Westworld, Hunters, La maravillosa señora Maisel, la adaptación de Netflix de Resident Evil que apenas ha durado una temporada… 2022 seguro ha dejado a más de uno con la boca abierta al ver cómo su serie favorita, o esa nueva a la que se había enganchado, ha pasado de pronto a estar cancelada.
Hay casos y casos. La maravillosa señora Maisel cerrará si ciclo, con penas para muchos, pero anunciando su última temporada. Otros como el de Westworld han sido mucho más abruptos, y la lista de series que en streaming solo aguantan una única temporada cada vez es más larga.
En lo que va de 2022, según los datos de Rotten Tomatoes, un total de 133 series han sido canceladas. El año pasado fueron 108 y el anterior 69. ¿A qué se debe este radical aumento?
El dinero ha hecho levantarse al streaming, y lo está haciendo ahora bajar
Lógicamente, a mayor cantidad de series y plataformas, mayor número de cancelaciones. El mercado del streaming lleva años jugando a la patata caliente poniendo producciones delante de sus suscriptores para intentar evitar las bajas y seguir creciendo. Sin embargo, en el contexto actual de recesión, esta patata, que crecía al calor de inversiones de dinero en busca de ganar hegemonía y rentabilidad, puede estar cerca de pincharse. Netflix ha estado gastando hasta 17.000 millones anuales en sus contenidos propios, para hacerse una idea.
Disney anunciaba a comienzos de noviembre que su servicio de streaming reportaba pérdidas por valor de 1.400 millones de dólares. Demasiado para los accionistas, que forzaron la salida de Bob Chapek para devolver como CEO a Bob Iger, quien supuestamente se había retirado justo antes de la pandemia.
Prime Video, por su parte, ha claudicado este año con muchas de las que fueron sus mayores apuestas tras hacer de Los anillos de poder, la serie más cara de todos los tiempos. La propia Hunters, protagonizada por Al Pacino, Carnival Row, o la premiada Maisel. La explicación parece radicar en algo simple: el dinero que habían invertido hasta ahora las plataformas debe recortarse. Amazon, en particular, va a derivar parte de su inversión en audiovisual —unos 1.000 millones— precisamente a volver a apostar por el cine en pantalla grande tras su adquisición de MGM.
HBO, en medio de su fusión con Discovery poco después de su cambio de marca, es hoy una caja de sorpresas. Muchas de sus películas y contenidos originales han ido desapareciendo de la plataforma, y el cese de Westworld es el mayor ejemplo de que algo no anda del todo bien. En su momento fue una de sus puntas de lanza.
¿Y Netflix? El gigante rojo, con sus propios problemas de límite de crecimiento y su apuesta por los anuncios —algo que dijo muchas que no haría— también genera y tritura títulos sin miramientos. No quiere o no puede económicamente estirar ya su mejor productos, Stranger Things, que finalizará en su quinta temporada, y otros títulos recientes como La saga Winx, Los imperfectos o Archivo 81, que tuvieron aparente buena recepción, han sido cercenados.
La opacidad de los datos de audiencias en las plataformas hace que sea imposible saber hasta qué punto los comentarios en redes de ciertas series o su interés, por ejemplo en búsquedas en Google se traslada luego en rentabilidad real.
¿La llegada del Peak TV?
Como comentábamos, el aumento de cancelaciones es algo hasta casi habitual teniendo en cuenta cómo la proliferación de plataformas también ha aumentado el número de títulos que se ofrecen cada año.
De hecho, desde hace ya casi una década en Hollywood se especula con un término denominado Peak TV, acuñado por John Landgraf, presidente del canal FX, allá por 2015, cuando creía que la industria estaba generando demasiadas series como para que todas tuvieran su cuota de atención, en gran parte debido a la irrupción de las plataformas de streaming. Se estaba creando, según su análisis, una “burbuja del entretenimiento”.
Landgraf quizá no sabía entonces que dos años más tarde Disney iba a comprar la rama de entretenimiento de FOX, y se vería inmerso como un subproducto más de un conglomerado todavía más grande que prepararía Disney Plus, pero su visión se resumía de una forma muy clara: había muchas series.
En concreto, esta burbuja se visualiza de forma muy clara al ver que entre 2012 a 2018 el número de nuevas series se disparó de 300 a más de 500. Con otro punto de inflexión importante, que en 2018 ya eran mayoría las producidas por plataformas de streaming.
Pero esta cifra ha llegado a otro nivel en 2022 porque ya 561 son solo las producidas por Netflix, HBO y Disney juntas.
Es complicado achacar mayor peso al actual contexto de crisis o a si de verdad existe una fatiga tras años de tanto contenido, pero lo cierto es que podemos estar delante de unos años donde las plataformas rebajen su número de estrenos y el gasto que hasta ahora estaban invirtiendo en ellos. La pregunta es: ¿seguirán los suscriptores?