La ley de las consecuencias imprevistas nos muestra que, en realidad, nunca tenemos todo bajo control. Incluso detrás de una gran planificación, la realidad puede ser esquiva y no cumplir nuestras expectativas.
La ley de las consecuencias imprevistas señala que las acciones humanas siempre, o casi siempre, tienen consecuencias no calculadas o inesperadas. Esta idea se aplica sobre todo en las situaciones que involucran a grupos o colectivos. En esos casos, es aún más difícil anticipar o prever lo que sucederá tras una acción o una decisión.
Quien propuso las ideas básicas de la ley de las consecuencias imprevistas fue Robert K. Merton. Este sociólogo se refirió al hecho de que la intención de alguien no siempre se materializa. Hay aspectos que no se logran ver con anticipación, o factores fortuitos que modifican las situaciones.
La famosa ley de Murphy está emparentada con la ley propuesta por Merton. La primera dice que “si algo malo puede pasar, pasará”. También se formula como “toda acción que pueda tener consecuencias negativas, las tendrá”. Sin embargo, la ley de las consecuencias imprevistas no plantea que las consecuencias tengan que ser negativas; también pueden ser positivas o perversas. Veamos.
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“Lo inevitable rara vez sucede, es lo inesperado lo que suele ocurrir”.
-John Maynard Keynes-
La ley de las consecuencias imprevistas
La ley de las consecuencias imprevistas es invocada en muchas ocasiones para evitar cambios de calado, en los que en las consecuencias pueden entrar en juego variables que no se controlan -como la reacción de un socio-.
Se parte de la idea de que cuanto mayor sea el calado de los cambios, más consecuencias inesperadas pueden tener. Eso sí, esto no siempre es cierto; todos hemos vivido como un gesto, en apariencia poco importante, levantaba una auténtica tormenta -también cómo la apaciguaba-.
Las razones por las que pueden aparecer las consecuencias imprevistas son las siguientes:
- Los autores del cambio no logran ver los efectos a largo plazo.
- Se cometen errores a la hora de especificar el cambio que se necesita.
- Surge una innovación, o un hecho novedoso, que altera el panorama.
- Falla el sistema de valores, pues la decisión se toma con base en este, pero el mismo puede que no sea aplicable a otros individuos.
- Las resistencias al cambio pueden dar lugar a un nuevo escenario, no previsto inicialmente.
Diversos tipos de consecuencias
Como se anotó antes, en la ley de las consecuencias imprevistas no siempre los efectos no calculados son negativos. También pueden ser positivos o perversos. Veamos.
Resultados negativos
Sucede cuando una acción se considera positiva y se implementa, pero al final termina generando efectos negativos. Un ejemplo muy visible de ello fue la prohibición del consumo de alcohol en los Estados Unidos. Lejos de lograr su propósito, lo que hizo fue fomentar la conformación de mafias. Esto llevó a una violencia inusitada, hasta que se revirtió la prohibición.
Resultados positivos o serendipia
Al operar la ley de las consecuencias imprevistas también puede haber resultados positivos. Sucede cuando una acción o una decisión trae más beneficios de los esperados.
Un ejemplo de ello se dio en Chile. Durante décadas, varios sectores se opusieron a aprobar el divorcio, pues pensaban que debilitaría la institución del matrimonio. Finalmente, se aprobó y, para sorpresa de todos, muchas más personas se casaron y menos se separaron.
Resultados perversos
Ocurren cuando se adopta una medida o una acción y el resultado es diametralmente opuesto a lo que se buscaba. Un ejemplo de esto es el “hoy no circula” de Ciudad de México, igual al “pico y placa” de Bogotá.
Esta medida restringe el uso del coche cada día: un día no pueden circular los de placas pares y otro el de impares. Ante esto, muchas personas compraron un segundo coche, más viejo y barato, con placas que les permitieran circular todos los días. Se buscaba reducir la contaminación y al final se incrementó.
Sugerencias para eludir la ley de las consecuencias imprevistas
La ley de las consecuencias imprevistas no se puede evadir del todo. Sin embargo, hay algunas medidas que se pueden tomar para reducir sus efectos. La primera de ellas es pensar a largo plazo. Una buena técnica es el 10-10-10: pensar cuáles serían las consecuencias a los 10 días, 10 meses y 10 años.
Otra opción es imaginar lo que ocurriría en caso de no hacer nada. Si se debe implementar un cambio muy grande y hay dudas, lo mejor es pensar en qué sucedería si nos inhibiéramos de realizar cualquier actuación. Si esto no tiene consecuencias serias, quizás lo más indicado sea esperar un poco hasta que tengamos más información de la situación.
Finalmente, un buen ejercicio es el de multiplicar por cuatro la peor consecuencia posible. Si haciendo esto somos capaces de anticipar un riesgo muy alto, quizás sería mejor pensarlo dos veces antes de actuar. De este modo, quizás consigamos que la ley de las consecuencias imprevistas no nos castigue con su cara menos amable.