Todas las personas desarrollamos un tipo de apego que, sin darnos cuenta, empieza a formarse desde nuestra infancia. Ya sea seguro, ansioso, evitativo o desorganizado, estos estilos impactan en cómo vivimos la adultez.
¿Alguna vez te has preguntado por qué reaccionas de cierta manera ante situaciones de conflicto o por qué algunas dinámicas se repiten en tus vínculos? La respuesta puede estar en los tipos de apego. Estos influyen en nuestras relaciones durante la etapa adulta, en especial, en las de pareja.
La teoría expuesta por el psicólogo británico John Bowlby y enriquecida por la psicóloga canadiense Mary Ainsworth, es fundamental para saber la clase de apego en cada persona.
Bowlby propuso que el vínculo emocional que desarrollamos con nuestros cuidadores crea un modelo que influye en cómo nos conectamos con los demás a lo largo de la vida. Por su parte, Ainsworth, mediante su famoso experimento conocido como la «situación extraña», ayudó a clasificar los estilos de dichos vínculos formados en la niñez.
1. Apego seguro: confianza y estabilidad
Según John Bowlby, el apego seguro se desarrolla cuando los cuidadores están emocionalmente disponibles y responden de manera consistente a las necesidades del bebé, proporcionando una «base segura» desde la cual el niño explora el mundo con confianza. Esto permite que el pequeño regule su angustia y desarrolle una sensación de seguridad emocional.
Este estilo de apego se caracteriza por una comunicación abierta y la capacidad de resolver conflictos de manera saludable, además de un equilibrio entre la independencia y la conexión emocional.
Acorde con algunos estudios, cuando un adulto desarrolló tal apego, tiene una mayor comodidad en las relaciones cercanas y una visión positiva de sí mismo y de los demás. También una mejor capacidad para manejar el estrés y las emociones, lo que fomenta la resiliencia y la competencia social.
En las relaciones de pareja, el apego seguro permite disfrutar de una base sólida de confianza y estabilidad, favoreciendo enfrentar los altibajos sin temor al abandono o a la pérdida de autonomía. Se promueve así una dinámica amorosa con base en el respeto mutuo y el apoyo emocional.
2. Apego ansioso: miedo al abandono y necesidad de validación
El apego ansioso inicia cuando los padres o cuidadores son impredecibles: unas veces están presentes y afectuosos, y otras son distantes o poco accesibles. Esta inconsistencia genera una sensación de inseguridad en el niño, que crece sin saber cuándo será atendido o rechazado.
Como resultado, la persona desarrolla un miedo constante al abandono y una fuerte necesidad de cercanía, lo cual, de manera inevitable, afecta la calidad de sus relaciones. En estos casos, se recomienda acudir a terapia y emplear técnicas psicológicas para superar el apego ansioso.
Además, múltiples investigaciones han resaltado que los individuos con tal apego suelen tener problemas para regular sus emociones y para interactuar con otros, lo que termina por agravar su ansiedad. A medida que enfrentan dificultades para relacionarse, la falta de habilidades sociales y la inestabilidad emocional refuerzan su sensación de inseguridad.
En la edad adulta, esta dinámica se refleja en relaciones donde la persona siente una gran necesidad de aprobación y tiene un miedo constante a que la dejen. Esto lleva a comportamientos como los celos, la dependencia emocional y la búsqueda constante de seguridad en la pareja, lo que tiende a crear vínculos tensos y conflictivos debido a la sobrecarga emocional.
3. Apego evitativo: independencia emocional y dificultad para abrirse
Por su parte, el apego evitativo comienza al niño aprender que sus necesidades emocionales no serán atendidas por sus padres. En lugar de buscar consuelo en sus cuidadores, se acostumbra a desconfiar de los demás y depender solo de sí mismo, creando una coraza de autosuficiencia.
Aunque esta independencia emocional parece una fortaleza, es posible que en las relaciones amorosas se convierta en un obstáculo, debido a la incapacidad de conectar en profundidad con la pareja.
Un estudio, publicado en la revista Individual Differences Research, sugirió que las personas con apego evitativo no son muy conscientes de su estado emocional y resultan menos reactivas ante sus emociones. Por otro lado, alguien con apego ansioso tiene una mayor conciencia emocional, pero le cuesta identificar sus sentimientos y controlar sus impulsos.
En el estilo evitativo, se procura mantener a la pareja a distancia mediante estrategias de desactivación emocional que dan sensación de independencia. De igual modo, estas personas temen la vulnerabilidad y evitan abrir sus emociones, lo que puede hacer que sus relaciones se sientan frías o distantes.
A menudo, prefieren no depender de nadie y ven la intimidad como una amenaza a su libertad, lo que genera una desconexión emocional que dificulta crear vínculos profundos. De ahí la importancia de identificar las señales de que tu pareja tiene un estilo de apego evitativo.
4. Apego desorganizado: inestabilidad emocional y amorosa
Quienes manifiestan apego desorganizado tuvieron infancias caracterizadas por una mezcla de protección y amenaza por parte de sus cuidadores. Por ejemplo, recibían amor y confort, pero también enfrentaban momentos de miedo o confusión; una ambivalencia que promueve un estado de caos emocional.
Mientras que las personas con apego ansioso temen el abandono y buscan cercanía para satisfacer sus necesidades, y aquellas con estilo evitativo temen el rechazo y prefieren distanciarse, el apego desorganizado se caracteriza por una combinación de ambos miedos y tiene graves efectos en los niños y adultos.
Aquellos con esta clase de apego experimentan una gran confusión y miedo en sus relaciones, por lo que pueden ser impredecibles. Esto significa que alternan entre buscar cercanía y mantener a los demás a distancia. Este patrón puede llevar a relaciones intensas y apasionadas, pero también a conflictos y malentendidos frecuentes.
Entender los tipos de apego permite construir relaciones más satisfactorias
Comprender los tipos de apego es un paso crucial para mejorar la calidad de nuestras relaciones adultas. Ya sea que nos identifiquemos con un estilo seguro, ansioso, evitativo o desorganizado, esta conciencia permite reconocer patrones de comportamiento que estarían afectando nuestra vida emocional.
Aunque los orígenes de estas vinculaciones afectivas yacen en la infancia, no estamos destinados a repetirlos para siempre. Con el apoyo adecuado, como la terapia, la autorreflexión y la comunicación abierta con nuestras parejas, es posible aprender a gestionar las emociones, desarrollar confianza y crear relaciones más saludables.
Recuerda que, al trabajar en nuestras inseguridades y ser conscientes de lo que tememos, es más fácil romper los ciclos y construir lazos sólidos y satisfactorios.