Estar soltera está de moda… y también es más difícil que nunca: ¿es posible sobrevivir en una economía pensada para parejas?

Estar soltera está de moda (si lo dice Bad Bunny, será verdad). Ahora mismo en España hay más personas solteras que nunca, y casi 5 millones viven solas. Pero, por muy de moda que esté la soltería, ¿es posible sobrevivir en una economía pensada para parejas?

Comprar un piso (o alquilarlo siquiera), hacer la compra semanal, planificar un viaje, cenar en un restaurante… La lista de situaciones cotidianas que se complican simplemente por el hecho de afrontarlas sola o solo, es larga. Y lejos de acortarse, pareciera que cada día crece un poco más, conforme el poder adquisitivo se reduce y la soledad, deseada o no, se convierte en un bien de lujo.

«Los cambios demográficos, sociales, culturales y económicos de las últimas décadas han implicado que vivamos de manera diferente a como lo hacían nuestros padres o abuelos», observa Guillermo Casasnovas, profesor del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade e investigador del Esade Center for Social Impact.

La nueva realidad es que la sociedad avanza hacia un modelo más individualista. A cierre de 2023 había casi 15 millones de personas solteras en España, casi un tercio de la población, y el número de hogares unifamiliares ha escalado hasta los 4,8 millones, según el INE. Eso significa que una de cada tres personas en España tiene la soltería como estado civil, y que una de cada 10 viven solas.

«Antes veíamos la soltería como algo negativo, un tabú, algo de lo que huir porque generaba un alto desprestigio, ya no solo a la persona en cuestión, sino también a la familia, cosa que se intensificaba si además eras mujer. Ahora esto ha cambiado por completo. La soltería es poder, libertad, independencia, sexualidad diversa, autoconocimiento, etc.», ilustra Paco Lorente, profesor de ESIC University.

Tal vez eso es lo que quería decir Bad Bunny con aquello de «estar soltera está de moda», o Bad Gyal cuando hace unas semanas clausuró su último concierto en Madrid a grito de: «No os olvidéis, es mejor estar sola que mal acompañá«.

El problema es que ese modelo de soltería no parece tener cabida en la realidad, donde la unidad social por defecto continúa siendo la familia.

«El sistema no se está adaptando a la nueva realidad. La destrucción del modelo tradicional de hogar o familia no ha hecho que la sociedad se deje de estructurar en base a esa idea de pareja», resume Inés Ferreirós, coordinadora del laboratorio de políticas públicas de la Fundación Alternativas.

Esto que dice Ferreirós es fácil de constatar: basta con entrar en el supermercado. Si vives sola, o tienes un buen congelador, o comprar zanahoria se traduce en comer zanahoria toda la semana. En algunos restaurantes no hacen reservas para uno, y si viajas sola, o buscas habitación compartida en un hostel, o te toca pagar por una habitación doble en hotel.

«Existe una disociación entre las condiciones materiales de vida, que no están adaptadas a una nueva realidad en la que hay muchas personas que viven solas», afirma Ferreirós.

Los datos del INE dicen que hay más solteras y solteros que nunca. Pero, ¿es más difícil que nunca ser soltero? 

Soltera… y pobre

Para Ferreirós, la respuesta está clara: «El modelo de pareja ha cambiado, pero la sociedad no está preparada, los salarios no son los que deberían ser para que una persona pueda vivir sola, sin ningún tipo de apoyo o colaboración externa, el acceso a la vivienda se vuelve complicado…».

El coste de vida no ha dejado de aumentar en los últimos años, especialmente como consecuencia de la elevada inflación, calentando la cesta de la compra, las facturas, el acceso a la vivienda… Pero los salarios no han evolucionado al mismo ritmo. En plena crisis de precios, España fue uno de los 10 países de la OCDE donde más cayó el poder adquisitivo de los hogares.

El resultado es que ahora mismo tenemos la misma renta per cápita en términos reales que en el año 2005: unos 24.600 euros (este es el mejor predictor para medir la riqueza de un país).

En esas condiciones, ¿quién puede hacerle frente al coste de vida en solitario? La realidad es que cada vez más difícil llegar a final de mes y, según el Banco de España, el 25% de los hogares no lo consigue.

Vivienda: una necesidad básica que pocos pueden permitirse

Es una necesidad básica… a la que no todo el mundo logra acceder. No, al menos, en las condiciones deseadas. No estamos hablando de grandes lujos, sino de algo tan fundamental para la vida adulta como la emancipación.

«El precio de los pisos está subiendo mucho más de lo que suben los salarios, y esta pérdida de poder adquisitivo genera una gran brecha», explica Elena Martínez, responsable de Evaluación e Investigación de Provivienda.

Mientras que el precio de la vivienda acumula una subida del 45% hasta 2023 (un 44% en el caso de los alquileres), los salarios apenas han recuperado un 10%, observa Martínez: «El incremento ha sido vertiginoso, hasta el punto de que hoy, tener un salario ya no garantiza poder permitirse una vivienda».

Un panorama que se agrava en el caso de los jóvenes: si eres una persona joven y no tienes pareja o alguna ayuda externa, acceder a una vivienda es casi imposible. «El aumento relativo del precio de los pisos y las dificultades en el mercado laboral implican que los jóvenes se independizan más tarde y que tardan más en encontrar estabilidad», confirma Casasnovas.

Las propias viviendas no están configuradas para vivir solo. El 54% del parque residencial en España se construyó antes de 1980, cuando el modelo de hogar predominante era el de familias con varios hijos.

