Apoyar a alguien con problemas serios es complicado y no solo requiere de compasión y cariño. Vamos a analizar el rol del cuidador en estas situaciones.
Cuando un ser querido tiene problemas, manifestar una reacción de protección y colaboración puede ser casi automático. Sin embargo, existen situaciones en las que adoptar este rol implica enfrentarse a la temida disonancia cognitiva. Si esto no se lleva con rectitud y valentía, se cae en el cuidado tóxico.
Y es que el rol de cuidador es muy complejo. Imagina que tienes un amigo que ha caído en una adicción. Sabes que es un peligro para su vida y para los que le rodean, pero enfrentarte a él para que acuda a desintoxicación no es agradable e incluso puede poner en peligro la propia amistad, al menos durante un tiempo, si no eres hábil haciéndolo.
Por tanto, puede que con la esperanza de que cambie, le cuides en sus momentos más críticos y que incluso le facilites le consumo del objeto adictivo cuando le ves muy desesperado. Todo esto se hace desde el amor, pero también desde el miedo y la comodidad. Vamos a explorar esta figura del cuidador tóxico y sus consecuencias.
Personas cuidadoras
Las personas conocidas coloquialmente como “cuidadoras” son aquellas que siempre están disponibles para quien lo necesite y que, muchas veces, dejan de lado sus propias necesidades para atender a los demás. Esto, que llega a ser perjudicial para quien se dedica a los demás, se recibe (lógicamente) con mucho entusiasmo por aquellos que reciben la ayuda.
Sin embargo, y como se decía antes, ser una persona dada al otro es una gran virtud, pero también algo que necesita de una gestión inteligente. Muchas veces, cuidar a los demás pasa por enfrentarse a ellos, hilar discursos con un contenido que no quieren oír e incluso tomar acciones legales en casos extremos.
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¿Qué es el cuidado tóxico?
Es por todo lo anterior que una persona cuidadora se enfrenta a una gran carga emocional cuando trata de ayudar a alguien. Por lo general, las expectativas sobre ellos suelen ser altas y esto, sumado a todo lo demás, hace que a veces elijan caminos que perjudican a quien necesita ayuda y a ellos mismos.
Al final, esta situación se traduce en conductas dañinas, como permitir acciones autodestructivas, fomentar formas de pensamiento perjudiciales o proporcionar medios para seguir empeorando. Vamos a ver, a continuación, cómo reconocer a quienes dan cuidados tóxicos.
Cómo reconocer a un cuidador tóxico
A pesar de que se hace desde el más profundo cariño y la preocupación, las decisiones de quienes practican el cuidado tóxico están dirigidas por el miedo. En lugar de enfrentarse al problema en el que está metido su ser querido, fomenta sus conductas y eligen, así, su propia comodidad.
Algunos de los comportamientos que se engloban en el cuidado tóxico son los siguientes:
- Mentir: el cuidador tóxico suele decir mentiras para proteger a su ser querido de las consecuencias de sus propios actos.
- Evadir la confrontación: aunque la conducta de su ser querido sea claramente perjudicial, el cuidador evita enfrentarse a él. Normalmente, aquí actúan ideas de que no podrá ayudarle si se aleja, por lo que el conflicto parece una mala forma de abordar el problema.
- Habilitar, pasiva o activamente, las conductas destructivas: aquí se engloba tanto la permisividad con las malas decisiones como facilitar que las situaciones negativas sigan dándose.
- Ignorar las consecuencias de las acciones del ser querido: siguiendo el ejemplo del principio, cuando la otra persona sufre una sobredosis, tampoco se confronta esta situación. Se suele ver como improductivo “echarlo en cara” o como algo que no se podía evitar.
¿Qué hacer si estoy practicando el cuidado tóxico?
Como se decía al principio, las personas que adoptan el rol de cuidador se enfrentan a diversas situaciones incómodas, pues ayudar a los demás no siempre pasa por la generosidad y la entrega total. Esta idea errónea es la base de muchas decisiones poco acertadas, pues no suele verse la confrontación como una forma de ayuda.
Sin embargo, en determinadas situaciones suele ser necesario. Amigos con conductas de intolerancia hacia grupos sociales, personas adictas que maltratan a su pareja, todo ello son ejemplos de conductas que no se deberían tolerar en un ser querido. No solo por ellos mismos, sino por los demás.
No se deberían tolerar comportamientos machistas en un amigo que tiene un trauma de una relación pasada, por ejemplo, sino ayudarle a superarlo y deconstruir sus prejuicios.
Algunas recomendaciones
Muchas veces, el cuidador necesita ayuda externa para llevar mejor estas situaciones y enfrentarse a ellas de forma efectiva y sana. Para ello se recomienda:
- En lugar de apoyar malas decisiones, reforzar las acciones que se orientan al crecimiento.
- Apoyar estos pasos incluso en épocas complicadas.
- Señalar los comportamientos destructivos y no admitir que el otro los relativice o trate de normalizarlos.
- No tolerar faltas de respeto hacia el propio cuidador o hacia los demás.
- Expresar cariño incondicional y sin segundas intenciones.
- Ejercer el autocuidado y ponerlo como prioridad cuando sea necesario.
Probablemente, el consejo más duro de ofrecer y de aceptar es el de saber cuándo rendirse. Muchas veces se hacen responsables de objetivos que no saben cómo alcanzar: casos en los que es necesaria la ayuda profesional. En aquellos casos en los que toda la ayuda personal es insuficiente y el ser querido no tiene intenciones de cambiar, quizás lo mejor que podemos hacer es alejarnos.