La polémica sobre la falta de presencia de cómicas en la programación de la famosa sala ‘La chocita del Loro’ deja visible la desigualdad y los estereotipos que todavía existen . Tanto en la cultura como en el mundo laboral. ¿Por qué? ¿acaso no hacen reír las mujeres?
Las mujeres y el humor
Empezar considerando el humor que hacen las mujeres como un tipo de humor, es en sí un gran error. No tienen nada que ver los monólogos de la veterana Eva Hache, con el humor teatralizado de Pilar Conde en ‘Sé lo que hicisteis…’ al humor reivindicativo de Nerea Pérez. Si en los canales de monologuistas o de comedia se etiquetara solo por el género, solo tendríamos dos: humor de hombres y humor de mujeres. Si no se hace eso con ellos, ¿por qué se haría con ellas?
Aunque sin argumentos, parece que es lo que sigue sucediendo. Recientemente la directora de programación del teatro madrileño ‘La Chocita del Loro’ era preguntada por la falta de cómicas en el cartel: frente a 26 hombres haciendo humor, solo una mujer incluida. La respuesta de esta fue decir que era difícil contratar a más cómicas porque el humor que hacían estas era “como de víctimas o muy feminista, y el público que va, que es muy variopinto, no lo suele comprar”. El gerente de la sala no ha mejorado la situación precisamente: “Muchas de ellas no acaban de cuajar porque no atraen gente, quizás sea por nuestro tipo de público”, ha dicho.
Chistes muy viejos (y ajados)
Parece ser que estamos de nuevo en los años 60, donde la cómica Midge Maisel lucha por abrirse paso en el humor y que le den su oportunidad en los monólogos en vivo en la serie ‘The Marvelous Mrs. Maisel’. No solo no se hace el esfuerzo por valorar la profesionalidad y enganche de los y las artistas si no que directamente se justifica vetar a profesionales solo por su género. Si son mujeres, pero también si hablan de feminismo, usan el lenguaje inclusivo o si se ríen de los privilegiados. No es de extrañar el revuelo y que incluso haya cómicos que sí que estaban en la programación de la sala que han decidido no actuar, como Jaime Caravaca.
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Otras miradas se han dirigido a la excusa: si desde la sala se dice que no incluyen a más mujeres en la programación porque no venden, ¿por qué no paran de vender el cartel de ‘no hay entradas’ en los espectáculos protagonizados por mujeres? Es el caso del show Deforme Semanal (con Isabel Calderón y Lucía Lijtmaer) o de Estirando el Chicle (con Carolina Iglesias y Victoria Martín), por ejemplo. Estas últimas incluso superando con su podcast a cómicos consolidados como Buenafuente o Berto Romero (Nadie sabe nada).
El falso humor unisex
Además de la excusa de no programar basándose en prejuicios sexistas, está la queja de lo políticamente correcto. Si las cómicas hacen todas humor feminista, ¿qué humor hacen los hombres? Si la mitad del público que acude a las salas de monólogos son mujeres, ¿por qué el humor que hacen los hombres se considera para ‘todos los públicos’ y el de las cómicas no?
“La Chocita se ha quedado congelada en el tiempo, no ha entendido ni el 8M, ni que somos la mitad de la población, ni que cada mujer cómica es un mundo y que la buena o mala comedia no es cuestión de género”, afirma la guionista y humorista Pilar de Francisco. Ella, en declaraciones a los medios, asegura que siempre que ha pasado por delante de la sala y ha visto el cartel de monólogos se decía lo mismo: “Estos siguen en sus trece, aquí mujeres pocas”.
La diversidad en el humor, reflejo de la sociedad
Una barrera, la mental de muchos programadores y dueños de espacios de humor, que no tienen en Youtube o en las redes sociales. Allí triunfan cómicas y cómicos que no entran en los parámetros de lo tradicional, que hablan de otras cosas o que hacen humor que incomoda. Profesionales de la comunicación, de la interpretación, del activismo, que han encontrado en el humor una forma de ocio, pero también de cultura y de lucha.
Son el caso de la humorista Elsa Ruiz, que además es ilustradora y mujer trans; de la afrodescendiente, actriz y cómica Asaari Bibang; o el cómico Ger, que se autollama ‘tu mamarracha de confianza’. Diversidad que existen en nuestras calles, casas y trabajos y que todavía se empeñan muchos en no dejar que se vea en los escenarios ni los monólogos de humor.