Si tu pareja te propone tener una relación abierta, tienes varias opciones. Pero, ¿cuál tomar? En este artículo te ayudamos.
Cuando la pareja propone tener una relación abierta, los sentimientos que surgen son variados. Dependiendo de la persona, la cultura y el contexto social puede recibirse mejor o peor, pero ¿son las relaciones abiertas aptas para todos?
En los tiempos que corren, en los que cada vez se aceptan y se normalizan más modelos de relación, es fácil que las personas que han recibido una educación tradicional se muestren menos abiertas a experimentar otras formas de estar en pareja. No obstante, no es imposible.
Si tu pareja te ha propuesto tener una relación abierta y no quieres, estás en tu derecho. Aquí te ayudamos a analizar la situación y a dar la respuesta más consistente con tus necesidades y tu estilo afectivo.
¿Qué son las relaciones abiertas?
Lo primero es informarse a fondo de qué son las relaciones abiertas. A priori, puede parecer que se le está dando permiso a la pareja para acostarse con otras personas cuando le apetezca, pero no es así. Existe una gran cantidad de tipos de relaciones de pareja, todas igual de válidas, y la monogamia es solo una de ellas.
Las relaciones abiertas se caracterizan porque los integrantes de las mismas no consideran la monogamia necesaria para mantener una relación sana y estable, por lo se establece la posibilidad de mantener relaciones con terceras personas.
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Este tipo de relaciones pueden ir desde relaciones sexuales esporádicas con otras personas hasta vínculos sentimentales más o menos estables. Algunos de las modalidades que existen de pareja abierta son las siguientes:
- Parejas mixtas: uno de sus integrantes practica la monogamia y el otro mantiene varias relaciones al mismo tiempo.
- Parejas swingers: para ambos miembros es aceptable que su pareja mantenga relaciones sexuales con otras personas, siempre y cuando no se involucren de manera sentimental, sino más bien desde el sexo y lo pasional.
- Poliamor: uno o ambos miembros de la pareja tienen más de una relación romántica, haya sexo o no.
- Relación abierta típica: ambos integrantes se permiten el uno al otro tener relaciones sexuales con terceros.
Convertir una relación tradicional y monógama en una de las anteriores implica un cambio de mentalidad y perspectiva sobre cómo vivir las relaciones, tanto emocionales como sexuales. Antes de dar una respuesta a tu pareja, analiza bien la situación para decidir de la forma más honesta posible.
Cómo procesar que tu pareja quiere una relación abierta
Puede que la petición te haya sentado como un jarro de agua fría. Aunque en un primer momento pueda parecer un evento estresante, tómatelo como una forma para analizar tus preferencias y tus sentimientos ante las relaciones no convencionales. Más adelante tienes una serie de consejos para ayudarte.
Infórmate sobre las parejas abiertas
Como se decía anteriormente, una relación abierta tiene muchas modalidades. Si tu pareja no te ha especificado una, pregúntaselo. Es posible que alguna de estos tipos de relación encaje mejor contigo y podáis llegar a un acuerdo.
Por otro lado, empaparse de información es una gran ayuda para liberarse de prejuicios y practicar la normalización. Al igual que la monogamia no es algo por lo que se pueda juzgar a una persona, tampoco el resto de relaciones lo son.
Establece una comunicación honesta con tu pareja
Deja a un lado los celos y establece una comunicación constructiva con tu pareja. Sus razones para proponer una relación abierta deben ser expuestas con sinceridad y debes escucharlos sin juzgar. De lo contrario, os arriesgáis a que aparezcan desavenencias propias de la comunicación enturbiada, como las mentiras y los malentendidos.
Averigua las razones por las que tu pareja quiere una relación abierta
Con ayuda del punto anterior, es bueno dejar claras las razones de la petición del cambio de modalidad de pareja. El peligro más frecuente en estos casos es que alguien pida abrir la relación como una forma de empezar un proceso de ruptura. De esta manera, la persona intenta no enfrentarse al conflicto que siente ante la posibilidad de mostrar de manera abierta su deseo de terminar con la relación.
En cambio, otras personas pueden utilizar el refugio de la pareja abierta para intentar mejorar la relación, a modo de “parche”. Aunque podría tener este efecto, lo cierto es que suele conseguirse normalmente lo contrario. La pareja, lejos de mejorar su relación, se empeora todavía más introduciendo en la ecuación a personas extrañas.
Mi pareja quiere una relación abierta y yo no: cómo actuar
Si después de todo este análisis y deconstrucción, tu balanza se inclina hacia el no, es el momento de tomar decisiones. Tanto si decides ser consistente con tu negativa como si decides probar a tener una relación abierta, hay una serie de consideraciones que debes tener en cuenta.
Preferencias sobre obligaciones
Una relación abierta solo funciona cuando quienes participan en ella se sienten bien con los acuerdos implícitos y explícitos que rigen esa relación. Las personas no se sienten obligadas a adoptar esa forma de relación, sino que la prefieren.
En este sentido, no tomes un camino por el que no quieras caminar por compromiso o miedo a que la relación termine. Esta forma de sacrificio implícito solo puede ser una enorme fuente de sufrimiento.
Comunícalo desde el respeto
Si sientes que no puedes tener una relación abierta y decides no probar, debes comunicárselo a tu pareja de la forma más honesta posible. Deja a un lado sentimientos negativos como el rencor o los celos, pues esa persona te está pidiendo algo válido y su necesidad es real.
De igual modo, si la otra persona decide aceptar tu negativa y seguir con la monogamia, debes asegurarte de que expresa su conformidad sin reservas. Es importante no presionar a la otra persona para que permanezca a tu lado.
Asume las consecuencias
Como decíamos, si tu pareja quiere una relación abierta y tú no, estás en tu derecho de renunciar, de expresar que es una forma de relación que no quieres. Ahora, el otro también está en su derecho de querer cambiar las condiciones.
Somos seres dinámicos, y dentro de este dinamismo, los cambios forman parte de lo predecible. Son rutina. Sucede algo similar al contrario; el caso de una pareja que tenga una relación abierta y alguno de los dos planteé cambiarla.
Ahora bien, el hecho de que nuestra pareja se decante por dar un paso en una dirección que nosotros no queremos y que ese planteamiento sea aceptable, incluso comprensible, no evita que el conflicto no nos haga sentir mal.
El malestar en estos casos es normal, se abre un precipicio y elijamos ir en una dirección u otra, podemos empezar a sentirnos muy inseguros e incluso llegar a preferir romper el vínculo antes de aceptar una nueva forma de relación que no queremos.
En cualquier caso, las relaciones abiertas son relativamente nuevas -en cuanto a su normalización en la sociedad, porque han existido siempre-, así que acudir a un psicólogo de pareja podría ser una buena opción.