Una persona que siempre hace lo que los demás dicen puede ser muy cómoda para su entorno, pero también arrastrar un enorme peso en traumas y frustración. Así, hoy queremos hablar de la personalidad sobreadaptada.
La personalidad sobreadaptada es uno de los problemas que pasan más desapercibidos. Incluso llega a verse como una virtud, ya que para el entorno puede ser muy cómodo alguien así. Su rasgo esencial es la obediencia a los mandatos de la familia, la escuela, la iglesia, la sociedad y cualquier autoridad o norma.
¿Por qué resulta problemático que alguien tenga una personalidad sobreadaptada? ¿Qué hay de malo en ser un alumno ejemplar, hijo obediente, ciudadano sin tacha, etc? Por supuesto, este tipo de personas suelen producir muy pocas quejas. Mientras tanto, la persona con este tipo de personalidad es muy vulnerable ala represión, la ansiedad y el sufrimiento en general.
En la personalidad sobreadaptada, el sujeto está más enfocado en responder a las demandas del entorno que en reconocer y gestionar su propio deseo. Se podría decir que es una negación extrema de la individualidad, en función de los otros. Esto, con el tiempo, puede llegar a tener un precio muy alto.
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“Serán, posiblemente, personas con éxitos sociales y funcionales a muchos que les rodean, ya que confunden ‘ser queridos’ con ‘ser exigidos’, pero no disfrutan a conciencia de esos logros por la situación de enajenamiento en la que viven y están en grave riesgo de desarrollar enfermedades psicosomáticas”.
-Patricia Caporalín-
La personalidad sobreadaptada
La personalidad sobreadaptada se puede definir como una forma de ser que está excesivamente enfocada en cumplir con las expectativas ajenas. Quienes lo ven desde fuera, lo que aprecian es a una persona madura, equilibrada, conciliadora, amable y correcta. Quienes lo viven desde dentro, sienten malestar, pero casi nunca saben por qué.
Quien está preso de la sobreadaptación se acomoda a todo tipo de circunstancia. Por eso es tan habitual que sus rasgos terminen siendo vistos como habilidades o virtudes. Lo malo es que el precio que está pagando esa persona para actuar así es nada menos que el de su libertad.
En muchas ocasiones este tipo de personas sienten muchas ganas de negarse a acceder a una petición. También experimentan deseos de gritar “no” a muchas de las demandas que les hacen. Sin embargo, termina imponiéndose la necesidad de obedecer y entonces no molestan, callan, aguantan y siguen desempeñando su papel de persona ideal.
¿De dónde nace la sobreadaptación?
La personalidad sobreadaptada tiene origen en una infancia dominada por figuras paternales narcisistas y tiránicas. Ese tipo de padres suelen ser personas con grandes frustraciones que cargan con el peso de traumas no resueltos y lo habitual es que se muestren muy contrariados cuando sus hijos no cumplen con sus expectativas.
También es posible que la sobreadaptación tenga origen en un entorno marcado por la violencia intrafamiliar; no pocas veces, por problemas de adicción en uno de los progenitores. El niño teme reacciones que percibe como irracionales y desproporcionadas. Por eso practica una obediencia ciega. Es una forma de mantenerse a salvo, de no provocar al otro.
Este tipo de rasgos se han detectado incluso en bebés que no lloran, pero que enferman con frecuencia. Ese es uno de los puntos importantes: todo eso que no se expresa con la conducta encuentra una vía para manifestarse. Esa vía suele ser el cuerpo y la enfermedad.
Abrir la puerta de la libertad
La personalidad sobreadaptada no es nada fácil de reconocer, en especial para el titular de la misma. Le parece loable hacer lo que hace y actuar como actúa. Se ha acostumbrado a que lo elogien por ello y, por lo tanto, asume que cualquier señal de disrupción o de desviación en su conducta es un problema que debe resolver volviéndose a ajustar a lo que esperan de él o ella.
Los motivos por los que actúan así son muy profundos. En el fondo, sigue vivo ese niño que temía ser abandonado o rechazado por sus padres o profesores, si no se ajustaba a sus mandatos. O el niño que experimentaba horror y no quería ser el causante de situaciones que lo atemorizaban aún más. La sobreadaptación le ha servido para sobrevivir emocional, y a veces también físicamente, a entornos hostiles. Por eso, se resiste a reconocer que es un problema.
Estos casos requieren de ayuda profesional para encontrar la llave que abra la puerta hacia la libertad. Lo malo es que casi nunca estas personas creen necesitar ayuda. Ese es el obstáculo más grande. Por lo demás, una psicoterapia es capaz de ayudarles a descubrir, por fin, quiénes son en realidad y qué es lo que quieren realmente.