¿Cuántas veces te has arrepentido de tus actos y decisiones pasadas? Te contamos cómo ese remordimiento puede afectar a tu vida.
¿Cuántas veces al día recuerdas el pasado? ¿Cuánto tiempo inviertes en analizar lo que hiciste, lo que dejaste de hacer o lo que pudiste haber hecho mejor? Y, sobre todo, ¿cuánta crítica destructiva hay en estos pensamientos sobre un tiempo ya inexistente? No te juzgues por tu pasado, ya no vives allí.
La mayoría de nosotros tenemos el hábito de rememorar nuestras vivencias, actos y decisiones anteriores con frecuencia. Sin embargo, desafortunadamente, no lo hacemos desde el amor, sino desde una perspectiva, muchas veces, despiadada. Escudriñamos nuestro pasado con lupa, resaltando cada fallo y aplicando una exigencia de perfección tan cruel como poco realista.
¿Por qué somos tan poco autocompasivos? La realidad es que no somos conscientes del daño que nos hacemos. Pensamos que al analizar críticamente nuestro pasado estamos aprendiendo algo del mismo. Creemos que al arrepentirnos o culparnos constantemente por lo sucedido estamos pagando una deuda. Sin embargo, el mayor aprendizaje viene cuando dejamos de juzgar a nuestro yo del pasado y nos reconciliamos con él.
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No te juzgues por tu pasado
No te culpes
La culpa es la herramienta más poderosa de nuestro ego para mantenernos anclados al pasado. Nos sentimos culpables por haber herido a alguien, por haber permitido que nos dañasen a nosotros, por no tomar mejores decisiones. Nos preguntamos cómo pudimos actuar de aquel modo y nos reprochamos continuamente no haberlo hecho mejor.
Sin embargo, antes de caer en la culpa recuerda siempre que hiciste lo mejor que pudiste. No pudiste haber actuado de un modo diferente con el nivel de conciencia que tenías en aquel momento. Lo que hiciste fue lo único que podías hacer con lo que sabías en aquel entonces, con lo que eras y las circunstancias en las que estabas.
Ahora, con la perspectiva de los años y la experiencia acumulada, te resulta sencillo hallar alternativas. Pero la claridad viene siempre después de las lecciones, no antes.
Si ahora eres capaz de ver el pasado desde otro ángulo es precisamente gracias a tus errores anteriores. Celebra tu toma de conciencia, pero no caigas en la trampa de culparte: hoy sabes lo que entonces no sabías, hiciste lo que pudiste.
No te arrepientas
Por otro lado, el arrepentimiento es también una emoción que esclaviza. Es muy loable arrepentirse por haber dañado a alguien, o incluso a nosotros mismos, siempre y cuando esto venga acompañado de una actuación consecuente. Es decir, pedir perdón, enmendar el daño y extraer un aprendizaje.
¿De qué sirve renegar constantemente de lo que ocurrió? ¿Por qué invertir nuestra energía en frustrarnos y desear que nunca hubiese sucedido? Eso ya no es posible. Por ello, recuerda que en realidad todas esas vivencias te aportaron lecciones que te han convertido en quien eres. Es tu historia, con los errores, fallos y tropiezos la que te ha traído hasta aquí. Agradece lo aprendido y sigue adelante.
No te condenes
Por último, ten presente que cada día tienes la oportunidad de reinventarte y que tu pasado no define quien eres hoy. Si cometiste un error, eso no te convierte en un fracaso o en una mala persona.
¿Lo intentaste y fallaste?, eso no implica que vayas a volver a fallar. Si en un pasado fuiste egoísta, o incapaz de poner límites, no significa que esa sea tu naturaleza inamovible. Deja de definirte y condenarte por lo que fuiste. No te juzgues por un pasado en el que ya no vives.
No te juzgues, reconcíliate contigo
En definitiva, es momento de aprender a mirar con compasión a la persona que fuimos. Seguramente heriste y permitiste que te hirieran; probablemente, si pudieras volver atrás con el conocimiento que ahora posees cambiarías muchas de tus actuaciones pasadas. No obstante, perdónate, compréndete, y mira con amor a tu versión anterior.
Recuerda, ante todo, que las vivencias son lecciones y no sentencias. Integrar nuestra historia y todo lo acontecido en ella es esencial para sentirnos libres de crear un nuevo camino. La culpa, los remordimientos y la autocrítica constante nos atan a esos momentos dolorosos, nos condenan a vivir permanentemente en un tiempo que ya pasó.
Reconcíliate contigo y permítete seguir adelante; ahora estás en disposición de trabajar para ser una persona diferente. Ya no vives en tu pasado, intégralo, aprende de él y continúa.