Mentiras prosociales: falsedades para quedar bien

A veces, al hacer uso de la sinceridad más cruda hacemos un daño que sería fácilmente evitable. Para ello precisamente podemos recurrir a las mentiras prosociales: pequeñas falsedades compasivas que buscan lograr que otro se sienta mejor consigo mismo. ¿Te son familiares?

Todos hemos dicho mentiras prosocionales en más de una ocasión. Este recurso se aplica como un ejercicio de la compasión hacia los demás y también es una buena muestra de nuestro deseo de dar un refuerzo positivo a los demás. Porque echar mano de alguna que otra falsedad para quedar bien, para dar ánimos, sabiendo que ese engaño no es nocivo, también es un reflejo de la empatía.

Admitámoslo, la mayoría hemos dicho alguna vez eso de “yo preferiré la sinceridad a la mentira”. Más aún, abundan también las personas que insisten en que ellas siempre emplean la verdad en cualquier circunstancia. Sin embargo, antes de recurrir al sincericidio es más apropiado utilizar la mentira blanca, esa afirmación falsa que tienen una intención benevolente.

Las relaciones sociales son dinámicas altamente complejas en las que es adecuado, de vez en cuando, recurrir a estas artimañas. El objetivo no es otro que salvaguardar el bienestar y la autoestima de los demás.



Así, y solo como ejemplo, no podemos decirle a nuestro mejor amigo que es la persona más poco agraciada físicamente que hemos conocido. Cualquier otro comentario será sin duda más apropiado…

¿Qué son las mentiras prosociales?

Uno puede ser consciente de que es torpe para ciertas cosas, que ha cometido ciertos errores y que tiene más de un defecto. Sin embargo, no es necesario que alguien nos lo recuerde de manera descarnada. A pesar de ello, es común que de vez en cuando nos venga una figura cercana con el comentario de siempre: “no quiero que te tomes esto a mal, pero yo siempre soy sincero con los demás, así que… “.

En efecto, la honestidad sin filtros ni límites hace daño y, por lo general, son las personalidades con baja empatía quienes la hacen suya, creyendo que, con ello, generan un beneficio a la humanidad. La verdad siempre ha de acompañarse de la sensibilidad y en ocasiones uno es consciente de que, en su lugar, es mejor recurrir a una falsedad benevolente.

¿Nos hace esto ser peor persona? En absoluto. Las mentiras prosociales son una estrategia necesaria para evitar que otros se vean lastimados por verdades negativas. Porque hay evidencias que no tienen ninguna utilidad al ser puestas en voz alta. Por ejemplo, si un familiar se hace un determinado peinado y no nos gusta, no tiene sentido decirte que nos parece horrible si ellos se sienten bien con esa imagen.

Mentir a veces sí es necesario: nos ayudan a que las interacciones se desarrollen sin problemas

El fenómeno de las mentiras prosociales ha interesado desde hace décadas a la ciencia. Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad McGill, indican que esas falsedades compasivas son necesarias para cuidar de nuestras relaciones sociales.

Lo que se busca con estos recursos es obtener recompensas psicológicas, como el respeto y la comprensión. Procuramos que la otra persona salvaguarde su imagen y su autoestima, evitando herir sus sentimientos. Las mentiras prosociales o también denominadas piadosas forman parte de nuestros valores, porque lo que buscamos es conservar relaciones, no romperlas.

Pensemos por un momento lo que sería vivir con una pareja que hace uso de una sinceridad sin filtros en cada momento y situación. Sería alguien que hablaría sin tapujos de nuestros fallos y defectos, una persona que nos revelaría cada uno de sus pensamientos sin sopesar las consecuencias. Como podemos deducir, sería muy difícil hacer vida con un francotirador de la verdad.

Las mentiras prosociales están presentes en muchas culturas

Hay una norma no escrita en muchos países que nos recuerda que el uso del sincericidio viola las normas sociales. Tanto es así, que países orientales como Japón se integran las mentiras piadosas como términos de normas de cortesía. Si están conversando ante alguien desaliñado, por ejemplo, no se le recriminará su aspecto.

Si en una reunión de negocios un posible socio no genera confianza, no se le dirá de manera abierta y sincera, se usarán recursos más amables. Por otro lado, también se sabe que culturas como la alemana, prefieren la comunicación directa o contundente, en la que la verdad más desnuda y fría sí tiene cabida en determinadas ocasiones (House y Kasper, 1981 ; Houck, 1992 ; House, 1996)

Asimismo, si nos preguntamos si los niños también hacen emplean esta estrategia, la respuesta es sí. Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Queen, en Ontario, aportan un dato revelador.

Pudo verse que los niños chinos usan las mentiras prosociales para proteger al grupo. Los niños de Canadá, en cambio, las aplican para proteger al individuo.

Mentir por compasión también nos hace sentir mejor

Las mentiras blancas, inocentes y benevolentes son buenas para todos. Más allá de esa idea moral de que “mentir es pecado o reflejo de la maldad humana” hay un reverso que conviene tener presente. La falsedad prosocial no daña, beneficia a todas las partes. Nos permite salvaguardar la integridad psicológica de los demás. Respetar su identidad y autoestima.

Asimismo, revierte también en nuestra imagen y autoconcepto al reforzar nuestro vínculo con los demás. Todos, de algún modo, comprendemos que hay realidades que duelen, que no son útiles revelarlas y que siempre es mejor camuflarlas que dejarlas caer como quien lanza una losa sobre un amigo o un conocido…

Valeria Sabater.

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