¿Qué hay en el universo mental de quien decide cortar una relación sin decir nada? ¿Es narcisismo? ¿Es por evitarse una confrontación? Lo cierto es que a veces hay razones que hasta nos son del todo comprensibles. ¡Descúbrelo!
La estrategia es la siguiente. Cuando ya no me interese la relación con una persona, dejaré de responder sus mensajes. Haré como si no existiera para que, de esa manera, poco a poco se dé por vencida y deje de comunicarse conmigo. La eliminaré de mis redes sociales y haré como si nunca hubiera formado parte de su vida. Desapareceré sin dejar rastro ni dar explicaciones.
Esta es la sutil y recurrente estrategia del “fantasma”. Esa práctica, a la que ahora conocemos por su nombre anglosajón ghosting, define una manera silenciosa de terminar una relación, ya sea de amistad o de pareja. Así, y aunque es cierto que esta práctica ha existido siempre, en la actualidad y gracias a los escenarios digitales se hace más fácil y común.
Tanto es así que estudios como los realizados por LeFebvre et al., 2019; Timmermans et al., 2020, nos dicen que entre el 60 y el 70 % de los adultos ha sufrido una experiencia de este tipo. Los expertos inciden en que, por término medio, esta conducta aparece en relaciones a corto plazo, donde no siempre hay un compromiso claro. Aunque esto, obviamente, no justifica el propio acto.
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Dadas estas realidades tan comunes en la actualidad, la pregunta es… ¿Qué demonios hay en la mente de quien hace ghosting?
Por lo general, las personas con un apego evitativo y a las que no les gusta tener una cercanía emocional son más propensas a convertirse en fantasmas.
Esto es lo que hay en la mente de quien hace ghosting
La mayoría de nosotros tenemos un amigo o amiga que un día nos llama al borde de la desesperación. Han conocido a alguien que les gustaba, estaban felices e ilusionados y, de pronto, esa persona deja de responderles al móvil. Se conocieron en una aplicación de citas, tuvieron una o dos quedadas con sus respectivas noches y, de un día para otro, los mensajes se quedan en visto.
Y no solo eso. Ya no les aparecen en sus redes sociales y los audios y mensajes en el buzón de voz se quedan en el limbo, en el agujero negro de un silencio perpetuo. Nuestro amigo nos pregunta entonces aquello de… ¿Y si le ha pasado algo? No es fácil asumir que uno es víctima de un fantasma, y hasta que se toma conciencia de ello, las preguntas no dejan de sucederse.
Ahora bien, hay otro dato no menos interesante. El fenómeno del ghosting es una calle de doble sentido. Es decir, muchos de quienes han sufrido las secuelas de un abandono sin explicaciones, también han hecho lo mismo alguna vez. Esto nos hace deducir que quien hace uso de esta estrategia, sabe que su conducta es incorrecta y que genera sufrimiento. Pero aún así la lleva a cabo…
¿Qué hay, por tanto, en la mente de quien hace ghosting?
Un apego evitativo
Como bien sabemos, nuestra relación con nuestros cuidadores orquesta muy a menudo el tipo de relación que construimos en la edad adulta. Así, es muy probable que muchos de estos “fantasmas” evidencien un apego evitativo. Es decir, estamos ante personalidades que manejan mal la intimidad emocional y que rara vez logran construir relaciones profundas y duraderas.
Quien prefiere eludir el compromiso y la cercanía emocional, pasará toda su vida construyendo vínculos frágiles.
Tríada oscura de la personalidad
En la mente de quien hace ghosting puede estar la tríada oscura de la personalidad. Un estudio como los de Jones y Paulhus, 2014, nos recuerdan que estas personas evidencian rasgos del narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía. Estaríamos, en ciertos casos, ante hombres y mujeres que instrumentalizan a los demás.
Por lo general, inician una relación de amistad o pareja para obtener unos beneficios. Cuando ya no hay interés o dejamos de serles útiles, se procede a lo que ya sabemos: desaparecer sin decir nada. Asimismo, no podemos dejar de lado la baja empatía de estos individuos.
Prefieren priorizar lo fácil y rápido
En esta sociedad dominada por la inmediatez y los vínculos líquidos o frágiles, es común que las relaciones duren poco. No todos están dispuestos a esforzarse por cuidar esa amistad, esa relación de pareja. Se busca el refuerzo inmediato, los intereses cambian rápido y lo que no gusta, se desecha para “saltar” a otro estímulo/persona más interesante.
Muchos de quienes hacen ghosting prefieren no complicarse la vida y moverse solo por intereses.
Ser y actuar como un fantasma relacional te permite evitar los conflictos, el tener que comunicar, confrontar y algo aún más revelador: desarrollar la autoconciencia. Rara vez reflexionan en el impacto de sus actos.
Comunicación deficiente y necesidad por evitar la confrontación directa
En la mente de quien hace ghosting navegan unos recursos psicológicos claramente inmaduros. Carecen de inteligencia emocional y no siempre son buenos comunicadores. No saben expresarse de manera asertiva y evitan a toda costa, la confrontación. Siempre es más fácil desaparecer que tener que decirle a alguien que ya no siente ningún interés en él o ella.
Son perfiles carentes de autoconciencia, es decir, de la capacidad de reflexionar en sus propios actos. Para ellos, siempre será mejor actuar por impulsos que detenerse a meditar y reflexionar.
En la mente de quien hace ghosting se asume que estas prácticas están normalizadas
El papel que tienen las nuevas tecnologías en las relaciones han hecho que la práctica del ghosting se normalice. No es solo una estrategia rápida para cortar relaciones. Es una forma de comunicación encubierta, una práctica que, si bien ya existía, ahora es como un mensaje silenciado, pero evidente. Si no te respondo, hazte a la idea que te he eliminado de mi vida porque no me interesas.
¿En qué situaciones puede ser lícito actuar como un “fantasma”?
Se dice con frecuencia que quien practica el ghosting carece de adecuadas habilidades sociales y emocionales. Los definimos como personas inmaduras, carentes de incluso de principios éticos y hasta de empatía. Sin embargo… ¿Hay alguna situación en que actuar como un fantasma sería permisible?
Lo cierto es que sí. Hay relaciones en las cuales uno demanda límites y cambios a una persona en concreto. Cuando un lazo de amistad y de pareja es abusivo, y no hay visos de que la conducta mejore, desaparecer es una salida aceptable. Siempre que hayamos agotado estrategias como la comunicación y las demandas asertivas, no queda otra salida más que irnos y cortar ese lazo. Si las explicaciones ya han sido dadas con anterioridad, no hay necesidad de repetirlas.
No responder mensajes ni llamadas es un acto de salud mental para quien busca salir de territorios relacionales dañinos. En este caso, estaríamos practicando un ghosting de supervivencia. Y no hay nada de malo en ello.