Mudarse es el punto de partida real hacia un nuevo hogar, pero también una potencial fuente de estrés. En este artículo te cuento cómo he vivido en primera persona nada más y nada menos que 5 mudanzas.
¡La mudanza es una puerta a una nueva vida! Es una oportunidad de romper con el contexto anterior y reiniciarlo. El acto de mudarse es un botón de reset que lleva implícito una palabra al pulsarlo: futuro. Sin embargo, ¿quién dijo que mudarse era algo fácil y divertido? El embalaje, el transporte y la recolocación de los enseres personales es un proceso que se dice fácil, pero se hace más complicado en la práctica.
Paradójicamente, al mudarte pones patas arriba tu casa, tu vida y tu paciencia. En mi vida recuerdo un total de 5 mudanzas, episodio arriba, episodio abajo. Sí, puedo decir que tengo una cierta experiencia en mudanzas. Y, a pesar de que siempre que comienzo una nueva me embarga la ilusión, lo vivido hace que modere mis expectativas.
Botón de reseteo: de camino al futuro
Mudarse mola. O, mejor dicho, mola la idea que te construyes en la mente sobre lo que significa mudarse. Reconozcámoslo: romantizamos las mudanzas. Y lo hacemos porque somos conocedores de que el cambio es bueno. Ya lo dijo mi compañera Alicia en este artículo: es importante aprender a cerrar etapas
“Todo cambia, todo pasa, todo se reinventa”.
-Alicia Escaño-
Mudarse implica regenerar todo un universo de relaciones. Algunas de ellas son las siguientes:
Cajas, muchas cajas
Es increíble la cantidad de trastos, enseres y objetos que podemos almacenar. Cada vez que me mudo, acudo al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) y buceo entre los criterios diagnósticos del trastorno por acumulación. Y, a veces, ¡cumplo criterios!
Si crees que vives con pocas cosas y que distas de ser la típica persona que tiene los estantes llenos de figuritas, probablemente cambies de opinión al mudarte. Cada vez que he trasladado mi domicilio hay dos hechos que son inamovibles: cajas (muchas cajas) y cantidades sorprendentemente ingentes de cinta adhesiva. La verdad es que, aunque tengamos pocas cosas, al sumarlas y verlas juntas, parecen reproducirse. Y hay que embalarlas.
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Bolsas de basura
Al guardar tus objetos personales, es probable que te encuentres también con algunos que ya no quieras. Este también es un hecho que actúa como lo hace la Ley de la gravedad de Newton.
¡Acuérdate de reciclar! El planeta nos lo agradecerá.
Al sacar los objetos para guardarlos, es normal que aparezcan algunos inútiles. Por ejemplo: resguardos de compras de hace meses o cajas de zapatos que ya ni siquiera utilizas. ¿Qué me dices de aquella camiseta roída por el tiempo que te resististe a tirar? Es como si todas esas cosas que antes permanecían escondidas e invisibles, ahora se revelasen como un secreto.
La parte positiva de la mudanza es que das paso a otras muchas cosas y recuerdos. Recordemos que la vida es cambio y es movimiento. Sin embargo, el proceso de separar lo que vas a tirar de lo que vas a conservar, meterlo en una bolsa y reciclarlo, requiere tiempo.
Al principio me costaba planificar este hecho, con el tiempo he aprendido que, al tenerlo en cuenta, los niveles de estrés se reducen.
Transporte
¡Marchando furgoneta! Pero, espera: ¿tienes una? En caso negativo, ¿la tiene alguien de tu entorno y te la puede prestar? Oh, no, solo tienes un coche y tiene un maletero pequeño. Es en estos momentos de la mudanza cuando se dispara una alarma en tu cabeza: ¿cómo voy a llevar todo lo que he embalado a mi nuevo hogar?
Básicamente, hay 3 métodos:
- Llamas a un familiar y le propones un plan, por ejemplo: déjame tu furgoneta y te invito a una comida. ¡A veces funciona!
- Alquilas una furgoneta. Hay alquileres de automóviles por días o por horas y pueden constituir una buena alternativa en caso de necesidad.
- ¡Mil viajes! Si ninguna de las anteriores opciones es para ti, siempre tienes la opción de hacer más de un viaje con tu método de transporte habitual.
A lo largo de todas las mudanzas que he realizado, he hecho uso de los tres métodos que he mencionado con anterioridad. Todos tienen sus ventajas y sus desventajas y varían en función de la disponibilidad que haya, del tiempo o del presupuesto.
¿Y después de la mudanza? La recolocación
Desembalar y recolocar es lo que más me gusta de todo el proceso de mudanza. Aquí la clave tiene un nombre: la creatividad. Los espacios nuevos con recuerdos del ayer son espacios hermosos. El tiempo que se invierte en esta tarea también es grande, pero en mi opinión, es más reconfortante porque transcurre construyendo un nuevo hogar que, aunque temporal, es casa.
¡Hola, vecinos!
Este es uno de los puntos más importantes de la mudanza. El vecindario es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de mudarse. ¿Te llevas bien con los tuyos? En mi caso, cuando me mudo procuro tener preparado un saludo y una sonrisa para todas las personas que residan en mi vecindario. Tener un buen vecino es tener un gran tesoro. En un momento dado, podemos necesitar que nos echen una mano, ¡y viceversa! Se trata de una sinergia potencialmente simétrica que puede aportarnos mucho.
Mudarse es una aventura. Es un proceso desafiante, que dista de ser relajante. En este sentido, la experiencia me dice que el hecho de reajustar las expectativas es una estrategia sumamente rentable, pues permite disfrutar de la mudanza más y el estrés que se siente es menor.