¿Cómo cambia la percepción que tenemos de nuestra pareja? ¿Qué adaptaciones realizamos para que lo siga siendo -a pesar de que cada día los dos cambiemos-? ¡En este artículo te lo contamos!
Ninguna pareja es perfecta. Todas las personas tienen virtudes, pero también defectos y por mucho que quieras a tu compañero, seguro que eres capaz de identificar costumbres o actitudes que no te gustan de él, y que de alguna manera cambiarías.
Percibes y eres consciente de esas partes de su personalidad que, quizá, no se ajustan a lo que esperas. Pero, entonces, ¿cómo logras hacer que tu vínculo perdure? La respuesta es curiosa: tus ideales cambian con el tiempo para que te guste tu pareja.
Quizá esto te suene descabellado, pero tiene cierto sentido. Se trata de un mecanismo de la mente que ajusta nuestros ideales, gustos y preferencias a fin de que nuestra relación nos parezca más plena y satisfactoria. De alguna forma, ajustamos las expectativas a lo que la pareja nos ofrece, y de este modo nos sentimos mejor en el vínculo.
¿Quieres saber más al respecto? Te lo contamos a continuación.
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El modelo de estándares ideales
Para comprender la afirmación anterior, hemos de remitirnos al modelo de estándares ideales de Fletcher & Simpson. Según estos autores, las personas utilizamos ciertos elementos para juzgar y regular nuestras relaciones interpersonales: los ideales. Estos nos hablan de lo que esperamos y deseamos encontrar en una pareja y el tipo de relación que nos gustaría tener.
Principalmente, atendemos a tres grandes categorías:
- Calidez, compromiso e intimidad.
- Salud y atractivo físico.
- Estatus y recursos.
Todos estos grupos marcan ventajas evolutivas a la hora de emparejarnos. Un compañero comprometido nos asegura apoyo y cooperación en la crianza. Una persona sana y atractiva sugiere fertilidad. Alguien con buen estatus nos asegura los recursos y la posición deseada en la jerarquía social.
Ahora bien, todos deseamos tener una pareja que esté bien situada en estas tres categorías. Algo que no es demasiado realista. Por ello, tendemos a priorizar uno de los tres puntos -una elección que con frecuencia no hacemos de manera consciente-.
Estos ideales son los que nos ayudan a evaluar la calidad de nuestro compañero y de la relación, a entender por qué ocurren ciertas cosas en el vínculo (por ejemplo, las peleas) y a realizar los ajustes necesarios. Sin embargo, al comparar nuestros ideales con lo que realmente tenemos, con lo que la pareja ofrece, pueden surgir discrepancias importantes.
Así, en este punto, tenemos dos caminos. Por un lado, podemos hacer frente a la realidad (la pareja y la relación no nos satisfacen) y tomar cartas en el asunto; bien tratando de cambiar al otro, o simplemente abandonando la relación. Este es el camino que solemos coger cuando hay decisiones importantes que tomar (por ejemplo, casarse o tener un hijo), cuando los problemas de la relación son graves o cuando aparece una nueva persona de nuestro interés.
Por otro lado, podemos optar por idealizar a nuestro compañero y pasar por alto esas inconsistencias que vemos. Y, para ello, optamos por cambiar nuestros ideales, por modificar lo que buscamos en una pareja para que así nuestro compañero actual se ajuste a esas expectativas. Este es el camino que elegimos, principalmente, cuando nos hemos acomodado en una relación a largo plazo.
Ajustar ideales para sentir mayor satisfacción en la relación
La hipótesis del modelo de estándares ideales ha sido probada en diferentes investigaciones. Por ejemplo, un interesante estudio evaluó a 83 parejas recién casadas durante sus primeros tres años de matrimonio. Se analizaron las percepciones positivas y negativas que tenían de sus compañeros y la importancia que le atribuían a esas características.
Así, por un lado, se encontró que quienes daban mayor importancia a las características consideradas positivas disfrutaban de una mayor satisfacción en la relación. Pero no solo eso, sino que, además, vieron que las personas alteraban la importancia que atribuían a cada característica, con el fin de maquillar la imagen que tenían de su pareja. Es decir, que si a lo largo del tiempo las percepciones sobre el compañero cambiaban, se modificaba también la importancia dada a esas percepciones.
En otras palabras: tus ideales cambian con el tiempo para que te guste tu pareja. O, más bien, para que continúe gustándote. Así, al ajustar tus ideales y tus expectativas a lo que el otro es capaz de ofrecer, logras sentirte más satisfecho en la relación.
Incluso, parece que esta es una tendencia que mostramos desde el inicio de la relación. Un estudio llevado a cabo con parejas en sus primeros meses de noviazgo reveló que las personas tienden a dar más importancia en el tiempo a aquellas características en las que, desde un inicio, su pareja destacó positivamente. Es decir, que parecemos tomar las fortalezas del otro y colocarlas en una posición central dentro de nuestros ideales para así percibir el vínculo como más positivo.
A veces no es tan sencillo…
No obstante, no todo es tan sencillo, y estos mecanismos de ajuste no siempre funcionan. Cuando los conflictos emergen en la relación y esta se vuelve tormentosa (incluso tras años de recorrido), estas comparaciones entre el ideal y lo que la pareja ofrece surgen con más fuerza y, en muchos casos, la realidad se hace tan evidente que ya no podemos enmascararla.
A pesar de esto, saber que tus ideales cambian con el tiempo para que te guste tu pareja es una buena noticia. Y es que es precisamente esto lo que permite que las relaciones perduren y que sus miembros se sientan más plenos y satisfechos formando parte de ellas.