La salud física y mental no ocurre sin la otra. En ello coinciden todos los expertos que han hablado con Business Insider España:
«La salud es la salud. El mundo lo dividimos para entenderlo mejor, por eso hablamos de salud física y mental. Pero una no es sin la otra», explicita en una entrevista Rafael San Román, psicólogo en ifeel, una plataforma de bienestar emocional y apoyo psicológico.
De acuerdo con Unai Aso, psicólogo sanitario en Psonríe, existe una relación de continuidad entre la salud física y la salud mental. «Por ejemplo, sabemos que practicar actividad física aumenta la neuroplasticidad cerebral y mejora los síntomas depresivos».
«Mente y cuerpo trabajan en perfecta armonía. Podemos constatarlo en nuestro día a día cuando la ansiedad nos produce palpitaciones, la vergüenza dilata los vasos sanguíneos que causan el rubor y el miedo tensa nuestros músculos«, concluye Aída Rubio, responsable de los contenidos clínicos de TherapyChat.
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Según San Román, algunos pacientes con depresión, esquizofrenia u otro trastorno mental grave pueden notar, en ocasiones, señales en su propio cuerpo.
«Hay una permanente interacción de lo físico y lo psicológico», insiste el experto.
Esta relación es también evidente en problemas «menores», tal y como ha citado Rubio con anterioridad.
«Si yo tengo un dolor de cabeza, que puede ser un ligero problema de salud física, es muy difícil que yo esté alegre o inspirado», ejemplifica el psicólogo de ifeel.
«Esa sincronía hace que todas las enfermedades tengan un componente psicológico que puede aliviar o agravar el cuadro médico, de la misma manera que las alteraciones emocionales tienen un impacto en nuestra salud física», explica la experta de TherapyChat.
Algunas investigaciones han esclarecido este tipo de vínculos también para enfermedades más graves o difíciles de tratar como las cardiovasculares o el cáncer. Aunque se necesita más investigación sobre la causa de estas interacciones.
«Treinta años de datos epidemiológicos indican que la depresión predice el desarrollo de enfermedades cardíacas«, asegura Jesse C. Stewart, profesor asociado de psicología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Indiana al Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI, por sus siglas en inglés).
De hecho, defienden los autores de un estudio liderado por el experto, incluso el límite inferior de la prevalencia de la depresión entre los pacientes cardíacos —que oscila entre el 20% y el 30%— es más del doble de la prevalencia de esta condición tratable en la población general.
«Cada vez existe más evidencia de cómo los estados emocionales inciden en la aparición o intensificación de numerosas patologías», puntualiza Rubio.
«Por ejemplo, estar sometidos a períodos de gran estrés laboral aumenta las probabilidades de sufrir mareos, náuseas o dolores de cabeza recurrentes y, en algunos casos incluso, puede desencadenar un resfriado. Esto se debe a que nuestro cuerpo está somatizando nuestro malestar psicológico».
Varios estudios sugieren que los problemas de salud mental pueden ser factores de riesgo de enfermedades como el cáncer o las cardiovasculares
La asociación de la depresión como factor de riesgo suele ser similar a la de otros como el colesterol alto, la hipertensión, la diabetes o la obesidad, según describen los NHLBI.
Un estudio, en el que participó Stewart, sugiere que el tratamiento temprano de la depresión, antes del desarrollo de la enfermedad cardiovascular sintomática, podría reducir el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares a casi la mitad.
2 años más tarde, en 2017, Stewart reveló también en el avance de una de sus investigaciones que, en comparación con las personas sin depresión, los adultos con un trastorno o síntomas depresivos tienen un 64% de riesgo de sufrir la enfermedad de las arterias coronarias.
Y los pacientes con esta enfermedad y con síntomas de depresión, un 59% de tener un evento cardiovascular grave en comparación con los que no los tienen.
Otra de las investigaciones presentadas en el mismo año puso en evidencia que los pacientes tienen el doble de probabilidades de morir si desarrollan esta enfermedad mental después de ser diagnosticados con una patología cardíaca.
Y, una de las últimas investigaciones revisadas por pares, del British Medical Journal en 2019, mantiene que la depresión aumenta el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular aterosclerótica en un 41% para los hombres y un 48% para las mujeres.
«También han revelado que tener ansiedad puede incrementar 9 veces las probabilidades de sufrir daño vascular, de la misma manera que estar deprimido puede ser un factor de riesgo para la diabetes tipo II», destaca Rubio.
Estos vínculos, de acuerdo con la experta de TherapyChat, dependen del equilibrio del cuerpo.