El legado son millones de pisos con dos o más habitaciones, ahora compartidas en muchos casos por personas que, precisamente por el precio asociado a un mayor tamaño, no podrían permitírselo en solitario.

«El cambio cultural siempre va por delante de la vida económica, quizás vayamos observando cambios en este sentido en los próximos tiempos, porque muchas personas solteras se ven obligadas a tomar decisiones que quizás no preferirían, como compartir la vivienda», señala Lorente.

Compartir… ¿es vivir?

Pero no es solo por compartir piso. Lorente explica que el sistema actual penaliza ser soltero y favorece la vida en pareja en general: «Tanto costear suministros, como la compra de bienes de consumo, la fiscalidad…», resume.

Al coste mensual del alquiler o hipoteca que ya soportan muchos hogares hay que sumar el de las facturas, que asciende a 141 euros de media, según estima el CJE. Obviamente, sale mejor dividirlo que afrontarlo en solitario.

«Cosas tan sencillas como la cesta de la compra: para una persona es más caro que para 2 o 3. Al final, o cuentas con el apoyo de tus padres, o de una pareja, o te ves obligado a compartir con amigos o desconocidos», coincide Ferreirós.

Ya lo dice el refrán: compartir es vivir. Si se trata de gastos, poder compartir es lo que permite que muchas personas puedan, efectivamente, vivir. Una tendencia que solo enmascara una postal de precariedad.

Una sociedad pensada para parejas

«La realidad material es que la sociedad está pensada para parejas«, conviene Ferreirós. Un poco como ocurre (llevado al extremo) en aquella película de Yorgos Lanthimos, The Lobster, que retrata un mundo distópico donde todo funciona en pareja y, quien no la encuentra, se convierte en un animal.

Se ve en los precios de la vivienda. En Madrid, por ejemplo, alquilar un estudio para una persona sale por 1.200 euros, ilustra Ferreirós: «Con un sueldo medio eso es imposible».

Pero se ve más allá de eso: «No existen los hoteles con habitaciones para una persona, o cada vez hay menos. Antes incluso era más común, por los viajes de negocios», añade.

¿Cena para uno? En algunos restaurantes ni siquiera se acepta. Una práctica que Facua ha denunciado, después de haber recibido numerosas peticiones de consumidores que habían sido rechazados por intentar reservar para una persona en establecimientos de hostelería.

Aun así, Casasnovas defiende que «muchas industrias se han beneficiado de estas tendencias (hacia la vida en solitario)».

Lorente coincide, y pone como ejemplo la multiplicación de opciones individuales o envases con un menor número de unidades «que podemos encontrar en el supermercado, y que antes era impensable». Pero reconoce que «este tipo de opciones para solteros incluso pueden ser más costosas porque la vida todavía está hecha para personas que convivan, como mínimo, en pareja. Es mucho más cara la vivienda, la comida o incluso, la declaración de la renta con beneficios fiscales al matrimonio, etc.».

No existen, de hecho, los beneficios fiscales para personas solteras. En una sociedad que tiende hacia el envejecimiento, con el problemón que se avecina de sostenibilidad del sistema de pensiones, lo que interesa son las políticas orientadas hacia el fomento de la natalidad, no lo contrario. Eso lleva a que, por lo general, los matrimonios se beneficien de mayores incentivos fiscales, como desgravaciones en el IRPF.

«La idea es fomentar la natalidad porque tenemos un problema de pirámide poblacional», conviene Ferreirós.

Pero entonces, el riesgo es que la cuestión de la soledad solo se aborde cuando se convierta en un problema de salud mental, advierte: «Cada vez hay más personas que sufren soledad no deseada, y el último Observatorio de Soledad no deseada avisa de que los jóvenes son los que más sufren este problema, y es básicamente por falta de redes de apoyo».

Todo avanza en dirección a la pareja. Tanto los jóvenes, que buscan, como las personas divorciadas, que vuelven al mercado. Y, aunque no todo es una cuestión de por el interés te quiero, Andrés, lo cierto es que las condiciones materiales tienen mucho que ver en estas dinámicas:

«Hemos pasado de la monogamia a la monogamia en serie. La gente se divorcia, pero la vida en solitario es muy difícil: el nivel de vida baja mucho al divorciarse y seguir manteniendo la vivienda, los alimentos, un vehículo… Quieren volver a encontrar una pareja porque no es sostenible materialmente», explica Ferreirós.

Ocurre también entre los jóvenes: «Hay quienes se cansan de esa concepción idealista del amor surgida desde los discursos disidentes y regresan al ideal tradicional de pareja como algo más práctico», añade. Una suerte de vuelta a los valores tradicionales que encuentra su máxima expresión en algunos trends de tiktoks como las tradwifes: «Chicas muy jóvenes que vuelven a idealizar la concepción de esposa o ama de casa».

Un rechazo a los valores progresistas que, según Ferreirós, «desde la sociología y la antropología se entiende como un desencanto con los ideales del progreso derivados de una situación de precariedad. Como no ves que haya soluciones, ese desfase entre valores y condiciones materiales te lleva a idealizar lo que había antes».

Un argumento que también serviría para explicar parte del discurso reaccionario antifeminista surgido desde algunos jóvenes de la generación Z que generó polémica en los datos del CIS.

«Todo suma para tener la impresión de que, si no tienes pareja, todo va a ser más complicado. La gente sin pareja es más probable que viva la precariedad», añade Ferreirós. Y como aumenta el coste de vida, es más difícil consumir ocio, lo que a su vez agrava esa soledad, generando un bucle que, avisa, «puede convertirse en un problema público».

Puede que estar soltera esté de moda. Solo esperemos que eso no sea un problema.

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