Por qué conducir más de 4 horas seguidas es tan peligroso, y por qué la DGT también tiene razón

Conducir sin dormir lo suficiente es tan peligroso como hacerlo bajo los efectos del alcohol. Es lógico que la falta de sueño aumente la fatiga. ¿Pero qué pasa si conducimos durante mucho tiempo, incluso si hemos dormido adecuadamente la noche anterior? Podríamos llegar a pensar que conducir sin parar no es peligroso, pero sí que lo es.

Conducir durante mucho tiempo, sin descanso, es peligroso. De hecho, es la causa por la que los conductores profesionales suelen tener descansos obligatorios cada cierto tiempo. ¿Pero a partir de cuántas horas comienza a ser peligroso conducir sin parar? Y, más importante aún, ¿cuáles son los peligros de excederse de ese número de horas?

Lógicamente, esta no es una cifra exacta. Depende de muchos factores, incluyendo la destreza del conductor. Pero incluso las personas más diestras al volante se pueden ver afectadas por la fatiga si deciden conducir sin parar durante muchas horas. Es un peligro para cualquiera y es fundamental tenerlo en cuenta.

¿Cuáles son los peligros de conducir sin parar?

Los peligros de conducir sin parar no son muy diferentes de los de hacerlo sin dormir. En ambos casos aumenta la fatiga y, con ello, disminuyen los reflejos del conductor.

Según explican desde la DGT, la fatiga afecta a la capacidad para conducir a través de seis factores: la visión, el comportamiento, los movimientos, la audición, las sensaciones corporales y la toma de decisiones. Todo esto se ve afectado de una forma negativa, pudiendo aumentar los accidentes. Tanto, que se calcula que, al menos en España, entre el 20% y el 30% de los accidentes se producen a causa de la fatiga.

¿Cuándo debemos descansar?

Los conductores profesionales tienen pautado por la autoridad componente de su país cada cuanto tiempo deben parar. Por ejemplo, en España el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana establece que tras un periodo de conducción de 4 horas y media se debe hacer una pausa de al menos 45 minutos.

Además, en total no se deben conducir sin parar más de 9 horas diarias, salvo dos días a la semana, que se puede llegar hasta las 10. De este modo, a la semana no se deben exceder las 56 horas.

Todo esto está controlado a través de tacógrafos y puede suponer una multa de 300 a 4.600 euros, según la gravedad de la falta.

La decisión del número máximo de horas que se puede conducir sin parar no es algo aleatorio. Es la conclusión de numerosos estudios, que establecen que, a partir de las cuatro horas, la fatiga empieza a afectar seriamente a la conducción. Por ejemplo, en 2014 se llevó a cabo en China un estudio para analizar la fatiga en conductores de autobús con diferentes horas de conducción. Concretamente, se analizó cómo se encontraban tras 2, 3 y 4 horas conduciendo ininterrumpidamente.

Se vio que después de 2 h, tanto la fatiga subjetiva como las medidas de rendimiento de conducción comenzaron a deteriorarse. Después de 4 h de conducir sin parar, todos los indicadores de rendimiento cambiaron significativamente, excepto la percepción de profundidad. En cuanto al descanso, se vio que para recuperar el rendimiento tras dos horas de conducción bastaba con una parada de 15 minutos, pero con 3 o 4 horas eran necesarios al menos 30 minutos.

Cabe destacar que este estudio se llevó a cabo con solo 33 conductores. Es un número muy reducido. Además, la fatiga se midió de forma subjetiva. No obstante, los resultados van en consonancia con otros estudios, por lo que se puede concluir que no se deben exceder las 4 horas de conducir sin parar.

¿Qué pasa con los conductores no profesionales?

La DGT y el Club Real del Automóvil de España recomiendan a los conductores no profesionales que hagan paradas de descanso tras conducir durante 2 horas o 200 kilómetros. Estas paradas deben ser de al menos 20 o 30 minutos.

Ahora bien, hay situaciones en las que podría ser necesario parar antes. Por ejemplo, si es de noche, se conduce con el sol de frente o no se ha dormido adecuadamente durante la noche anterior. En esos casos, la somnolencia podría aumentar antes. Generalmente, si observamos cómo nos sentimos, podemos saber nosotros mismos cuándo se debe parar. Y es que la fatiga se manifiesta a través de síntomas como picor de ojos, visión borrosa, necesidad de moverse constantemente en el asiento o parpadeo frecuente. Por supuesto, también si sentimos mucho sueño.

Además, se están empezando a desarrollar aparatos que miden esa somnolencia. En su libro Que nada te quite el sueño, la cronobiología Mari Ángeles Bonmatí menciona ciertos sensores ubicados en el volante que alertan cuando la temperatura de las manos aumenta por encima de ciertos límites. Se sabe que las extremidades se calientan como consecuencia de la somnolencia, por lo que en ese caso se envía una señal de alerta al conductor para que pare.

Si no disponemos de esos sensores, no nos queda más remedio que fijarnos en el resto de señales de alerta. O, si no, parar cada cierto tiempo. Siempre es mejor prevenir que curar y, si se lleva un coche en las manos, aún más.

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