Una de las consecuencias del déficit de amor y cariño en la infancia es el síndrome de carencia afectiva. ¿Quieres saber en qué consiste y cómo se suele identificar?
El síndrome de carencia afectiva engloba un conjunto de rasgos relativamente estables en algunas personas y nacen de la falta de afecto durante la infancia. La niñez es una etapa en la que todo ser humano es profundamente vulnerable. Lo que sucede en esos años deja huellas perdurables que se manifiestan generalmente durante toda la vida.
La falta de estímulos afectivos durante la infancia hace que el desarrollo emocional sufra un bloqueo. El bebé necesita que lo reconozcan a través de caricias, de palabras, de cuidado y también de contención. Cuando esto no ocurre, se origina una falta y esta impide que la evolución psicológica siga su rumbo natural.
El síndrome de carencia afectiva se caracteriza principalmente porque existe una convicción profunda de que no se es amado. También hay una insatisfacción esencial con uno mismo y un hondo temor a ser abandonado. Estos rasgos se mantienen a lo largo de la vida, pero se manifiestan de manera diferente en cada edad.
“¿Sabes lo que hace que desaparezca la cárcel? Cada afecto genuino y profundo. Ser amigo, hermano, amante, es lo que nos libera de la prisión. Sin estos afectos, uno está muerto. Pero cada vez que se reviven estos afectos, la vida renace”.
-Vincent Van Gogh-
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Las señales del síndrome de carencia afectiva
Hay algunos rasgos que están presentes en las personas que tienen el síndrome de carencia afectiva. Aunque muchas personas pueden no haberse sentido queridas, lo que diferencia esa sensación del síndrome propiamente dicho es la estabilidad de los síntomas.
Las señales más habituales de la presencia del síndrome de carencia afectiva son las siguientes:
- Sentimientos de desvalorización. La persona no siente que valga lo suficiente; duda constantemente de sus capacidades y cree que la mayoría de las circunstancias sobrepasarán sus fuerzas o capacidades.
- Percepción de fracaso. Frecuentemente sienten que han fracasado estruendosamente, aunque no sea así. Hay una autocrítica severa y también autorreproches constantes.
- Falta de amor propio. No se simpatizan a sí mismos. Les cuesta encontrar virtudes en ellos y cuando lo hacen, no tardan en minimizarlas. Se desprecian.
- Retraimiento. Les cuesta mostrar lo que piensan o sienten a los demás, ya que tienen un excesivo temor a ser rechazados. De igual modo, cuando efectivamente se les rechaza, resienten profundamente estas situaciones.
- Inestabilidad. Tienden a ser inestables en sus relaciones interpersonales. Alternan el apego con el abandono.
Manifestaciones según la edad
Como lo habíamos señalado, el síndrome de carencia afectiva se manifiesta de manera diferente según la edad. Sin embargo, en todas las edades están presentes los rasgos esenciales, aunque su expresión varíe de acuerdo con el grado de madurez y con el entorno.
Tomando en cuenta la edad, estas son las manifestaciones en cada caso específico:
- Primera infancia. Corresponde a bebés que lloran mucho, sonríen poco y contraen infecciones frecuentemente. Es habitual que tengan problemas digestivos y a veces no crecen lo suficiente.
- Edad preescolar. Se muestran aprehensivos en las relaciones con sus compañeros y es frecuente que tengan alguna dificultad en el lenguaje.
- Edad escolar. Son habituales los trastornos de aprendizaje, la dificultad para centrarse y concentrarse y los sentimientos de desvalorización. El niño duda de sí mismo, se refiere en términos negativos a lo que es y tiene la sensación de que molesta a otros.
- Preadolescencia y adolescencia. Los adolescentes tienden a ser impulsivos, activos y preocupados por su apariencia. Se ilusionan con mucha facilidad y pueden aparecer síntomas de adicciones.
- Edad adulta. Hay aislamiento, confusión en metas y objetivos, así como una sensación frecuente de fracaso, o conformismo. No logran establecer relaciones de pareja saludables y se autolimitan laboralmente.
¿Se puede hacer algo?
Dentro de una perspectiva realista, el síndrome de carencia afectiva nunca puede resolverse del todo, lo que no quiere decir que sea imposible encontrar una salida. Se puede aprender a convivir con esa falta, e incluso se le puede sacar provecho. Lo más difícil de todo es comenzar; una vez se da ese paso, las cosas son cada vez más claras.
En estos casos, lo más recomendable es una terapia psicológica, con un profesional suficientemente experimentado. Las terapias psicodinámicas o el psicoanálisis suelen funcionar muy bien en estas situaciones. Quien presenta el síndrome de carencia afectiva suele idealizar a su terapeuta y este debe saber responder a esa sobre-expectativa.
No es fácil superar esta situación por uno mismo, ya que se trata de una realidad muy profunda y es frecuente que sin soporte externo la persona termine boicoteando los intentos por sanar esa herida que lleva dentro. De cualquier manera, la aproximación al arte, a la lectura, a la meditación y al deporte son factores que ayudan mucho.