La enfermedad del corazón vacío aparece sobre todo en jóvenes altamente exigentes consigo mismos. La presión académica y laboral sumada a la falta de sentido existencial les aboca hasta situaciones de gran angustia y desolación.
Autoexigencia, altas demandas del entorno, falta de significados vitales, desesperanza… Podríamos describir de más formas el estado de ánimo que evidencian actualmente muchos de nuestros jóvenes. Sin embargo, el término que simboliza metafóricamente el estado anímico de una parte amplia de chicos de entre 17 y 24 años es “enfermedad del corazón vacío”.
No es una dolencia orgánica como tal. No suele ser significativa en los análisis de sangre ni manifestarse en las radiografías. Tampoco podrá diagnosticarla el mejor de los médicos situando el fonendoscopio en el propio corazón. En realidad, no es una cardiopatía, sino un estado psicológico que, en muchos casos, está detrás de muchos suicidios entre la población más joven.
Este término se acuñó en el 2016. Fue el profesor Xu Kaiwen, subdirector del centro de asesoramiento y educación en salud mental de la Universidad de Beijing de China, quien habló por primera vez de esta condición psicológica. Kongxin bing o el corazón vacío define a esos universitarios altamente preparados, pero sin ningún propósito vital.
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Ahora bien, este fenómeno no es exclusivo del mundo oriental. También la cultura occidental evidencia esta realidad a la que deberíamos prestarle mayor atención.
La enfermedad del corazón vacío cursa en la mayoría de los casos con ansiedad crónica.
¿En qué consiste la enfermedad del corazón vacío?
Las declaraciones que hizo el profesor Xu Kaiwen en el 2016 en la cumbre de educación en Beijing hablando sobre la enfermedad del corazón vacío no pasaron desaparecidas. Fueron muchos los medios y las universidades que analizaron los datos que aportó. Según explicó, el 40,4 % de los estudiantes de primer año sienten que la vida no tiene sentido. Y el 30,4 % odia estudiar.
¿Y por qué lo hacen? Nos preguntaremos. Los jóvenes asiáticos tienen sobre ellos una elevada presión familiar y social. Deben ser los mejores, los más preparados ante un contexto altamente competitivo y demandante. Se les prepara para un futuro en el que no creen, mientras apenas han tenido tiempo para clarificar su identidad o propósitos vitales.
Llegan a la universidad con grandes vacíos y sinsentidos en su interior. Sin embargo, ese desasosiego lo llevan arrastrando prácticamente toda su vida. La particularidad está en que, al llegar a la edad adulta, la angustia alcanza una cuota insostenible. Es entonces cuando esa ansiedad crónica les drena por completo la energía. Algunos dejan la universidad y otros derivan en serios problemas mentales.
Veamos los síntomas que evidencia la enfermedad del corazón vacío.
Las relaciones son para ellos meras obligaciones sociales
Muchos de estos chicos tienen, en apariencia, una vida perfecta. Al menos de puertas hacia fuera. Cuentan con muchos amigos e incluso tienen relaciones de pareja. Sin embargo, no son felices. La conexión con sus iguales no les aporta una gratificación real porque lo ven como meras obligaciones sociales.
Se sienten como entidades que se limitan a mimetizarse los unos con los otros. Hacen lo que se espera de ellos, se dejan llevar, pero no encuentran significado en casi nada de lo que hacen.
Muchos jóvenes aparentan una gran resolución académica y personal. Sin embargo, en su interior ocultan una falta de sentido absoluta hacia la vida y un profundo temor al futuro.
Soledad e incomprensión
Como bien podemos deducir, si las relaciones sociales no les aporta ningún sentido, es común que estos jóvenes naveguen de manera constante entre sentimientos de vacío y soledad. También en la desconexión y la incomprensión. Lo devastador es que se sienten solos desde la infancia.
Los progenitores les inculcan desde bien temprano una exigencia desmesurada, casi inhumana. Esto se traduce en algo evidente: todos ellos se perdieron la oportunidad de ser niños. Nunca disfrutaron del juego, de una vida más pausada, espontánea y curiosa.
Buenos logros académicos de los que no se enorgullecen
La enfermedad del corazón vacío tiene como desencadenante la presión por obtener buenos resultados académicos. Si bien es cierto que este fenómeno se acuñó en China, es una realidad que también es frecuente en occidente. Una investigación de la Universidad de Victoria evidencia los serios efectos de esa presión en los estudios.
Muchos jóvenes presentan problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad, así como trastornos del sueño y abuso de sustancias. Los logros académicos no se disfrutan porque es lo que siempre se espera de ellos: ser alumnos de 10 a cualquier coste.
La enfermedad del corazón vacío y la falta de significados vitales
Podríamos decir que la enfermedad del corazón vacío es muy similar a la depresión existencial. Es cierto que estos chicos no le encuentran ningún significado a la vida. Cuando lo único que se espera de ellos es que tengan éxito y sean los mejores, ellos solo se preguntan “para qué”.
Ahora bien, más que una depresión, lo que arrastran consigo desde pequeños es ansiedad crónica. Es miedo a no ser como la familia espera, temor al futuro, estrés constante y angustia noche y día. Todo ello se entremezcla con la eterna duda de si ese esfuerzo los llevará hacia algo concreto.
Pensamientos suicidas y abandono de los estudios
El doctor David Scharff, profesor de la Universidad de Georgetown, explicó un caso impactante en su libro Marriage and Family in Modern China (2021). Era el de una niña de 14 años que formó un club suicida. Incapaz de satisfacer las expectativas de sus padres, le explicó que morir, para ella, no tenía ya ninguna importancia.
La enfermedad del corazón vacío se cuela de manera temprana en los jóvenes. Muchos de ellos intentan quitarse la vida y otros son incapaces de soportar la presión y abandonan sus estudios. Al hacerlo, tienen que cargar además con la sensación de haber decepcionado a sus familias.
Un momento para reflexionar
Algo está fallando en nuestra sociedad cuando las generaciones del futuro no creen en su futuro. Hay algo que no va bien cuando adolescentes y adultos jóvenes no encuentran el sentido a la vida y, simplemente, se dejan llevar por el viento de las circunstancias. Vacíos, solos, tristes.
Necesitamos una mejor asistencia para prevenir y asistir mejor estas situaciones. No solo precisamos profesionales especializados y más recursos económicos, también sería interesante introducir nuevas fórmulas educativas.
Unas que incluyan una adecuada gestión emocional, unas que permitan un espacio en el que los jóvenes clarifiquen cuáles son sus propósitos, cuáles sus valores, sus sueños y deseos… Como dijo Fernando Savater, “la juventud debe ser el suplemento vitamínico de la anémica rutina social”.