No todos los países se preocupan por elaborar estadísticas sobre la soledad y el aislamiento. Estados Unidos es uno de los pocos que lo hace. Y los últimos resultados muestran una realidad desconcertante: el número de personas que dice estar sola se duplicó en las últimas 3 décadas. De un 20%, pasó a un 40%.
Estos datos parecen coincidir con lo que ocurre en muchos otros países. Son cada vez más las personas que deciden ser solteras para siempre; crece el número de sujetos mayores de 65 años que viven en aislamiento, por indiferencia y desinterés de sus allegados. Los vecinos cada vez hablan menos entre sí. Hasta los niños permanecen hoy más solos que nunca antes en la historia.
“Aislamiento, control, incertidumbre, repetición del mensaje y manipulación emocional son técnicas utilizadas para lavar el cerebro”
-Eduardo Punset-
Todos estos fenómenos en conjunto son el precio del individualismo. Diseñamos sociedades en las que se le ha otorgado un valor desmedido a la independencia, a la autonomía, al individuo mismo. Mucha gente está más preocupada por diferenciarse de los demás que por encontrar similitudes. La exaltación del ego figura como una prioridad para muchas personas.
Los efectos del aislamiento social
No podemos asumir que el aislamiento social es simplemente un estilo de vida. Hay estudios en todo el mundo que llegan a una misma conclusión: las personas que están o se sienten, solas tienen mayor probabilidad de enfermar y de morir tempranamente.
Una investigación, llevada a cabo por la Universidad de Chicago, indica que los niños que crecen en soledad tienen mayor riesgo de padecer problemas severos de salud 20 años más tarde. Otro estudio señala que quienes viven en aislamiento tienen un 30% más de posibilidades de morir en los siguientes 7 años.
También se ha expuesto el hecho de que las personas en aislamiento comienzan a desarrollar patrones de sueño deficientes. Así mismo, sufren alteraciones del sistema inmunitario, tienen mayor riesgo de sufrir infartos y presentan niveles más altos de las hormonas del estrés.
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Los grupos más afectados
El aislamiento social se presenta en ambos sexos, con una leve superioridad en el porcentaje masculino. Lo más preocupante es que también se presenta en todas las edades y en todas las clases sociales. Solo se sabe que las personas con estudios universitarios tienden a aislarse menos.
Sin embargo, hay grupos específicos en quienes se concentra el aislamiento social. Casi todos ellos corresponden a personas en estado de vulnerabilidad. Quienes corren más riesgo de aislarse son los niños hijos únicos, los adultos de más de 65 años y quienes padecen de algún tipo de enfermedad o limitación física.
Lo más grave es que en casi todos ellos hay una barrera que les impide hablar sobre su soledad. Mucho más difícil les resulta pedir ayuda. Sienten que declararse como personas en aislamiento implica deteriorar su propia imagen y temen las consecuencias de lo que puedan hacer los demás frente a su condición.
¿Podemos combatir el aislamiento?
Así como se ha promovido la ideología del individualismo, también viene abriéndose paso una fuerte tendencia hacia los patrones colaborativos. Este fenómeno se presentó primero en la economía: el verbo tener comenzó a ser sustituido por los verbos compartir, alquilar, prestar, etc. Un ejemplo de ello es el servicio de automóvil compartido.
También ha comenzado a compartirse la casa (AIRBN), las herramientas, la comida y hasta las mismas experiencias. De ese mundo de la producción, poco a poco ha ido surgiendo también un sentido colaborativo para la solidaridad en la vida cotidiana. La Fundación Médica de Palo Alto (USA) creó una plataforma llamada linkages, en donde se ofrece un intercambio de servicios intergeneracional.
En plataformas como esta cada miembro publica qué necesidad tiene. Por ejemplo, aprender pastelería, sacar a pasear el perro o compañía para ir a donde el doctor. Quien esté dispuesto a satisfacer esa necesidad, lo hará voluntariamente. Después, también puede recibir ayuda en alguna otra actividad o simplemente sentirse satisfecho por el servicio prestado.
Así parece ser la solidaridad moderna: por medio de la red. Si bien Internet mismo ha sido un fuerte nutriente del aislamiento social, también se le puede dar un uso como este. De esta manera, serviría para recomponer los vínculos perdidos con el mundo. Iniciativas como esta nos dan una pista acerca de posibles soluciones para ese aislamiento contemporáneo. Son una luz frente a un mal que parece crecer sin que nadie haga algo al respecto.