La intransigencia es una actitud que puede resultar muy destructiva. ¿Por qué alguien cierra su mente y se niega a ver razones o evidencias que podrían sacarle de un error?
La intransigencia, como otros muchos atributos, es uno de esos rasgos que suma y ayuda cuando es oportuno y se ejerce en la medida justa. De no ser así, se convierte en un veneno muy ponzoñoso.
Tal vez la definición esencial de la intransigencia es la de una actitud en la que hay voluntad de no ceder. No es lo mismo que obstinación o terquedad, pero sí puede conducir a ellas.
La obstinación hace referencia a la limitación que lleva a considerar solo un punto de vista frente. Por su parte, la terquedad tiene que ver con mantenerse en alguna idea, sentimiento o deseo en contra de toda evidencia.
En el caso de la intransigencia, es posible que se consideren varios puntos de vista. Así mismo, en muchos casos se sustenta sobre evidencias. Sin embargo, lo que difiere significativamente del punto de vista, o las evidencias que prueban una postura diferente son demeritadas o no tomadas en cuenta.
“La actitud intransigente es más indicativa de una incertidumbre interior que de una profunda convicción”.
-Eric Hoffer-
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La intransigencia es una actitud
Más allá de lo razonable o no que resulte una idea, una opinión o un deseo, lo que prima en la intransigencia es el rechazo necio a ceder. Por lo tanto, no se trata en sí misma de una forma de razonar o de un sesgo como tal, sino de una actitud que bloquea cualquier posibilidad de conciliación con otras posturas.
Lo que hay en esta actitud es una falta de flexibilidad. En ese sentido, está emparentada o bien con la rigidez mental o bien con motivaciones que no pueden o no quieren hacerse explícitos. Estas pueden ser el propio ego, el deseo de imponerse a otros o algún interés oculto y concreto.
La intransigencia supone un elevado coste personal o social en muchas circunstancias. A veces lleva a que una persona se haga daño de forma innecesaria, pero también puede causar muchos males en el plano social.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Sussex demostró que durante la Primera Guerra Mundial las autoridades no quisieron acoger el concepto de “neurosis de guerra”. Quienes padecían sus síntomas eran considerados simples “cobardes”. La intransigencia dominante impidió que los soldados recibieran un trato adaptado a sus circunstancias reales.
El elevado coste de la intransigencia
La Universidad Stony Brook de Nueva York llevó a cabo un estudio en el que se evaluaron las actitudes de diversos individuos frente a la negociación. Se tomaron como base personas que pensaban diferente y con intereses divergentes. El objetivo era ver en qué medida eran capaces de llegar a acuerdos y cerrar una negociación eficaz, es decir, una en la que ambas partes ganaran algo.
En principio, se propuso una negociación estrictamente económica. El resultado fue alentador, ya que el 62 % de los involucrados se mostraron flexibles. El 84 % fue capaz de tomar decisiones que favorecían a sus oponentes con tal de llevar la negociación a buen puerto.
Sin embargo, a las mismas personas se les propuso una negociación asociada a la política. Allí entraron en juego los valores morales de los participantes y entonces el 60% fue mucho más radical. Las actitudes se mostraron más extremas, lo que hizo que más de la mitad de las negociaciones fracasaran.
Intransigencia e inseguridad
El filósofo Eric Hoffer hizo muy lúcida sobre la verdadera naturaleza de la intransigencia negativa. Dijo que “la postura intransigente se dirige más contra la duda interior que contra el agresor exterior”. En efecto, todo indica que esa actitud está mucho más asociada con la autodefensa que con la convicción.
Es muy frecuente que las actitudes intransigentes no nazcan de férreos valores y opiniones, sino que más bien se asocien con un ego que se siente amenazado y que responde radicalizándose.
La intransigencia suele develar miedo o inseguridad en aquello en lo que se cree o se desea.
Muchas veces la función de la obstinación es cerrar el diálogo, cortar la comunicación. El objetivo es que las creencias no sean puestas en tela de juicio o que se revele su fragilidad. Por eso, en los entornos de gran incertidumbre la gente tiende a volverse más radical también. Por lo tanto, puede afirmarse que el antídoto contra la intransigencia negativa es la confianza en uno mismo.