Los niños tienen un registro más limitado que los adultos para expresarse. Por ello, utilizan sobre todo el comportamiento para transmitir mensajes, y especialmente todo lo referido a sus necesidades. ¿Quieres saber cómo lo hacen y qué quieren comunicar en cada caso?
Cuando hablamos de crianza, generalmente ponemos el foco en la conducta de los niños, en si es buena o mala, deseable o indeseable y en cómo mejorarla. Es evidente que hay acciones que corregir, que los pequeños necesitan guía y enseñanza, pero si solo nos fijamos en sus actos, nos estamos quedando en un plano superficial e insuficiente. Los niños se comunican con su comportamiento, y es nuestra tarea aprender a escucharlos.
Detrás de cada conducta de un niño hay un mensaje, ya que esta es el reflejo de su mundo interno, de sus pensamientos y sus emociones. Es fundamental recordar que los niños no quieren molestarnos, desesperarnos ni hacernos daño, no hay malas intenciones tras sus comportamientos.
Si hay actitudes de tus hijos que te gustaría modificar, comienza por comprender de dónde vienen.
Los niños se comunican con su comportamiento
La comunicación entre padres e hijos es fundamental para su correcto desarrollo emocional, y esta debe comenzar a forjarse desde el nacimiento. La capacidad de los padres para percibir y entender las necesidades del bebé y su disposición a responder ante sus demandas es lo que establece el vínculo de apego.
Todos sabemos que si un recién nacido llora, es porque siente hambre, frío, sueño o incomodidad, o porque busca el contacto y el afecto de sus cuidadores. Tenemos claro que el llanto es su única vía de expresión y nos esforzamos por comprender qué necesita y actuar en consecuencia. Sin embargo, a medida que los niños crecen, perdemos esa sensibilidad.
Si un infante de dos años tiene una rabieta, asumimos que nos está desafiando y que ese es un mal comportamiento. Si un niño pega a su hermano, o no quiere dormir solo, no tardamos en reprocharle su mala conducta, como si fuese un intento deliberado de molestarnos o de portarse mal.
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No nos paramos a entender que el pequeño sigue sin contar con las herramientas necesarias para expresarse y gestionarse. No es un adulto en miniatura, y quizá esas conductas sean el único medio que encuentra para comunicarnos qué necesita.
¿Qué mensajes hay detrás del mal comportamiento de los niños?
Las conductas de los niños pueden comunicar mensajes diferentes. En cada caso será necesario analizar la situación, conocer al pequeño y observar con detenimiento para poder encontrarlos. Sin embargo, estos son algunos ejemplos que pueden servirte de guía para tus propias circunstancias:
Una intensidad emocional que son incapaces de gestionar
La rabieta de un niño puede ser solo la consecuencia de la acumulación de una intensidad emocional que, por su desarrollo incompleto, es incapaz de gestionar de otra forma. La capacidad de los pequeños para autorregularse es escasa, y algunas emociones negativas (como la ira, la tristeza o la frustración) pueden llegar a superarles.
En esta etapa evolutiva, los infantes buscan reafirmarse, hacer valer sus opiniones y oponerse en cierto grado a los mandatos ajenos. Por ello, cuando se les obliga a hacer algo que no desean, o se les niega algo que desean, pueden activarse en exceso y desencadenar una rabieta.
Si nos fijamos únicamente en su conducta, podemos reaccionar con enfado, sintiéndonos retados y tratando de imponernos para generar obediencia. En cambio, si escuchamos el mensaje, veremos que el niño no necesita una reprimenda, sino acompañamiento y ayuda para regular su estado emocional.
Celos e inseguridad
Imagina ahora que tu hijo ha adoptado la costumbre de pegar o gritar a su hermanito pequeño cada vez que juegan juntos. A simple vista, esto parece un problema de conducta y la solución parece clara: hay que enseñarle a no agredir a los demás. Sin embargo, es fundamental ir al fondo, a la raíz del problema, ¿por qué se está comportando así?
Es posible que, desde el nacimiento de su hermano, se sienta desplazado o desatendido por sus progenitores. Tal vez, porque se le mandó a dormir a su propio cuarto justo tras el nacimiento; quizá porque los padres comparan a ambos hermanos frecuentemente o porque priorizan el cuidado del niño más pequeño.
Estos pequeños gestos que pueden pasar desapercibidos, impactar de forma importante en el niño y llevarle a actuar de un modo poco apropiado. Al comprender lo que siente y atender sus necesidades emocionales, estaremos mucho más cerca de eliminar la mala conducta y, sobre todo, su malestar.
Ansiedad
Pongamos un último ejemplo. Imagina que tu hijo ha comenzado a morderse las uñas o los dedos y se está creando lesiones. Ante estas situaciones, los adultos optan por recurrir a soluciones terrenales: cortarle mucho las uñas, colocar esmaltes con mal sabor o simplemente regañar al niño cuando le ven haciéndolo.
Ahora bien, esto suele ser un signo de ansiedad, preocupación y nerviosismo. Es posible que el menor esté saturado por una agenda excesivamente llena de actividades, que esté reaccionando a un exceso de peleas entre sus padres o que esté intranquilo por un conflicto con sus compañeros de clase.
Son estas razones las que debemos descubrir y a las que hemos de poner solución. De lo contrario, estaremos tapando el síntoma, pero dejando de lado la causa subyacente.
Los niños se comunican con su comportamiento cuando no tienen más recursos
Descubrir el mensaje que guardan las conductas de los niños es el primer paso imprescindible, pero también es importante ofrecerles otro tipo de herramientas para expresarse y gestionarse.
La educación emocional les ayuda a entender qué sienten, a expresarlo de formas apropiadas y a regular sus estados de ánimo sin tener que recurrir a las “malas conductas”.
Evidentemente, los más pequeños aún no serán capaces de hacerlo con soltura, y por ello sus padres han de modelar y facilitar el proceso. No obstante, a medida que crezcan, y si han sido debidamente escuchados, serán más capaces de canalizar sus emociones adecuadamente. Aquí radica la importancia de una crianza respetuosa.