. Asesorar significa saber orientar y ofrecer una retroalimentación positiva.
3. Diplomacia
Las personas diplomáticas son grandes entendidos en dar consejos. Disponen de habilidades dialogantes y resolutivas, son amables, buenos negociadores, responsables y muy carismáticos. Todas estas valías los hacen únicos en este arte, porque la diplomacia, les permite aconsejar mientras motivan y transmiten confianza.
Para concluir, decía Quevedo que “el consejo, bueno es; pero que es de las medicinas que menos se gastan y gustan”. Es una lástima, porque pocas cosas son más importantes que permitirnos aprender y guiar los unos de los otros.