¿Por qué tu cerebro está programado para enfocarse en lo negativo?

Las fórmulas fáciles para ser felices no funcionan por una razón muy concreta: nuestro cerebro está programado para focalizarse más en las amenazas del entorno y en recordar los hechos negativos. Es de ese modo como hemos sobrevivido como especie.

Ver más los problemas que los soluciones, recordar más los hechos traumáticos que los instantes agradables, focalizarse más en las amenazas que en las oportunidades… El cerebro está programado para enfocarse en lo negativo y esto explica por qué nos cuesta tanto alcanzar el bienestar o ser “un poco más felices”. No es sencillo ir en contra de las bases neurológicas ni de miles de años de evolución.

Las raíces neurológicas de la negatividad existen y todos las tenemos por una razón concreta: para permitirnos sobrevivir. Es una evidencia, es una realidad y una necesidad básica que nos ha ayudado a llegar hasta donde estamos. Si el ser humano no hubiera orientado su mente a detectar peligros y amenazas del entorno, lo más probable es que otra especie nos hubiera sustituido en algún momento.

A la clásica premisa evolucionista de que solo los más fuertes sobreviven, podríamos añadir quizá que solo los que hacen caso a su instinto del miedo y saben reaccionar de manera flexible para adaptarse al entorno alcanzan el éxito. Ese sesgo de negatividad, no busca bloquearnos o inmovilizarnos, si no lograr que emitamos una respuesta y un plan de acción ante cada desafío.



Estamos programados evolutivamente para dar más valor a las experiencias negativas que a las positivas. Debemos aprender de la experiencia para actuar posteriormente de manera más rápida ante los peligros.  

Razones de por qué tu cerebro está programado para enfocarse en lo negativo

Nos encantaría que comentarios como “focalízate más en lo positivo o deja ya de pensar en las cosas tristes” nos funcionaran. Sería maravilloso, sin duda, que después de vivir un hecho adverso nuestra mirada siguiera atendiendo solo las cosas amables y esperanzadoras del día a día. Sin embargo, el cerebro no sigue esta norma, porque a él no le importa si somos o no felices, solo quiere que sobrevivamos.

Pongamos un ejemplo: salimos con nuestro coche una mañana a trabajar y, de pronto, en un cruce aparece otro automóvil de improviso realizando una mala maniobra que está a punto de ocasionar un serio accidente. No sucede nada, sin embargo, esa experiencia se quedará grabada en nuestra mente. Esto hace que cada día intentemos ser más prudentes y estar pendientes de los riesgos.

Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad Estatal de Ohio hablan también de otra situación. Si nos enseñan una foto con dos personas besándose y otra con esa misma pareja herida y en malas condiciones, recordaremos más esta última. El cerebro registra una mayor actividad eléctrica ante los eventos negativos y esto tiene además a tener un mayor impacto en nuestra memoria.

Centrarse en lo negativo para aprender

Las personas aprendemos de las buenas experiencias, pero es de las negativas de donde obtenemos mayores aprendizajes. Si algo nos causa dolor, lo evitamos en cualquier circunstancia. Si una experiencia resultó traernos más costes que beneficios, integramos esa enseñanza. De algún modo, los hechos negativos son dimensiones que debemos atender a la fuerza para orientar mejor nuestra conducta y nuestras decisiones.

Si el cerebro está programado para enfocarse en lo negativo es porque busca por encima de todo que nos adaptemos a un entorno cada vez más complejo. Es un instinto heredado de nuestros antepasados que, como bien sabemos, tuvieron que hacer frente a un gran número de estímulos aversivos.

Del instinto de supervivencia al sesgo de la negatividad

La universidad de Pensilvania realizó un interesante estudio a principios del año 2000. Algo que demostró es que ese instinto que en el pasado garantizó nuestra supervivencia a día de hoy no cumplía de manera tan efectiva su finalidad. En la actualidad, nuestro entorno no tiene tantos peligros como en el pasado. Sin embargo, el cerebro actúa del mismo modo.

Lo que señalan los expertos es que ese instinto de supervivencia ha pasado ahora a ser un sesgo de negatividad. Disponemos de un entramado cerebral supersensible que hace que a menudo veamos riesgos y amenazas donde no los hay. La mente ya no discrimina entre estímulos neutros y peligrosos, de manera que es muy fácil caer en la preocupación excesiva, en los estados de estrés y ansiedad.

Tu cerebro está programado para enfocarse en lo negativo por qué así lo orquesta la amígdala

La maquinaria que regula buena parte de las emociones y las motivaciones parte de una pequeña región llamada amígdala. El neuropsicólogo Rick Hanson de la Universidad de California indica que esta estructura usa cerca de dos tercios de neuronas para detectar negatividad y después poder almacenarla rápidamente en la memoria a largo plazo.

La energía, los recursos y las estructuras que usa el cerebro para procesar los estímulos y las experiencias negativas es, por tanto, muy destacable.

Buena parte de lo que vivimos y observamos en la infancia y la madurez está guardado en el cerebro para permitirnos actuar en cada circunstancia. Sin embargo, ese aprendizaje vital parte en muchos casos de cada evento negativo procesado.

¿Cómo podemos desactivar el sesgo de la negatividad?

Sabemos que el cerebro está programado para enfocarse en lo negativo. ¿Es posible desactivar o disuadirlo para que deje de poner la mirada en todo estímulo adverso real o irracional? Porque lo cierto es que somos auténticas fábricas de pensamientos catastróficos sobre cosas que no han sucedido. Esas que alimentan la ansiedad y el estrés.

La respuesta a esta pregunta es complicada. Para empezar, el sesgo de negatividad cumple una función concreta y es facilitar la supervivencia. Tanto si lo queremos como si no, es necesario detectar riesgos en nuestro día a día para prepararnos y adecuados mecanismos de acción con los que adaptarnos a todo lo que nos llega.

La clave está en el equilibrio. En no vivir situando la mirada solo en el miedo, en lo que puede o no puede pasar. Lo ideal es desarrollar un poco más esa atención que también se focaliza en lo positivo y disfrutar de ello. Es detectar pensamientos poco útiles y no dejarnos llevar por ellos, transformarlos en ideas más saludables.

Algo así requiere un compromiso firme en cuidar de cada cosa que acontece y pasa por nuestra mente…

Valeria Sabater

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