Los miedos infantiles son un denominador común. Todos recordaremos alguno de nuestra infancia. La angustia que generan puede llegar a ser muy intensa, y los adultos debemos estar preparados si lo que queremos es ayudarles. La cuestión es: ¿cómo?
Los niños pueden tener que enfrentarse a una amplia gama de temores, muchos de ellos evolutivos y propios de su edad, y otros patológicos. En cualquier caso, para ellos puede ser complicado lidiar con emociones muy intensas -de hecho, ya lo es también para los adultos-. Es aquí cuando los padres pueden proveerles de herramientas que les ayuden a superar sus miedos.
Con frecuencia, cometemos el error de pensar que la educación emocional no es necesaria. Asumimos que los niños aprenderán a lidiar con sus temores con el tiempo y la experiencia; sin embargo, la realidad es que necesitan apoyo y referencias para que las potenciales fuentes de angustia no les terminen generando un sufrimiento intenso.
El miedo a la oscuridad, a las tormentas, a los extraños y a los accidentes posiblemente sí se resolverán con la edad (aunque pueden cronificarse y convertirse en miedos patológicos). No obstante, ayudar a los pequeños a lidiar con esta emoción no solo les evita una gran angustia, sino que también les aporta valiosos aprendizajes que podrán aplicar en el futuro en distintas situaciones.
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Cómo ayudar a los niños a superar sus miedos
En primer lugar, ante el miedo de un niño, conviene determinar su naturaleza. Y es que hay determinados temores que tienden a aparecer en etapas concretas del desarrollo; son los llamados miedos evolutivos. Conocerlos no impedirá que aparezcan, pero sí nos colocará en una mejor posición si queremos ayudarles.
Más allá de esto, hay varias estrategias que podemos poner en marcha para ayudar a los niños a superar sus miedos, sean de la índole que sean:
1. Cuidar el contenido que se consume
El miedo es una emoción natural que cumple una función, y que aparecerá en múltiples ocasiones en la vida de un menor. Sin embargo, algunos temores están muy relacionados con el contenido que los niños consumen en películas, series o redes sociales. Supervisar estos contenidos es más importante de lo que pensamos, a fin de que no queden expuestos a imágenes o ideas que no son aptas para su nivel de madurez.
Igualmente, las conversaciones con hermanos, amigos y compañeros pueden, en ocasiones, despertar estos miedos. Por ello, os recomendamos que hagáis un esfuerzo por mantener una comunicación fluida y regular con los niños. Solo se abrirán en un entorno en el que sientan seguros.
2. Explicar y educar en emociones
Los niños, al igual que los adultos, pueden sentirse desbordados cuando una emoción intensa les asalta. En estos momentos, comprender lo que está ocurriendo aumenta su sensación de control. Por esto, es necesario explicarles qué es el miedo, cómo se manifiesta, qué situaciones lo generan con facilidad y qué podemos hacer con él.
Hemos de señalar que puede generar síntomas en el cuerpo (como un corazón acelerado), ciertos pensamientos (como “va a ser muy difícil”) y conductas concretas (como escaparse o intentar evitarlo). Gracias a esto, el niño podrá reconocer su miedo cuando surja, ponerle nombre y entender qué sucede.
3. Permitirles sentir y expresar
Además, es fundamental ofrecerles un espacio seguro para expresarse. Con frecuencia, los adultos minimizamos los temores de los niños, les restamos importancia o, incluso, los ridiculizamos. Lo que conseguimos con esto es que dejen de compartir sus temores con nosotros, ya que no estamos siendo de ayuda para ellos.
Al contrario, los menores necesitan enfrentarse a sus miedos sabiendo que sus personas de confianza están a su lado, que cuentan con ese respaldo. A este respecto, compartir algunos de tus miedos con tus hijos puede ayudarles a entender que es una emoción normal.
4. Otorgarles un papel activo a los niños al superar sus miedos
Este es un buen momento para fomentar la autonomía de los más pequeños, y así ayudarles a aumentar la seguridad en sí mismos. Pero, ¿cómo? Ofreciéndoles un papel activo en la solución de sus temores.
En lugar de decirles directamente qué hacer, es muy positivo generar una charla en la que, con preguntas abiertas, les animemos a poner palabras a lo que están sintiendo. Lo bueno de lograr este objetivo es que podemos ayudarles a generar un relato que les ayude de lo que les sucede.
Por ejemplo: “¿por qué crees que sientes miedo por las noches?”, “¿de qué forma te sentirías más seguro?”, “¿qué se te ocurre que podemos hacer para que duermas tranquilo en tu cama?”.
5. Ofrecer modelos de afrontamiento
Este es uno de los pasos más importantes, ya que gran parte del aprendizaje de los niños es vicario; es decir, se produce observando cómo otras personas afrontan las situaciones. Los padres, como principales referentes, son grandes modelos en cuanto a estilos de afrontamiento, pero también pueden adquirirlos de otras fuentes.
Por ejemplo, leyendo cuentos infantiles que hablen sobre el miedo del niño, viendo películas relacionadas o recreando una escena mediante el juego simbólico. Al identificarse con los personajes, los menores pueden interiorizar una serie de pensamientos y conductas que les ayudarán a superar su temor.
6. Practicar autoafirmaciones
Las autoafirmaciones son muy útiles en cuanto que abordan uno de los síntomas principales del miedo: los pensamientos perturbadores. Practicarlas ayuda a transformar de forma activa ese diálogo interno que alimenta el temor.
Para ello, se pueden diseñar junto con el niño algunas frases sencillas y positivas que puede repetir en forma de mantra para darse ánimo y coraje al momento de afrontar la situación temida. Por ejemplo, “yo puedo lograrlo” o “voy a estar bien”.
7. Entrenar en técnicas de respiración
Las técnicas de respiración son muy efectivas para controlar los síntomas físicos del miedo. Hablamos de ejercicios sencillos que el niño puede aprender en poco tiempo y poner en práctica siempre que necesite calmarse o afrontar un temor.
8. Buscar ayuda profesional para ayudar a los niños a superar sus miedos
Para determinadas situaciones, las pautas que hemos compartido no son suficientes. En estos casos es necesario que intervenga un profesional.
Cuando el miedo causa gran angustia, se prolonga en el tiempo más allá de lo esperado o resulta muy limitante para el menor, es necesario antes de aplicar estrategias generales, hacer una evaluación de lo que está pasando. Piensa que detrás puede haber una situación de acoso o de maltrato, y actuando sobre la sintomatología solo estamos apagando las señales que nos advierten de lo que está ocurriendo.