Responsabilidad afectiva: cómo gestionar nuestro impacto en los demás

¿Cuántas veces hemos oído eso de «yo soy así, asúmelo»? El concepto de «responsabilidad afectiva» aúna ese reclamo social ante las diversas situaciones de injusticia emocional a las que tanto nos hemos acostumbrado.

La responsabilidad afectiva está detrás de muchas de las peticiones que hacemos, validando nuestras necesidades. Un término que motiva la reflexión sobre cómo gestionamos nuestras relaciones afectivo sexuales, sociales o laborales.

En este marco, quiero platear una reflexión, respondiendo al mismo tiempo a un interrogante: por qué es necesario que sintamos recelo ante aquellas personas cuya carta de presentación es “yo soy así” o “es que soy así, a quien no le guste que se aguante”.

Igualmente, si somos autores de este tipo de frases, haríamos bien en revisar de qué tipo de rigidez y barreras estamos vestidos en el momento presente. Las personas, como la vida, somos cambiantes por definición y suscribirnos a un tipo de comportamiento sin ver cómo se desarrolla nuestra experiencia resulta, a todas luces, perjudicial.

¿Qué hay detrás de nuestras necesidades afectivas?

A veces, puede parecer que pedimos demasiado. Puede que tengamos dificultad incluso para discernir si la petición que le hacemos a la persona que tenemos al lado es egoísta, legítima, lógica dentro de la dinámica relacional.

Es vital que nos examinemos y replanteemos esto, ya que, en los descartes dentro de este juego de naipes, corremos el riesgo de dejar a un lado nuestros derechos afectivos. Esto principalmente ocurre cuando el funcionamiento de la relación no reviste de una buena dosis de responsabilidad afectiva, ya sea por nuestras carencias, bien por las del otro o bien por nuestros conflictos.



Para cada persona, el cuidado puede concretarse de una manera determinada. Puede ser que nos den los buenos días y las buenas noches, que nos pregunten qué tal el día, que lean nuestro malestar y bienestar, que nos escuchen de manera atenta. También puede ser que no aplacen de manera indefinida una conversación, que nos preparen una buena comida, que nos propongan un plan o que nos tengan en cuenta en el día a día.

Al fin y al cabo, para concretar esto, lo que necesitamos es comunicación. Ese fluir en el diálogo. En cualquier caso, ser responsables afectivamente significa escuchar y atender las necesidades del otro y lo que se exige en el establecimiento de nuestra relación.

Sin embargo, la responsabilidad afectiva no se construye en el vacío de la irreflexión. Hace falta diálogo y disposición de aprendizaje y avance constante. Es necesario que se comuniquen nuestras necesidades y que las de una parte no salgan generalmente perjudicadas.

Es importante señalar esto con ímpetu, ya que dentro de los patrones normalizados habitualmente hay un dominado y un dominador.

En crudo podríamos afirmar que, si una vez dialogado y tratado de consensuar, no se llega a una dinámica adecuada y responsable con el otro, probablemente debamos descartar esa relación. No solo los tiempos nos van a dar la información, sino que también lo pueden hacer la frustración, el malestar y el estancamiento vital.

El apego, la satisfacción en la pareja y la responsabilidad afectiva

Sin duda, este concepto está muy relacionado con la construcción del apego. En un estudio realizado en la Universidad de Valencia se concluyó que la seguridad afectiva está asociada a una mayor sensibilidad y proximidad en el cuidado, lo que es fuente de satisfacción y equilibrio en la pareja.

Según este estudio, la dependencia afectiva derivada del apego preocupado conduce a dinámicas disfuncionales, insensibilidad hacia el otro, celos o conflictos perjudiciales para la satisfacción el ajuste a la relación.

Asimismo, el distanciamiento cognitivo junto al cuidado compulsivo y la insatisfacción en la pareja, es característico de un tipo de apego al que llamamos “huidizo”. Habitualmente, a estos patrones comportamentales subyacen el miedo al rechazo o al abandono.

Otro apunte interesante de dicho estudio data sobre cómo las personas, en función de nuestro estilo de apego, podemos tender a idealizar la calidad de nuestras relaciones de pareja tal y como lo hacemos con el recuerdo de la relación con los padres. Sin duda, esta es una vía de estudio crucial para entender mejor cómo caemos atrapados en dinámicas disfuncionales en nuestras relaciones ante las que parecemos ciegos.

¿Qué comportamientos engloba la responsabilidad afectiva?

