Todos hemos tenido que tomar esa decisión alguna vez: ¿ceder o no ceder? En este artículo vamos a hablar de qué pasa en estos momentos, identificando por el camino algunas estrategias que pueden ayudaros.
Cuando nos relacionamos con los demás, es normal que se produzcan disputas, desacuerdos o momentos de tensión, ya que en esa intersección entre “yo” y el “otro” aparecen diferencias de opinión, deseos, necesidades, sentimientos… Hemos de ser conscientes de que, a veces, para lograr que las relaciones funcionen, deberemos ceder, pero otras veces poner límites (y ambas acciones son igual de importantes).
A través de ello, aprendemos a conectar con nuestras necesidades y a priorizarnos, escuchando también las necesidades del otro. Este es el reto: aprender a ser flexibles y ceder sin dejar de proteger nuestros intereses. Sin embargo, encontrar este “punto medio” no es fácil. ¿Cómo podemos hacerlo?
¿Qué significa ceder en las relaciones?
Nos ocurrirá muchas veces, tanto en pareja como con los amigos o la familia. Nuestra posición será una y la posición del otro será otra, y no es posible razonar, porque la cuestión de fondo es de preferencias o de gustos.
En algunos de estos momentos será necesario ceder para que la relación prospere (y viceversa, dejar que el otro ceda en ciertas ocasiones). Se trata de “a veces cedes tú, y otras, yo”.
¿Por qué es importante ceder y cuándo hacerlo?
Al ceder, demostramos ser flexibles, tener la capacidad de adaptarnos a las situaciones, siendo capaces de dejar en un segundo plano los deseos o las preferencias personales. Estas concesiones son más fáciles con la empatía, que permite que nos llegue de manera más intensa, y como refuerzo, la alegría del otro.
Ceder es un arte y los maestros lo son porque eligen con acierto cuándo practicarlo y cuándo no. Hacerlo siempre difícilmente nos hará sentir bien, ya que tendremos la sensación de que caminamos todo el rato por un sendero que no es el nuestro, lo que hará que muchas veces nos sintamos desorientados. No hacerlo nunca, nos aislará socialmente porque los demás esperarán de nosotros una cierta reciprocidad en lo que se refiere a concesiones.
“Necesitamos tener empatía. Cuando perdemos empatía, perdemos nuestra humanidad”.
-Goldie Hawn-
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Poner límites: el poder de la asertividad
Es tan importante saber ceder como saber poner límites, para lo que es necesaria la asertividad. Alberti y Emmons (1978), citados en un estudio de Antonio D. Rojas (2010), definen la asertividad como “aquella conducta que permite a una persona actuar según sus intereses más importantes, defenderse sin ansiedad inapropiada, expresar cómodamente sentimientos honestos o ejercer los derechos personales sin negar los derechos de los demás”.
Poner límites es la consecuencia, junto con la asertividad, de saber que somos importantes, de que merecemos una consideración. Además, en ocasiones muchos de estos límites pueden quedar para nosotros -no sentimos la necesidad de hacerlos explícitos porque entendemos que el otro está muy lejos de traspasarlos-, pero en otras ocasiones sí tendremos que hacerlo, no siendo esta una tarea placentera. Aquí es precisamente donde entra en juego la asertividad.
“Algunas personas no se dan cuenta de que un “no” directo puede ser la respuesta más amable del mundo”.
-Jonathan Coe-
Beneficios de poner límites: ¿por dónde empezar?
Poner límites produce grandes beneficios para el autocuidado y la autoestima. A través de ellos, definimos nuestro espacio personal, nos hacemos respetar (evitando que el otro “pise” ciertas líneas rojas o conductas que nos dañan), fomentamos nuestro autoconocimiento y cultivamos relaciones saludables para nosotros.
¿Cómo empezar a poner límites? Lo primero que deberás hacer es identificar tus necesidades, verbalizarlas y empezar a confiar en tu criterio. Tolera la sensación de malestar interpersonal que se crea tras poner límites, y recuerda que esa sensación no indica que lo estés haciendo mal.
Evita sentirte culpable y recuérdate a ti mismo dos cosas:
- Tienes derecho a poner límites.
- Lo estás haciendo con respeto, no tienes por qué sentirte mal, ni tienes por qué cumplir siempre las expectativas ajenas.
Cuidarse es ceder y poner límites: cómo encontrar el equilibrio
Si quieres encontrar ese equilibrio, puedes seguir estos puntos:
- Identifica tus necesidades más importantes. Piensa si en su satisfacción es necesaria la intervención de otros, y el coste que puede tener para ellos esa aportación.
- Cada relación que establezcas habrá unos límites. Tú los tendrás para el otro y el otro los tendrá para ti.
- Empieza a ceder en cosas que no impliquen una gran renuncia para ti; así te será más fácil adquirir esta habilidad.
- Recuerda que ceder no debe implicar nunca faltarte el respeto a ti mismo.
- A la hora de poner límites, actúa igual; empezando progresivamente por las cosas en las que te cueste menos decir “no”.
- Valora cómo te sientes al ceder o poner límites. Puedes tomar de referencia situaciones pasadas, pero, cuidado, la historia no tiene por qué repetirse.
- Busca a personas que actúen igual contigo; cediendo de vez en cuando, pero también poniendo límites.
- Sé flexible cuando busques ese punto medio, y no tengas miedo a equivocarte, ya que es normal hacerlo y tienes todo el derecho a errar, ¡estás aprendiendo!
“La forma en que nos comunicamos con los demás y con nosotros mismos, en última instancia determina la calidad de nuestras vidas”.
-Anthony Robbins-
Todo es un aprendizaje
Como hemos visto, en nuestras relaciones personales nos encontraremos, muchas veces, que no pensamos igual que los demás. En esos casos deberemos decidir si ceder, para poder llegar a acuerdos o si poner límites, para evitar que nos dañen.
Decidir en cada ocasión lo que es mejor para nosotros dependerá de nuestro propio aprendizaje; recuerda que no hay respuestas “correctas” o “incorrectas”, sino que todos vamos aprendiendo sobre la marcha, gracias a la experiencia.
Sea como sea, la flexibilidad te ayudará en tus relaciones personales, haciendo más fácil la tarea de identificar esos momentos en los que ganarás, a la larga, cediendo. La ausencia de rigidez te permitirá ver la realidad desde otros puntos de vista, entendiendo las razones que puede tener el otro para defender su postura -piensa que normalmente no actuamos para molestar o porque nos divierta llevar la contraria- e imaginando posibilidades de conciliación para las posturas distintas en un futuro.