Hay épocas en las que sientes que debe haber algo mal en ti. Tus relaciones afectivas se rompen, todos te decepcionan, cada cosa que te propones se queda en nada y no hay manera de poder sentirte bien, de experimentar unos días de calma y felicidad. ¿A qué se debe?
“Mis relaciones de pareja suelen ser traumáticas. Me preocupo por todo. Buena parte de las cosas que me propongo fracasan. Me decepciono con frecuencia, me cuesta ser feliz… La verdad es que siento que hay algo mal en mí“. Son muchas las personas que tienen este sentimiento, esta percepción existencial que alimenta el malestar sin saber realmente qué lo causa.
Es un totum revolutum en el que cuesta bastante separar unas cosas de las otras. En la mente solo habita la negatividad y la percepción de ineficacia, todo ello canalizado por un diálogo interno que no se calla y que nos repite a cada instante ese mensaje. ¿Es esto quizá el preludio de una depresión? ¿Hay algo que realmente no va bien en mí? ¿Qué debería hacer?
Pocas experiencias internas son más invalidantes y requieren a su vez de nuestra atención. Lo analizamos.
El crítico interno es un enemigo voraz que derrumba los cimientos de nuestras fortalezas psicológicas. Detrás de la sensación de ineficacia y la baja autoestima puede estar en muchos casos una educación severa y autoritaria, también relaciones afectivas traumáticas…
¿Por qué siento que hay algo mal en mí?
Más allá de la causa que esté alimentando esa idea, existen estrategias para sentirnos mejor. Hay enfoques que pueden permitirnos desarrollar una mentalidad más compasiva con nosotros mismos para potenciar la autoeficacia y la autoestima. Sin embargo, eso sí, hay que empezar dando espacio a ese pensamiento, a esa sensación de que “hay algo en mí”.
Lejos de dejarla a un lado, lo ideal es explorar dicho razonamiento, saber de qué está hecho para actuar de la mejor manera. De nada nos va a servir reprimir o desplazar la negatividad cuando se refleja en una autoevaluación tan concreta. Pensar que hay algo que no va bien en uno mismo puede deberse a varias causas que vale la pena comprender. Las analizamos.
La baja autoestima, el prisma psicológico que todo lo altera
La baja autoestima es un filtro que emborrona valías, que destruye la seguridad personal y difumina la sensación de autoeficacia. Nada crece en la mente que no confía en sí misma, que se percibe de manera inferior y que se invalida mediante la crítica. Estudios, como los realizados en la Universidad de California, indican que hay un vínculo directo entre la baja autoestima y los trastornos del estado del ánimo.
Hay una línea muy fina entre esta dimensión psicológica y los trastornos de ansiedad y la depresión. Pensar o decirnos de manera constante “que hay algo mal en mí” puede ser el reflejo de alguna de estas condiciones.
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Traumas psicológicos y la autopercepción sesgada
Los traumas psicológicos deforman por completo la forma en que nos vemos a nosotros mismos. La percepción que tenemos de nosotros no solo es negativa, sino también invalidante. Así, cuando hablamos de traumas esas vivencias pueden tener el origen en una infancia de maltratos o de abandono, la pérdida de un ser querido, haber sido víctima de una agresión, etc.
Asimismo, haber tenido una relación con una personalidad narcisista también deja secuelas. Esos años de manipulación, humillación y desgaste provocan que muchas personas se digan aquello de “hay algo mal en mí” para que me haya pasado esto, algo no va bien en mi mente después de haber pasado por dicha experiencia…
La soledad y sentir que hay algo mal en mí
Uno puede tener mucha gente a su alrededor y sentirse solo. A veces, ni los amigos ni la familia se sienten cerca, no nutren ni nos validan y eso refuerza el malestar, el desaliento, la tristeza…
Cuando no logramos vínculos sociales enriquecedores pensamos que hay algo mal en nosotros. Cuando la realidad es que aún no hemos encontrado a personas que realmente saben estar, saben querer y respetar.
“Usted mismo, tanto como cualquier otro en el universo entero, merece su amor y afecto”.
-Buda-
¿Qué puedo hacer para tener una mejor visión de mí mismo?
Cuando pienso que hay algo que va mal en mí asumo que hay realidades de mi persona que no me agradan. Tal vez me falte más autoestima, sanar heridas del ayer y darme nuevas oportunidades. Puede que me esté tratando con excesiva rudeza… En estos casos, siempre es adecuado consultar con los buenos profesionales para hacer un viaje de crecimiento, para detectar quizá, indicios de depresión o ansiedad.
Sea como sea, nos puede venir bien tener en cuenta una serie de aspectos.
Conéctate con esa parte “defectuosa” de ti y pregúntate qué necesitas
Toma contacto con ese algo que, según tú, está mal en ti. Sintoniza con esas emociones y deja que fluyan, permítete comprender a qué se debe ese sentimiento. Indaga en las causas, comprende y sintoniza con tus necesidades.
Hazte amigo de tu diálogo interno
Llevas mucho tiempo juzgándote, tratándote mal, descuidándote… Es momento de trabajar un diálogo interno más compasivo y amable, una voz que te aprecie y que cada día te repita que cree en ti. Eres mejor de lo que crees, pero tu charla interna te machaca y te enturbia apagando todo potencial. Desactívala.
Contrarresta esos pensamientos de vergüenza y negatividad
Cuando pienso que hay algo mal en mí, me avergüenzo de lo que soy. No me gusto, me escondo, me inhibo… Todas esas ideas y emociones deben contrarrestarse por otras más constructivas y amables. Son esquemas irracionales que debemos tratar.
Cuando pienso que hay algo mal en mí debo recordar cuáles son mis valías
En ti hay defectos, pero también virtudes. Tu personalidad tiene puntos débiles, pero también potenciales. Focalizarte solo en lo perdido, lo no logrado, en los errores, las decepciones y las áreas grises de la vida te supedita solo al sufrimiento. Es como anudarse un ancla a los pies para dejar de avanzar en el viaje de la vida. No es lógico ni aún menos saludable.
Es necesario entrenar un enfoque mental para recordar que también somos capaces de generar cambios. Debemos tener en cuenta que en nosotros hay recursos que podemos aprender y desarrollar y que nos permitirán mejorar la autoeficacia y fortalecer esa complicidad con uno mismo para ser nuestros aliados, no nuestros enemigos.
No hay nada malo en uno, solo hay épocas complicadas que podemos sortear con determinación y autoconfianza.