No podemos tratar la responsabilidad afectiva como un concepto “cajón de sastre en el que todo vale” y en el que, por ende, se dé cabida a actitudes de manipulación o de dependencia. Obviamente, este es el punto más complejo. Quizás la pregunta mágica que encierra la verdadera responsabilidad es: ¿es legítimo lo que pido?

No osbtante, la irresponsabilidad afectiva toma diferentes formas bastante conocidas hoy en día con el auge de la comunicación digital. Estas son el ghosting, el gaslighting o el zombieing.

Por un lado, el ghosting trata de desaparecer de repente de la vida de la otra persona sin más explicación (el mítico se fue a por tabaco y no volvió). El zombieing representa el fenómeno de aparecer y desaparecer constantemente, generando así gran dependencia y sufrimiento en las personas afectadas, las cuales se plantean qué hay de malo en ellas para que esto suceda.

Otro fenómeno de irresponsabilidad afectiva vendría a ser el gaslighting, a través del cual la persona trata de atacar las cualidades que percibe en la otra persona que le hacen deseable socialmente (sinceridad, confianza, lealtad, generosidad, etc). La persona abusadora trata de invalidar opiniones y deseos y de manipular la percepción de las vivencias.

El entendimiento afectivo, obligación moral en nuestras relaciones

Hay fenómenos y momentos desafortunados en nuestras relaciones. Sin embargo, es cierto que nuestro sistema social normaliza el patrón del descuido o de no ser soporte afectivo. Así pues, por una parte se naturaliza el descuido, mientras que, por la otra, se hace lo mismo con el maltrato de manera complementaria.

Esto nos lleva a considerar la posibilidad de que el grito a la responsabilidad afectiva sea un llamado en contra de la dominación. A pesar de los avances sociales, hay ciertas relaciones que se conforman en base a la expectativa de que una parte provea de cuidados, atención y amor y la otra parte tienda a la desatención y al libertinaje.

Recordemos que nadie nos hace felices, sino que somos o no felices en primera persona. También que el avance está en el diálogo y que la decisión de dar protagonismo a un evento vital es nuestra. Este es un mensaje que debe ir calando en la sociedad para ir modificando todo aquello que legitima comportamientos irresponsables.

Debemos tratar con cuidado el término “responsabilidad afectiva” para no contaminar su significado

Se hace necesario que, en esta segunda parte del artículo, relatemos qué es la responsabilidad afectiva. Por ello, mostraremos una lista que resume algunos de los mensajes clave de este concepto. En definitiva, responsabilidad afectiva es lo siguiente:

  • Ser consciente de que vincularnos a otras personas implica atención y cuidado.
  • Ser claros con nuestras intenciones. Ajustar las expectativas de la relación, no decir o actuar como si un día sí y otro día no.
  • Examinar lo que pensamos y sentimos y actuar en consecuencia.
  • Hablar de manera asertiva sobre aquello que surja, no evitar hablar de lo que nos molesta.
  • Saber que nuestras actitudes y palabras tienen consecuencias en la otra persona y en su salud mental. Por ello, debemos responsabilizarnos de lo que pueda suceder.
  • No ilusionar a la otra persona con idas y venidas o con planes de futuro fantasma.
  • No se puede romantizar la rigidez o el “yo soy a así”. Hacernos los difíciles ante las relaciones no deja de ser un intento de manipulación y de maquillar nuestras inseguridades.

Debemos tratar con cuidado el término “responsabilidad afectiva” para no contaminar su significado

Se hace necesario que, en esta segunda parte del artículo, relatemos qué es la responsabilidad afectiva. Por ello, mostraremos una lista que resume algunos de los mensajes clave de este concepto. En definitiva, responsabilidad afectiva es lo siguiente:

  • Ser consciente de que vincularnos a otras personas implica atención y cuidado.
  • Ser claros con nuestras intenciones. Ajustar las expectativas de la relación, no decir o actuar como si un día sí y otro día no.
  • Examinar lo que pensamos y sentimos y actuar en consecuencia.
  • Hablar de manera asertiva sobre aquello que surja, no evitar hablar de lo que nos molesta.
  • Saber que nuestras actitudes y palabras tienen consecuencias en la otra persona y en su salud mental. Por ello, debemos responsabilizarnos de lo que pueda suceder.
  • No ilusionar a la otra persona con idas y venidas o con planes de futuro fantasma.
  • No se puede romantizar la rigidez o el “yo soy a así”. Hacernos los difíciles ante las relaciones no deja de ser un intento de manipulación y de maquillar nuestras inseguridades.

Raquel Aldana,

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