«Se trata de un vínculo muy especial que nos hace funcionar como un todo perfectamente integrado. El problema es cuando ese equilibrio se rompe debido a una alteración que se mantiene en el tiempo, como ocurre en las personas que tienen ansiedad, depresión o están sometidas a un gran estrés laboral», explica.
«En estos casos, no solo se afecta el equilibrio emocional sino que también aumenta el riesgo de sufrir alteraciones físicas a largo plazo, las cuales pueden ir desde problemas más leves como el sangrado de las encías o lesiones en la piel hasta enfermedades más graves como un ataque al corazón«, advierte.
En lo que al padecimiento del cáncer respecta, pone en evidencia una revisión sistemática y metaanálisis publicado en Nature, la depresión y la ansiedad se asocian a un riesgo significativamente mayor de incidencia de cáncer —sobre todo de pulmón, cavidad oral, próstata y piel—.
También a la mortalidad específica por cáncer y mortalidad por todas las causas en pacientes oncológicos, lo que coincide con los resultados de otros de sus estudios publicados en 2019.
«La angustia psicológica (síntomas de depresión y ansiedad) se relacionó con una mayor mortalidad específica por cáncer y una menor supervivencia del cáncer, pero no con una mayor incidencia de cáncer», puntualizan los autores del metaanálisis.
No obstante, el psicólogo de ifeel destaca que en el cáncer influyen muchas más cosas que un momento de ansiedad o estrés.
De facto, hallazgos de un estudio publicado en PLoS ONE en 2017, también han revelado que podría haber una relación bidireccional entre la depresión y los trastornos autoinmunes.
«Esto sugiere que los factores de riesgo compartidos pueden contribuir a esta relación, incluidas las exposiciones ambientales comunes que aumentan los niveles de inflamación de referencia y los factores genéticos compartidos», concluyen los autores.
«Lo que sucede es que nuestro bienestar, tanto físico como mental, está determinado en última instancia por el equilibrio químico en nuestro cuerpo. Hormonas como el cortisol y neurotransmisores como el acetilcolina no solo se encargan de regular nuestras emociones sino que también intervienen en la regulación del ritmo cardiaco o la presión arterial», explica Rubio, de TherapyChat.
No existe evidencia científica suficiente que confirme que los problemas mentales son la causa de las enfermedades físicas
Según el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI, por sus siglas en inglés), la mayoría de los estudios son observacionales, por lo que no se puede concluir que unas son la causa de las otras.
De hecho, Robert Carney, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, EEUU, explica a los NHLBI que la depresión también se asocia con otros factores de riesgo, incluido el tabaquismo, por lo que puede ser difícil separar sus efectos de los de otros.
Otros expertos, Ken Freedland, también de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, sugieren que hay explicaciones conductuales plausibles: la mala adherencia a la dieta, el ejercicio y los medicamentos, y una mayor prevalencia de tabaquismo, que se han asociado con la depresión con o sin enfermedad cardíaca establecida, dice a los NHLBI.
«Nada de esto significa que nuestro estado emocional sea suficiente para provocar una enfermedad física en una persona sana, pero si se trata de alguien que ya padece sobrepeso o hipertensión, las emociones pueden actuar como detonantes», aclara la psicóloga de TherapyChat.
«Sin embargo, es importante tener en cuenta que esto también ocurre en sentido inverso, es decir, el diagnostico de una enfermedad crónica puede afectar la estabilidad mental de una persona e incrementar el riesgo de padecer alteraciones como la depresión o la ansiedad»
San Román también señala que el estrés, por ejemplo, por su propia naturaleza genera mucha tensión física, mucha activación del organismo, y esto puede influir en el sistema circulatorio. Pero, aclara, no porque se tenga una depresión es más probable que se sufra un infarto.
«Si yo vivo permanentemente sometido a un nivel de ansiedad o estrés, tengo malos hábitos de vida y una vulnerabilidad genética, pues hay mucha más probabilidad de sufrir un accidente vascular», apunta y añade que tampoco se puede asegurar que mejores hábitos de vida o estados de ánimo eviten estas enfermedades o mejoren su tratamiento. «Desgraciadamente no funciona así».
El psicólogo Aso, de Psonríe, coincide con San Román.
«Hay expertos que también han cuestionado la utilidad del llamado «pensamiento positivo» por el riesgo de utilizar ese tipo de mensajes simplistas o de autoayuda para convertirlos en una especie de panacea que todo lo cura», advierte.
Aunque, conforme a los resultados de la revisión anteriormente citada, los análisis sugieren que la depresión y la ansiedad pueden tener un papel etiológico y un impacto pronóstico en el cáncer. Pero, puntualizan, existe una posible causalidad inversa.