Cariño, creo que deberías ir a terapia. Siento que no estás bien, ¿por qué no vas al psicólogo? Con estas frases nuestra pareja no nos está diciendo que estemos locos… Ahora, descartado este prejuicio, ¿deberíamos hacerle caso?
Estar en pareja implica tener una persona que te observa de cerca. Conoce gran parte de tus heridas. Percibe tus estados emocionales, capta tus actitudes y se forma una opinión sobre de lo que haces o dices. En definitiva, es alguien próximo a ti que puede ser capaz de notar tu dolor, incluso cuando tú lo ignoras, aunque lo sufras.
A menudo, los psicoterapeutas escuchamos: “estoy aquí porque mi esposa me dio un ultimátum: venía a terapia o nos separábamos” o “vengo porque mi novio dice que tengo un problema”. De hecho, muchas veces son las parejas, familiares o amigos intranquilos quienes piden la primera cita con un profesional de la salud mental: “quiero pedir una cita para mi pareja que está muy mal, ¿cuándo podrías atenderle?”.
La sugerencia o pedido de hacer una consulta con un psicólogo a menudo es interpretada como un ataque o una provocación. Sin embargo, generalmente nace de una preocupación genuina.
Preguntas para hacerse si tu pareja te insiste en consultar con un psicólogo
Tu pareja puede intentar convencerte para comenzar un proceso psicoterapéutico, pero tú puedes albergar muchas dudas sobre ello o incluso tener muy claro que no lo necesitas. Para saber qué hacer en este caso, puedes empezar por intentar responder estas preguntas con la mayor honestidad posible.
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1. ¿De quién es el dolor o malestar?
La ley del espejo señala que buena parte de aquello que vemos en los demás no está en realidad en ellos, sino en nuestro interior. Esto significa que existe una posibilidad de que tu pareja proyecte ciertas emociones, pensamientos, creencias o actitudes que son suyas o tienen más que ver con ella que contigo.
Frente a conflictos internos, las personas muchas veces ponemos en funcionamiento el mecanismo de proyección psicológica, que consiste en atribuirle a los otros aquello que supone una amenaza para nuestra integridad psíquica. Es entonces, cuando terminamos cargando a quienes tenemos a nuestro alrededor de mochilas (problemas) que nos pertenecen. Ahora, recuerda, esta es solo una posibilidad.
Por esto, te animamos a que reflexiones sobre la plausibilidad de esta posibilidad en relación a la necesidad que ha identificado tu pareja de que acudas a terapia.
2. ¿Por qué tu pareja quiere que vayas?
Es momento de escuchar con atención los motivos que encuentra tu pareja para proponerte que acudas a consulta. Recuerda que es probable que ella aprecie en ti elementos que tú quizás ignoras.
Quizás llevas meses especialmente irascible, con la sensación de no estar donde quieres estar o sin pasar un buen rato. Quizás le llama la atención la presión que tienes que soportar durante el día o la ansiedad que te hace acumular despistes. Sea cual sea la razón que impulsó a tu pareja a plantearte una visita con un especialista, vale la pena reflexionar sobre los aspectos en los que tu pareja ve indicios de anormalidad y sufrimiento.
Por otro lado, es muy frecuente que esta petición se produzca en un momento en el que la pareja está pasando por un momento delicado, y con independencia de cada uno, existen muchas vías de comunicación cerradas y conversaciones muy poco trascendentes. En estos casos, además de una terapia individual, una terapia de pareja también puede ser una gran ayuda.
3. ¿Otra persona cercana te ha marcado lo mismo?
Una cosa es que tu pareja te diga que te encuentras menos animado que de costumbre. Otra cosa es que, además de tu pareja, también sea una percepción de tu entorno: tus amigos cercanos, hermanos, padres o hijos. Esto disminuye significativamente la probabilidad de que sea una proyección.
Reconocer el propio malestar no es nada sencillo; sumir que necesitamos ayuda para sentirnos mejor puede ser todo un reto para nuestro orgullo -a veces no queremos darle la razón a nuestra pareja por la repercusión que pueda tener sobre los juegos de poder que se dan en las dinámicas de esta-.
También puede ocurrir que nosotros sí creamos en el fondo que necesitamos acudir a terapia; sin embargo, al mismo tiempo puede que nos frene el miedo a perder determinados reforzadores secundarios -como la atención del otro- que solo estamos teniendo a partir de que el otro es consciente de nuestro sufrimiento y no ve tan vulnerables…
Además, en los momentos en los que nuestro estado de ánimo es bajo, también solemos volvernos más indecisos y ser más conservadores a la hora de dar de terminados pasos trascendentales. Finalmente, el estigma en relación a la psicología, el miedo a enfrentarnos a nosotros mismos y las malas experiencias, son algunas de las cuestiones latentes detrás de esta gran dificultad.
Sin demanda, no hay psicoterapia
La mayor parte del éxito de un proceso psicoterapéutico radica en el interés genuino de obtener un resultado del proceso. Se requiere de tres condiciones previas al inicio de la psicoterapia para que funcione: predisposición, motivación y colaboración por parte del cliente/paciente.
Señalar, en este sentido, que la motivación no es una garantía de éxito. Quizás es la explicación más sencilla que le podemos dar a que un paciente no avance. Es muy tentadora porque propone una solución sencilla: aumentar la motivación. Sin embargo, en muchos de los casos en los que esta carencia es señalada no existe o tiene poco que ver con los resultados de una intervención terapéutica.
Además, no olvidemos que la motivación puede cambiar a lo largo de todo el proceso: una paciente/cliente que empieza muy motivado puede terminar muy desmotivado y al revés.
Una idea clave es que la persona que acude a consulta prácticamente por obligación necesitará generar, junto al profesional, una demanda que sostenga la intervención en los casos en los que esta sea necesaria. De otra manera, es muy improbable que esta intervención sea efectiva.
“Si el paciente es capaz de reconocer las características de su dolor y entender el significado latente de su consulta, automáticamente podrá sentir aquello herido de sí mismo como algo que necesita remedio. Una vez sentida la necesidad, podrá formular al psicólogo una petición de ayuda, es decir, una demanda”.
-Farrero Martinez Pa –
Quizás, tal y como lo plantea el escritor y filósofo chileno Humberto Maturana (1996), “si no hay sufrimiento, no hay deseo de cambio”. El sufrimiento, aunque paradójico, suele ser un aliado de cualquier plan terapéutico al principio de su aplicación y seguimiento. Un sufrimiento que es la motivación más frecuente para que una pareja nos señale la necesidad de acudir a terapia.
En nuestra mano está decidir si existe o si necesitamos ayuda para eliminar aquellos elementos que lo alimentan, pero como mínimo, aunque solo sea por la situación privilegiada que tiene en nuestra vida, deberíamos escucharla.