En el duelo, la tristeza, el enfado y la apatía se conjugan de una forma muy particular. Descubre qué son las punzadas del duelo y cómo nos afectan.
En un duelo intenso se produce la interacción de un grupo de emociones que pueden alterar su prevalencia. Aunque cada caso es distinto, con frecuencia podemos llegar a confundirlo con depresión. Es cierto que en ocasiones pueden coexistir ambas realidades, pero hay ciertas características que nos ayudan a definir lo que estamos sintiendo; entre ellas, las punzadas del duelo.
El duelo es la respuesta psicológica natural ante una pérdida de una presencia que valoramos. Es una reacción universal, saludable y necesaria que surge ante la ausencia repentina de un elemento importante para nosotros. No solo surge a raíz del fallecimiento de alguien cercano o de una ruptura amorosa, la pérdida de una amistad, de un empleo o de una etapa de nuestra vida que queda atrás también pueden desencadenarlo.
Este duelo cursa con emociones de tristeza, rabia, apatía, ansiedad, confusión, negación… El abanico es amplio y muchas de ellas se presentan también en el trastorno depresivo. Sin embargo, el modo en que experimentamos estas emociones en cada caso es diferente, y a continuación te mostramos por qué.
El duelo y la depresión, ¿son diferentes?
Cuando vemos, hablamos o pasamos tiempo con una persona en duelo, podemos llegar a pensar que está deprimida. Y es que hay varias manifestaciones comunes en ambas condiciones; por ejemplo, la tristeza y el llanto, la desmotivación o la tendencia al aislamiento y la reflexión.
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Sin embargo, existen grandes e importantes diferencias:
- En el duelo, la autoestima personal suele estar intacta; en la depresión, existen sentimientos de inutilidad y autodevaluación.
- La depresión genera autocrítica, rumiación pesimista y desesperanza. No se concibe la posibilidad de volver a sentirse bien en el futuro. En el duelo, puede haber optimismo y esperanza.
- Cuando experimentamos una pérdida, el sentimiento predominante es de vacío y las preocupaciones giran en torno a esa ausencia. En un trastorno depresivo, el contenido cognitivo negativo no es concreto y predominantemente se siente tristeza, frustración e incapacidad para experimentar placer.
- Además, en el duelo, el paso del tiempo ayuda a mitigar el dolor y esos afectos negativos van variando en intensidad con el paso de los meses. En el caso de la depresión, si no se recibe tratamiento, el estado de ánimo deprimido permanece por largo tiempo.
Pero, además de las anteriores diferencias, existe una muy particular: el modo en que se presentan las emociones negativas. O las llamadas “punzadas del duelo”.
Punzadas del duelo: un dolor en oleadas
Una persona con un trastorno depresivo experimenta la tristeza y la desesperanza de forma continuada. La apatía y la desmotivación se convierten en sus compañeras de vida y lo siguen a cada momento. Pero en el caso del duelo, este dolor se produce en forma de oleadas, de punzadas que llegan, duelen y se van, para más tarde volver a aparecer.
Estas están asociadas a recuerdos del fallecido, de la expareja o de aquello que perdimos. Cuando esos recuerdos tocan a la puerta, las emociones negativas se despiertan y nos inundan, nos bañan como una ola. Pueden ser de tristeza por haberlo perdido, de angustia por no saber cómo seguir adelante, de culpa por haber dejado algo pendiente o no haber sabido aprovechar lo que tuvimos… En cualquier caso, estos sentimientos no son permanentes.
Mientras una persona atraviesa un duelo, aún es capaz de experimentar momentos de felicidad, de tranquilidad o de bienestar. Aún en la tristeza, en la ausencia y en el vacío, puede llegar a disfrutar de una conversación con amigos, de un hobby, de un momento que está viviendo.
La punzada de dolor puede llegar en cualquier momento, ser más o menos intensa y más o menos prolongada; pero esto no impide la existencia de esos momentos libres de dolor.
El dolor que resurge con el tiempo
Esta misma cualidad de discontinuidad puede confundir a la persona que se está recuperando de una pérdida. No se trata de un proceso lineal. Aunque generalmente se describan varias etapas del duelo, estas no se suceden de forma ordenada y perfecta; en ocasiones, se superponen e incluso podemos volver a una anterior.
Es aquí cuando, después de un largo tiempo de aparente calma y bienestar, las punzadas del duelo vuelven a aparecer y nos asustamos. Si ya parecía estar bien, si parecía estar saliendo adelante, ¿por qué vuelvo a sentirme de este modo? Y es que esas oleadas pueden llegar cuando creías haber pasado la página con tanta intensidad como al inicio.
Si te ocurre, no temas; probablemente no has vuelto a la casilla de salida. Es parte del proceso, no hay un tiempo determinado para la recuperación completa. Si de pronto un recuerdo vuelve a colarse en tu mente, y esa punzada de dolor vuelve a inundarte, permítete sentirla sin juicios ni reproches. Es algo totalmente natural, cada persona sana a su ritmo.