Esperanza no es solo es esperar que el mañana te traiga lo mejor, sino trabajar en ello para que dicha aspiración se cumpla. Es importante comprender que esta dimensión, lejos de ser un estado de ánimo, es una estrategia que podemos entrenar.
En tiempos difíciles, necesitamos una ventana abierta a la esperanza, a la posibilidad de cambio y de mejora. Esta dimensión es como un faro en la lejanía capaz de guiarnos a la orilla del bienestar. Sin embargo, ¿cómo encender ese foco de luz cuando nuestro interior está atenazado por los miedos, opacado por las dudas y esa incertidumbre que todo lo oxida?
No es fácil hallarla cuando estamos supeditados al estrés. También cuando llevamos una época en que las adversidades se suceden unas a las otras, como un collar de cuentas. Sin embargo, como bien señala el efecto Pandora, las personas siempre encontramos un resquicio de esperanza en lo más hondo de nuestro ser. Y al hacerla nuestra actúa como un poderoso bálsamo.
Tal y como nos señala el psicólogo Martin Seligman, este constructo psicológico no es un estado de ánimo, es un hábito de la mente. Como tal, todos podemos entrenarlo, desarrollarlo mucho más para que sea ese vector capaz de optimizar nuestro bienestar, de potenciar lo mejor de nosotros para lograr lo que deseamos.
Las personas que desarrollan una mentalidad más esperanzada son más resilientes, tienen mayor motivación y menor probabilidad de recaer en una depresión.
¿En qué consiste la esperanza aprendida?
Cuando todo lo que nos definía y nos daba sentido se viene abajo, lo único que nos sostiene es la esperanza. Si esta falla, abrimos espacio para que entre la depresión y esos enfoques mentales que nos arrinconan en un espacio tan oscuro como desolador. Fue precisamente Martin Seligman quien acuñó en los años 70 el concepto indefensión aprendida.
Esta idea definía ese estado mental en que la persona es incapaz de responder ante un estímulo adverso. Asume que, cualquier decisión, cambio o estrategia no resolverá nada y el resultado siempre será el mismo: más sufrimiento. Sin embargo, en los años 90, siendo aún presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), Seligman dio un cambio a su carrera.
En lugar de comprender los mecanismos que orquestan las patologías y dolor emocional, quiso abordar esas estrategias que facilitan la felicidad en el ser humano. Él, junto a Seligman, Ed Diener y Mihaly Csíkszentmihályi se convirtieron en pioneros de la psicología positiva.
En uno de sus últimos libros, El circuito de la esperanza: el viaje de un psicólogo de la desesperanza al optimismo (2018), Seligman revolucionó el concepto de esta dimensión.
Estamos programados para la esperanza, pero a veces la olvidamos
El concepto de la esperanza aprendida define nuestra capacidad para hacer de esta dimensión un hábito mental con el que mejorar nuestra capacidad de afrontamiento. En un trabajo de investigación sobre el libro de Seligman, se evidencia que en el cerebro existe una estructura en la corteza prefrontal que tiene como función amortiguar los estados de estrés y ansiedad.
El problema es que factores como nuestra educación, haber sido expuestos a factores estresantes prolongados o haber sufrido un trauma provocan que ese mecanismo no actúe. Estamos programados para la esperanza, pero nuestras experiencias y estrategias de afrontamiento defectuosas, la debilitan.
La buena noticia es que esta dimensión no es un estado de ánimo, es un hábito que podemos entrenar educando nuestra mente, nuestro enfoque y la manera en que procesamos la realidad.
«Necesitamos la esperanza del mismo modo que necesitamos el oxígeno».
-Brené Brown-
Cómo desarrollar una mentalidad más esperanzada
Uno de los mayores expertos y divulgadores de la esperanza aprendida es el psicólogo Dan Tomasulo. En su libro Learned hopefulness: The power of positivity to overcome depression, (2020) nos desvela un dato muy ilustrativo. Cerca del 80 % de las personas que han sufrido depresión recaerán en algún momento de su vida.
¿Qué pasa con ese 20 % que ya no transita nunca más por el ceniciento territorio de una depresión? La respuesta es sencilla: desarrollan esperanza aprendida. No solo superan esta compleja entidad clínica, sino que prosperan y aprenden poderosas habilidades resilientes. En sus mentes se desactiva el sesgo de negatividad y prosperan para alcanzar sus sueños.
¿Cómo desarrollar una mentalidad más esperanzada? El doctor Dan Tomasulo nos ofrece las claves en su libro. Son las siguientes.
Ver posibilidades en lugar de limitaciones
La mente inflexible solo ve problemas en cada solución, puertas cerradas en cada camino, miedos en cada paso. Si deseamos desarrollar nuestra esperanza aprendida, debemos edificar un enfoque mental más abierto, flexible y confiado. En cualquier encrucijada siempre habrá nuevas estrategias que probar y posibilidades que tener en cuenta.
Reestructura tus pensamientos negativos
Los pensamientos negativos no desaparecen como quien abre el tapón y deja ir el agua sucia por las alcantarillas. Un razonamiento irracional y adverso debe desactivarse mediante un análisis reflexivo para, después, transformarlo en un enfoque más saludable.
No nos creamos todo lo que nos dice nuestra mente. Preguntémonos si aquello que nos grita es lógico, si es verdad y si nos sirve de ayuda.
Activa tus fortalezas y recuerda tus propósitos vitales
No pongas tu mirada en tus inseguridades, focalízala en aquello que te hace único y que se te da bien. Todos tenemos fortalezas que hemos ido olvidando con el tiempo y que debemos activar de nuevo. Repasa tus logros del pasado, clarifica tus valores, significados vitales y recuerda aquello que te define como persona. Esas raíces te darán aliento.
Fomenta las emociones positivas en tu día a día
No dudes en promover nuevas experiencias que te hagan sentir bien. Explora nuevas sensaciones a través de hábitos, conexión social y aprendizajes. Hay infinitas formas de liberar serotonina y dopamina, solo tienes que romper la monotonía e involucrarte en experiencias que te sean gratificantes.
Establece metas motivadoras
La esperanza aprendida necesita metas que iluminen tu horizonte de ilusiones. Esos objetivos te permitirán levantarte cada día con mayor ímpetu, ganas y motivación. Lo harán porque te darán motivos para esforzarte y trabajar en lo que deseas.
Construye relaciones sociales profundas y significativas
Ama, comparte tiempo con quien te hace sonreír y te enseña cosas nuevas cada día. Conoce gente que saque lo mejor de ti y con quienes las conversaciones sean apasionantes. Construir vínculos profundos y significativos da sentido a nuestra vida y con ellos, la esperanza será esa pieza que nunca faltará en nuestra cotidianidad.
«La esperanza aprendida aparece con una mente más resiliente, con la emoción positiva, el propósito y las relaciones sociales enriquecedoras».
-Martin Seligman-
La esperanza aprendida no es solo un antídoto contra la depresión. Es un estilo de vida que actúa como trampolín hacia el bienestar social y emocional. Si bien es verdad que todos estamos programados para mirar al mundo con esperanza cuando las cosas van mal, es evidente que a veces ese mecanismo no funciona.
Convirtamos en hábitos las claves aquí especificadas. Los resultados no tardarán en llegar.