Felices pero solos: el dilema de cada vez más miembros de la generación Z y del ‘baby boom’

Harry Samtur, de 73 años, tiene una larga lista de actividades para ocupar su tiempo. Asiste a clases en un programa para adultos mayores de 50 años, forma parte de un grupo de ciclistas, participa en un club de lectura, pertenece a una sinagoga y también es artista. De hecho, está pendiente de exponer su obra.

Estas actividades han sido esenciales para su bienestar, según indica el propio residente de Minnesota (Estados Unidos). «Es estupendo, pero requiere esfuerzo. Es algo muy importante que hago, y me da mucha alegría», explica Samtur a Business Insider.

Sin embargo, Samtur dice que se siente solo de vez en cuando. Al vivir lejos de su familia y sin compañía, no tiene los vínculos que tenía cuando era niño, y aunque intenta llenar su tiempo con aficiones y actividades sociales, no está del todo acompañado. «Cuando la gente tiene familia, es leal a ella y le dedica mucho tiempo. Cuando estás solo, no siempre tienes gente con la que hacer cosas. Por eso surge la soledad», aclara Samtur.

Un paper publicado en abril en la revista Psychological Science habla precisamente de la situación exacta que vive Samtur. Según la publicación, la soledad sigue una curva en forma de U a lo largo de la vida: es mayor en la juventud y en la madurez, y menor en la mediana edad.

Lo raro es que, aunque parezca contradictorio, la felicidad tiende a seguir el mismo patrón. Esto significa que, ahora mismo, la generación Z y los baby boomers, en particular, podrían estar encontrándose en mitad del camino: son felices y se sienten solos al mismo tiempo.

Por qué es posible sentirse feliz y solo al mismo tiempo

La felicidad y la soledad son «experiencias emocionales complejas que no se excluyen mutuamente», indica a Business Insider Eileen Graham, coautora del estudio sobre la soledad y profesora asociada de ciencias sociales médicas en la Universidad Northwestern. El trabajo de Graham se realizó antes de la pandemia y examinó a más de 120.000 participantes de nueve países diferentes, entre ellos Estados Unidos, Alemania y Australia.

«Se pueden experimentar ambas cosas al mismo tiempo, y especialmente durante la mediana edad, que es una época emocionalmente compleja, en la que la gente tiene muchas cosas que hacer. Esto hace que en ese momento vital se sientan un poco menos felices, lo que no implica que también se sientan solos», señala Graham.

Según el estudio, la felicidad y la soledad pueden evolucionar a lo largo de la vida y afectar a cualquier persona en cualquier lugar. «En general, las personas tienden a sentirse más solas si tienen menos estudios, menos ingresos y mala salud», concluyó Graham tras el estudio.

«Eso puede ayudarnos a comprender que las personas que se hacen mayores y empiezan a sentirse solas en consecuencia, sufren más esta soledad si tienen determinados problemas de salud o provienen de diferentes entornos socioeconómicos con mayor riesgo», añade la experta.

Samtur dice que, a pesar de la alegría que le producen sus actividades, sabe lo perjudicial que puede ser la soledad y lo difícil que es superarla.

«Hay mucha polaridad de sentimientos. A veces es difícil tratar con la gente y prefieres recluirte en casa. Conozco gente así, pero al final, somos seres sociales, y necesitamos tener esa interacción y pasar por las experiencias difíciles con los demás para disfrutar de las buenas», sostiene Samtur.

«Podría estar en una habitación llena de gente que me quiere y, aun así, sentirme muy sola»

Donna Basztura, de 58 años, ha experimentado mucha felicidad y soledad a lo largo de su vida. Madre adolescente, vivió la alegría de vivir con su pareja y su hijo, pero la soledad persistía, ya que la mayoría de sus compañeros de la misma edad no estaban en la misma etapa de la vida.

A medida que Basztura se hizo mayor, sus experiencias con la soledad cambiaron: tuvo cinco hijos más que crio sola, y ahora se siente plena con sus hijos y nietos. Pero tras mudarse a Florida, Estados Unidos, hace cuatro años, se ha encontrado ante un persistente dilema: asiste a todos los actos a los que la invitan y se alegra de estar con los demás, pero su soledad persiste.

«Puedo estar en una sala llena de gente que me quiere y seguir sintiéndome muy sola, porque todo el mundo tiene a alguien, a su marido, a su mujer, y eso es maravilloso. Eso es lo que nos esforzamos por dejar como legado. Pero me sigo sintiendo sola, aunque no lo demuestre. Soy el alma de la fiesta y me encanta divertirme, pero eso no elimina la sensación de vacío«, explica Basztura a Business Insider.

Como ilustran las experiencias de Samtur y Basztura, tener interacciones sociales no basta para que desaparezcan los sentimientos de soledad. Graham afirma que el aislamiento social y la soledad «son conceptos muy diferentes»: el primero se mide por la frecuencia y el número de personas con las que alguien interactúa en un periodo de tiempo determinado, mientras que la segunda es «una angustia emocional» cuando una persona no obtiene lo que necesita de sus conexiones sociales.

Equilibrar la soledad y la felicidad es algo en lo que se está trabajando. En marzo, Gallup, en colaboración con otras organizaciones, publicó el Informe Mundial sobre la Felicidad 2024 y, por primera vez desde que comenzó a elaborarse hace más de una década, Estados Unidos dejó de estar entre los 20 países más felices.

Según ese estudio sobre la felicidad, tanto el apoyo social (es decir, las interacciones con vecinos, grupos comunitarios o amigos y familiares) como la soledad afectan a la felicidad, y «las interacciones sociales de todo tipo también contribuyen a la felicidad, además de sus efectos derivados del aumento del apoyo social y la disminución de la soledad».

