Un grupo de científicos franceses se plantearon estudiar cómo se produce la fatiga a nivel mental. Su objetivo fue estudiar qué sucede en nuestro cerebro cuando nos dedicamos a una actividad mental muy exigente durante un tiempo.
La intuición nos dice que pensar cansa. No es difícil llegar a esta conclusión, ya que cualquier persona puede experimentarlo en carne propia. Basta con realizar una actividad intelectual muy exigente. Una vez que hayamos comenzado, no tardaremos en darnos cuenta de cómo nuestro cerebro va perdiendo agilidad, algo parecido a lo que le sucede a nuestros músculos cuando hacemos ejercicio.
Un grupo de científicos de la Universidad Pitié-Salpêtrière realizó una investigación para encontrar las razones por las cuales pensar mucho cansa. Llegaron a la conclusión de que hay un punto en el que la actividad intelectual comienza a producir sustancias neurotóxicas, esto es, nocivas para el funcionamiento del cerebro -algo parecido a lo que hace la acumulación de ácido láctico en los músculos-. Parte de los resultados del estudio son cuestionables, lo que no quita para que nos aporten información valiosa sobre el fenómeno de la fatiga mental.
“Nuestros hallazgos muestran que el trabajo cognitivo da como resultado la acumulación de sustancias nocivas”.
-Mathias Pessiglione-
Pensar mucho cansa
La ciencia ha encontrado que la fatiga intelectual es una especie de alarma que envía al cerebro. Supone una especie de indicación para que cambiemos la actividad que estamos realizando por otra menos exigente y más gratificante. De este modo, el cansancio opera como un protector de la función cerebral -igual que la fatiga evita que nos lesionemos-.
A diferencia de una máquina, el cerebro tiene límites en su actividad. Cuando llega a ellos, se activan los mecanismos de autoprotección. Esto ocurre cuando comenzamos una actividad que es exigente a nivel cognitivo.
Lo que los científicos han descubierto ahora es que todo esto no solo tiene que ver con los límites naturales del cerebro. No es solo que diga “ya es suficiente, necesito descansar”, sino que mientras se manifiesta la fatiga también se producen sustancias potencialmente nocivas para el cerebro. La señal de alarma se genera principalmente por eso.
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Un estudio minucioso
Los investigadores de la Universidad Pitié-Salpêtrière decidieron realizar un experimento para evidenciar las razones por las que pensar mucho cansa. En otras palabras, querían saber por qué el trabajo mental llega a cansar tanto como el ejercicio físico. Para ello, reclutaron a 50 voluntarios con el objetivo de que llevaran a cabo una serie de tareas, durante 6,5 horas continuas. Estas corresponden a la jornada laboral habitual en Francia.
Los voluntarios fueron divididos en dos grupos. A uno de ellos se le encomendó realizar una gran cantidad de tareas, mientras que al otro muchas menos. Lo que debían hacer básicamente era ejercicios de memoria, con letras, números y colores. Mientras lo hacían, eran monitorizados por un sistema de rastreo ocular y por imágenes de resonancia magnética.
El rastreo ocular tenía como objetivo hacerle un seguimiento a los cambios en la pupila. Algunos estudios previos habían demostrado que esta se contrae cuando se realiza una actividad intelectual exigente. Por su parte, la resonancia magnética pretendía explorar si había algún cambio apreciable en el cerebro que diferenciara a un grupo del otro.
Los resultados de la investigación
Se constató que había una menor dilatación de la pupila en los miembros del grupo que debía realizar más actividades intelectuales. También se encontró que en ese grupo se presentaron más cambios de conducta tendientes a buscar actividades que exigieran menos esfuerzo y proporcionaran más gratificación.
Así mismo, y esto es lo más relevante, detectaron que las personas que trabajaron más también tenían niveles más elevados de glutamato en la corteza prefrontal del cerebro. Aunque esa sustancia participa en la activación de las funciones cerebrales, cuando se acumula ejerce el efecto contrario: hace que nuestro rendimiento mental disminuya. En el fondo, esta sería la causa biológica por la cual pensar mucho cansa.
¿Cómo revertir esta condición? Hasta el momento, lo único que permite que nuestro cerebro vuelva a rendir de manera óptima es el descanso. Dejar de realizar la actividad intelectual y hacer algo menos fatigante. También dormir. Durante el sueño, el propio cerebro hace una especie de “limpieza” para dejar las cosas en orden. Así pues, nunca hay que hacer oídos sordos al cansancio mental si queremos tener un cerebro saludable.