Seguro que conoces a una de esas personas que se cree por encima de la humanidad. Esa que piensa que su opinión es ciencia, y al mismo tiempo verdad. Hablamos de los motivos que les llevan a mantener esa actitud frente al mundo.
Hay personas que no soportan a la humanidad. Entre el sarcasmo y el vacío existencial, lanzan mensajes negativos sobre la especie a la que pertenecen.
Quizás han sido experiencias muy negativas con los demás las que han motivado esos pensamientos. Sin embargo, cuando realizan sus análisis, no aluden a su dolor o desencanto social. Son personas que desprecian a la humanidad porque sienten que su existencia es superior a nivel emocional o intelectualmente.
Quizás una serie de expectativas poco realistas sobre la sociedad o una educación represiva puedan estar en la base de esta concepción del mundo.
Adoptar esta actitud de odio a la humanidad conlleva en muchas ocasiones un rechazo a la propia naturaleza. Finalmente, las personas que no soportan a la humanidad adoptan una actitud de criticismo y excesiva rigidez moral con las opiniones y los comportamientos de los demás.
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Un sarcasmo y una superioridad moral que agota
Como hemos señalado, las personas que manifiestan desafección y rechazo por el resto, posiblemente hayan acumulado experiencias negativas en el plano social. Sin embargo, no lo explican de manera concreta. Expresar que has sufrido bullying, que tuviste una mala experiencia familiar o que has sido traicionada por un amigo puede ser complicado.
Cuando pasas por una mala racha, lo recomendable es acudir a un profesional de la salud mental y si sientes que no eres capaz de salir de ella, para cuidarte, puedes pedir ayuda a un profesional. Sin embargo, muchas personas callan, terminando por ahogarse en su propia angustia.
Un ecosistema insuficiente
Las personas que no soportan a la humanidad necesitan poner una lente de aumento en aquellos puntos en los que piensan que se diferencian de los demás. De sus modas, de su falta de intelecto o simplemente de su forma de vivir. Tienen una necesidad ferviente de diferenciarse como “líderes”, ya sea de opinión, de valores o de posesiones. Para estas personas, mezclarse con otros sin juzgarlos no es satisfactorio.
De ahí, viene el desprecio absoluto por lo que hacen los demás cuando podría resumirse en un simple “me gusta” o “no me gusta”. Por el miedo a expresar una opinión con matices o puntualizaciones, lo que conllevaría una mayor exposición personal, prefieren manifestar un desprecio generalizado hacia algo.
El camuflaje en la crítica generalizada es más segura para la autoestima que una explicación verdaderamente fundamentada.
El riesgo de las generalizaciones
El riesgo de las generalizaciones es que oculta nuestra gama de emociones y, por tanto, dificulta su diferenciación. La generalización es una capa vaga, uniforme y flácida de opiniones y valoraciones que no son más que producto de nuestra experiencia personal y nuestro aprendizaje social. Son meros prejuicios hacia las personas, pero algunos creen que supone una opinión universal.
Todos estamos determinados por el medio y aún así somos seres individuales. No hace falta que nos diferenciemos del resto con la necesidad de señalar que somos únicos. Con las expresiones “esta sociedad de pocos valores”, “esa gente tan vulgar” o “merecemos extinguirnos” nadie transmite sabiduría, sino algo del vacío existencial que hay dentro de ellos respecto la sociedad. Eso es válido y humano. Pero ese sentimiento no da derecho a juzgar e infravalorar al resto de los simples mortales.
Este odio hacia la humanidad o misantropía a menudo se puede caracterizar como una desilusión con lo que se percibe como la naturaleza humana. El misántropo, esperando que los humanos asuman un ideal romántico y simplista, se enfrenta constantemente a pruebas contradictorias.
El misántropo se ve a sí mismo como distinto de la mayoría. Algunos filósofos, como Arthur Schopenhauer, ven a la humanidad como una especie fútil y autodestructiva. Sin embargo, la filosofía de los odiadores contemporáneos se lleva a cabo en foros en los que reina la impulsividad y no tanto la reflexión.
Necesitamos más miradas amables y generosas
Séneca, en su tratado Sobre la ira, sugiere que la misantropía puede mitigarse riéndonos de las debilidades de la humanidad, en lugar de resentirse por ellas. La filosofía estoica de Séneca consideraba todas las formas de ira como corrupciones de la razón y, por lo tanto, perjudiciales para el buen juicio; argumenta que el odio y la misantropía deben eliminarse para que el individuo alcance la cordura.
Por tanto, una persona que muestra su ira sobre la humanidad por aspectos tan variados como ser poco cultos, bailar reggaetón o simplemente engendrar niños no están dimensionando bien lo que ocurre. Al creerse superiores a los demás por sus gustos intelectuales, carecen de humildad y perspectiva.
En general, estamos demasiado preocupados por la justicia y la pureza, y poco por la bondad. Sin embargo, en muchos casos, la amabilidad y la generosidad suelen ser valores superiores a la justicia.