Los «vínculos débiles», que son pequeñas conexiones que las personas establecen con otras personas a las que quizá no conozcan muy bien (por ejemplo, un conocido de tu grupo de jardinería o un camarero de tu cafetería habitual), pueden mejorar la sensación de felicidad, pero no ayudan necesariamente a curar la soledad. Sin embargo, un estudio de 2014 descubrió que esos lazos tienen grandes beneficios, ya que ayudan a las personas a sentirse más felices con un mayor sentido de pertenencia.

Pero Basztura busca algo más que eso; es más feliz cuando está rodeada de seres queridos y de quienes la conocen muy bien, como su familia. Aunque hace poco ha conocido a un hombre con el que disfruta pasando el tiempo, se encuentra sola durante todo el día debido a su horario de trabajo. Además, dice que algunas de sus amigas íntimas murieron durante la pandemia, por lo que ha perdido amistades femeninas que la hicieron muy feliz a lo largo de su vida.

«Es duro no tener un compañero real en el que puedas confiar a esta edad y que haya pasado por las cosas de la vida por las que hemos pasado en la época en la que nos criamos. Te limitas a seguir adelante, pero estás volando por la noche prácticamente solo. Y esa emoción es muy profunda. La escondo bien, pero es profunda», indica la mujer.

Hizo un esfuerzo por unirse a actividades deportivas, como el senderismo o el piragüismo, pero incluso rodeada de gente, no acababa de sentir las conexiones que esperaba. «Podría disfrutar, podría ser feliz nadando, acampando, lo que fuera. Pero, de nuevo, acampo sola. La soledad sigue ahí», reflexiona.

 «Tienes que resolverlo de la mejor manera posible»

Business Insider publicó un artículo sobre cómo experimentan la soledad las personas de distintas generaciones. Más de un tercio de los estadounidenses de 18 a 25 años afirmaron sentirse solos en una encuesta de diciembre de 2023 realizada por la Escuela de Graduados de Educación de Harvard.

Algunos miembros de la generación Z pagan por el contacto social a través de actividades como la gimnasia. Un joven de 24 años declaró a Business Insider para otro artículo que gasta más de 200 dólares al mes en suscripciones de gimnasios de escalada y jujitsu porque «si pagas por algo, te obligas a ir».

«Este tipo de actividades facilitan el proceso de hacer amigos más que las actividades libres, porque suelen ser más estructuradas. Básicamente, estás pegado a todo el mundo allí y te ves forzado a nuevas situaciones sociales», explicaba la joven.

Otros de la generación Z han utilizado la vuelta a la oficina como una forma de facilitar las conexiones y contrarrestar la soledad. Otra joven de 23 años explicaba que, aunque estaba en «constante comunicación» con sus compañeros de trabajo, esa comunicación online implicaba que «en realidad no tenía gente a mi alrededor dispuesta y capaz de charlar y hablar y ayudar».

Preeti Malani, profesora de medicina en la Universidad de Michigan, comentó en una entrevista anterior que «sentirse solo siendo una persona de 80 años puede deberse a una razón muy distinta a la de un estudiante universitario de 19 años que vive entre un enorme grupo de personas».

«Puedes estar rodeado de gente y sentirte solo, y esa experiencia universitaria o de instituto es un buen ejemplo en el que no tienes conexiones significativas con la gente», argumentó.

Mientras tanto, los baby boomers han recurrido a aplicaciones como Nextdoor y a grupos en los centros de mayores locales para conocer gente.

Aunque personas de todas las edades se esfuerzan por hacer amigos y combatir la soledad, según Graham, el problema podría ser más fácil de resolver a una edad más temprana. Esto se debe a que muchas de las razones de la soledad cuando la gente es más joven, como mudarse de casa de sus padres y tratar de construir una nueva red social, son pasos que sentarán las bases para más adelante en la vida.

«No creo necesariamente que la soledad sea mala para los jóvenes, siempre que no sea crónica», afirma Graham.

Pero en el caso de las personas mayores, la soledad puede desencadenarse por la muerte de seres queridos o la distancia con las redes sociales, y les resulta más difícil seguir comprometidos después de afrontar esas pérdidas. Joan Hendrix, de 80 años, puede dar fe de ello. Ha contado a Business Insider que, tras la muerte de su marido hace 10 años, «estaba paralizada» debido a su dolor y a la pérdida de compañía, y aunque buscó ayuda profesional, sintió que no podía cargar a sus seres queridos con sus sentimientos de soledad.

Añade que durante cuatro años no se atrevió a salir y conocer gente nueva, hasta que un día miró por la ventana y vio malas hierbas en su jardín. «Así que me dije: ‘Tengo que quitar las malas hierbas’. Y sin más, salí y empecé a hacerlo, y cada día que pasaba parecía que podía moverme y hacer más cosas», relata Hendrix.

Hendrix dice también que poco a poco se sintió más cómoda acercándose a sus amigos y restableciendo relaciones, así como haciendo otras nuevas a través de varios grupos y oportunidades de voluntariado. Todavía hay momentos en los que se siente sola, pero la emoción general que experimenta ahora es la alegría.

«Aprendes a sobrellevarlo y, después de un tiempo, puede que sigas luchando, pero eres capaz de seguir adelante, y hacer las cosas que necesitas hacer para mejorar y volver a ser feliz», comenta.

Reconocer que se enfrentaba tanto a la felicidad como a la soledad fue lo que la empujó a buscar ayuda y establecer contactos. «Tienes que trabajar mucho por tu cuenta para mejora. Nadie puede resolverlo por ti. Tienes que resolverlo de la mejor manera posible», aconseja.

Ayelet Sheffey, Cristina Gálvez

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