En la evitación patológica de la demanda se evitan múltiples situaciones cotidianas por percibirlas como una exigencia o una amenaza. Descubre este poco conocido perfil del autismo.
Todos evitamos situaciones, ya sea porque la tarea nos desagrada o porque no tenemos ganas de cumplir con ella. Así, podemos posponer ese proyecto que nos aburre o negarnos a hacerle ese favor a un conocido al que no tenemos ganas de ayudar. Esto es natural. Sin embargo, para algunas personas, este rechazo se produce con demasiada frecuencia y de forma inevitable, frente a todo tipo de demandas. Así, hablamos de lo que se conoce como evitación patológica de la demanda.
En este caso, la persona no evade la situación por mero desagrado y porque decide hacerlo, sino que es el elevado nivel de ansiedad que siente el que no le da otra opción. Su conducta puede ser vista por los demás como oposicionista o desafiante, pero en realidad es solo una forma de lidiar con el malestar interno. ¿Quieres conocer más respecto a esta dinámica? Entonces, continúa leyendo.
¿Qué es la evitación patológica de la demanda?
La evitación patológica de la demanda (o PDA, por sus siglas en inglés) es considerada un perfil del autismo. Y es que este espectro autista engloba realidades muy diferentes y de las que aún no tenemos el suficiente conocimiento. Por ello, las características y necesidades de las personas con PDA no son realmente bien comprendidas y atendidas.
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Este término fue utilizado por primera vez por la psicóloga Elizabeth Newson, pero no fue hasta hace un par de décadas cuando comenzó a recibir atención, empezando a aparecer en conferencias y publicaciones científicas.
El concepto hace referencia a una resistencia o evitación constante de las demandas de la vida diaria. Ante cualquier exigencia cotidiana, por pequeña que parezca, la persona puede reaccionar con rechazo, utilizando diversas estrategias para evadirla o librarse de ella.
Esta es la característica principal de este perfil, el cual se manifiesta ya durante la infancia y suele perdurar hasta la edad adulta. Pero, ¿a qué se debe este comportamiento? Lo que ocurre es que, ante una petición o demanda, la persona siente que pierde, pues el otro se coloca en una posición de autoridad. Es lo que sucede, por ejemplo, con el niño al que piden que no toque un objeto delicado.
Por otro lado, la persona también siente que pierde autonomía, dado que alguien le está dirigiendo. Aunque para la mayoría de nosotros esto no supone un problema, la persona con PDA percibe la demanda como una amenaza y su sistema nervioso se desregula. De algún modo, siente que pierde el control y esto la lleva a hacer todo o posible por recuperarlo, lo cual pasa por diversas acciones, por ejemplo:
- Rechazar activamente la demanda.
- Evadirla cambiando de tema, poniendo excusas o dejándola para después.
- Centrándose en hacer justamente lo contrario a la petición (siguiendo el anterior ejemplo, el niño puede centrarse en tocar una y otra vez ese objeto del que le pidieron que se alejara).
- Si no es posible evadir la demanda o recuperar el control, o si la otra persona insiste, es posible que quien tiene PDA sufra una crisis o meltdown, debido al nivel de ansiedad que experimenta.
Qué se percibe como una demanda
Esa reacción de rechazo, lucha o huida puede aparecer en cualquier persona; sin embargo, en la evitación patológica de la demanda se desencadena ante peticiones diversas y que parecen no tener mayor importancia. Por ejemplo:
- Peticiones directas, como «tienes que hacer la cama».
- Preguntas, como «¿qué quieres comer?».
- Horarios y límites de tiempo impuestos para completar alguna tarea.
- Situaciones cambiantes, novedosas o inciertas sobre las que no se tiene el control.
- Todo lo que implique una sensación de obligación, de tener que cumplir un cometido sí o sí, incluso cuando se debe a necesidades personales. Por ejemplo, tener que levantarse a cierta hora, tener que comer o deber bañarse.
- Situaciones en las que se crea una exigencia o expectativa hacia la persona. Por ejemplo, cuando recibe un halago o cumplido, este es percibido como una demanda de rendir al mismo nivel en futuras ocasiones.
- Eventos o situaciones que producen sobrecarga sensorial.
En definitiva, se evitan situaciones desagradables, que generan malestar, alteran la rutina o no causan interés. Pero, incluso un hobbie, un plan apetecible o una necesidad básica pueden percibirse como una demanda que desencadene esta necesidad imperiosa de evadirla.
Comprensión e intervención en la evitación patológica de la demanda
Es importante entender que al evitar la demanda, la persona con PDA no está siendo rebelde ni busca desafiar, es una reacción inevitable ante esa sensación de exigencia y pérdida de control. Además, no podemos olvidar que se trata de una persona dentro del espectro autista.
Ciertamente, se ha visto que este perfil presenta una aparente mayor sociabilidad y quizá un buen funcionamiento, por esto se pasan por alto sus necesidades y particularidades. Sin embargo, sigue teniendo dificultades para comprender los códigos sociales, sus emociones son intensas y abrumadoras y presenta intereses obsesivos o restringidos.
Así, un primer paso fundamental (que debe dar tanto la persona con PDA como su entorno) es entender su realidad y aceptarla como es, para así poder hacer los ajustes y adaptaciones necesarios. Estos pueden incluir:
- Disfrazar las peticiones. Por ejemplo, convirtiéndolas en un juego en el caso de los niños o buscando hacerlas más amenas o llevaderas en el caso de los adultos.
- Compartir las demandas. Y es que para la persona puede ser más sencillo aceptar cumplir una tarea en compañía y en conjunto con otra persona, que aceptar la exigencia de cumplirla en solitario.
- Ofrecer explicaciones y sensación de control. En la medida de lo posible, entender por qué es necesaria una demanda y tener cierta autonomía para cumplirla es de gran ayuda. Para los niños, esto puede verse como ofrecer varias opciones; para los adultos, puede traducirse en encontrar trabajos que ofrezcan flexibilidad y poca jerarquía.
- Dar al niño (o darse el adulto a sí mismo) un tiempo sin demandas, en el que pueda sentirse completamente libre.
En definitiva, la clave se encuentra en que la persona pueda hacerse consciente de su evitación patológica de la demanda, pueda entender por qué se produce y qué estrategias utiliza para evadir.
Desde esta comprensión será más capaz de poner en marcha ajustes que le ayuden a sobrellevar la ansiedad que le produce la demanda. En el caso de los niños, son los adultos a cargo quienes quizá necesiten acompañamiento profesional para entender las necesidades del niño y saber cómo proceder.