Hay que hablar de lo que duele, para que duela menos, pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo empezar? Lo más importante es elegir bien la persona a la que vamos a revelarle nuestros problemas.
Cuando se nos rompe el coche sabemos dónde acudir para repararlo. Cuando nos duele una parte del cuerpo, sabemos señalarle el punto exacto a nuestro médico y detallarle como es ese dolor. Ahora bien, cuando nos preocupa algo, la cosa cambia. No solo debemos pensar con quien compartirlo, sino que a veces no sabemos cómo hablar sobre nuestros problemas o cómo empezar.
Poner en palabras lo que duele, turba, genera ansiedad, miedo o angustia no es una tarea sencilla. Hay sensaciones tan abrumadoras que no caben en un adjetivo. Hay emociones tan dolorosas que son inconmensurables, y apenas pueden traducirse en una o diez frases. Asimismo, también está la vergüenza y el inevitable temor a ser juzgados cuando detallemos lo que nos sucede.
Esto explica la relevancia de saber elegir a quién vamos a compartirle nuestros problemas. Porque la mayoría de las veces, no buscamos consejos ni que otros se hagan cargo de lo que nos sucede. Lo que más anhelamos cuando la vida nos pesa en exceso es que nos escuchen, nos entiendan y sepan acompañarnos. Nada más.
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Profundicemos en esas herramientas que facilitan poder expresarnos con mayor eficacia en estas situaciones.
Hablar y compartir emociones tiene grandes beneficios psicológicos, pero hablar de lo que duele no es algo fácil para todo el mundo.
Claves para saber cómo hablar sobre nuestros problemas
Si queremos cuidar de nuestra salud mental con la misma diligencia que lo hacemos de nuestro cuerpo, hay que hablar de lo que duele. Como dice un viejo refrán, un problema compartido es un problema reducido a la mitad. Sin embargo, hay quien no está habituado a compartir con alguien eso que le quita el sueño, aquello que está mermando su equilibrio y bienestar.
Sabemos que, por término medio, a los hombres les cuesta un poco más abrirse y detallar lo que les genera ansiedad, miedo o preocupación. De algún modo, una parte de ellos sigue pensando que abrirse emocionalmente es sinónimo de fragilidad. Se les ha enseñado que lo esperable es que ellos mismos se solucionen los problemas sin necesidad de pedir ayuda.
Y ese lastre cultural tan distorsionado sobre la masculinidad sigue siendo un problema. La tasa de suicidio en el género masculino es cada vez más elevada. Es necesario implantar una cultura basada en esos primeros auxilios emocionales que se derivan de compartir preocupaciones con figuras de apoyo válidas.
Saber cómo hablar de nuestros problemas es una necesidad en la que todos debemos habilitarnos.
1. Elige bien con quién vas a sincerarte
No todas las figuras que te rodean son adecuadas para escuchar y entender tus problemas. Puedes querer mucho a tu mejor amigo o hermano, pero no siempre se alzan como los mejores confidentes.
Busca a alguien que, por encima de todo, sepa escuchar y conectar emocionalnente contigo. Sin juzgar, sabiendo ser refugio y apoyo.
2. Narra tu historia empezando desde el principio
Hay algo curioso con los problemas: nunca vienen solos y a veces tienen ramificaciones y muchas extensiones. Casi sin saber cómo, unos contratiempos llevan a otros y la vida se te complica infinitamente. Esto hace que, a la hora de hablar de lo que te sucede, nunca sabes bien cómo empezar. Lo único que se te ocurre decir en voz alta son frases como “es que es todo muy complicado”.
Piensa que eres un narrador que va a detallar una historia que tiene un inicio, un nudo y un desenlace que te ha llevado hasta la situación que estás. Déjate llevar y si en algún momento necesitas desahogarte y llorar, no dudes en hacerlo.
3. Usa el etiquetado emocional
Esta es la parte más complicada. Toda emoción sentida debe expresarse en palabras, es decir, debes hacer uso del etiquetado emocional. Esto es relevante. Es más, una investigación de la Universidad de California revela que este recurso genera un gran alivio mental.
Tanto es así que ha podido observarse que quien desahoga lo que siente en palabras evidencia una reducción de la actividad en la amígdala cerebral. Es decir, esa región vinculada al estrés y al procesamiento de las emociones de valencia negativa, baja su intensidad para darnos cierta sensación de calma.
4. Practica la autocompasión
Para saber cómo hablar sobre nuestros problemas con alguien, hay una serie de creencias erróneas que debes desinfectar de tu mente. Hacerlo, te permitirá abrirte mucho mejor a los demás.
- Nadie te va a juzgar o a criticar. Antes de hablar con esa persona, háblate a ti mismo con respeto y compasión: mereces sentirte mejor, mereces apoyo, comprensión y afecto. Nadie tiene porque menospreciar o sancionar tu realidad personal.
- Nada de lo que te sucede es criticable ni debes sentir vergüenza por ello. En el momento en que pongas en voz alta, eso que te atenaza y preocupa, hallarás alivio.
- No eres falible, ni débil, ni hay nada malo en ti. Eres una persona que pasa por un mal instante y que podrá resolver ese revés. Nada dura para siempre. Todo irá mejor en cuanto hagas el mejor acto de valentía: compartir con alguien lo que te pasa.
Hablar sobre nuestros problemas no resuelve, pero es el mejor punto de partida
Es evidente que solo con hablar sobre nuestros problemas no los va a solucionar, sin embargo, es así como se empieza. Lo primero que notaremos al compartir, desahogar y hablar con alguien es alivio. Descargaremos muchos pesos, para sentirnos arropados y validados. Comprenderemos que es momento de focalizarnos en lo que podemos hacer y en qué aspectos están bajo nuestro control.
Hablar sobre lo que nos duele, hace que todo duela un poco menos y eso no tiene precio. Hagámoslo, no dudemos en buscar a esa persona especial o a un profesional especializado para poner en palabras lo que hoy nos quita el sueño. La vida nos puede cambiar a partir de ese momento.