Hay personas que parecen mentir sin aparente necesidad, sin que con ello parezcan obtener alguna ganancia. Es más, lo único que hacen, vistas desde fuera, es arriesgarse a perder la confianza de quienes la rodean. Así, la pregunta es, ¿por qué?
Todo el mundo ha dicho una mentira alguna vez. Es un hecho indiscutible y del que tendrás referencia en tu memoria. De hecho, aunque dentro de tus valores morales se encuentre la honestidad como principio axiomático, es posible que aceptes mentir en algunas ocasiones. Pero, ¿qué hay de las personas que mienten sin necesidad?
En ocasiones, es complicado diferenciar a una persona que miente a menudo de otra que padece mitomanía, un cuadro en el que podríamos hablar de mentira compulsiva. Lo cierto es que el grupo de individuos del que hablamos no sufre ninguna alteración psicológica, por lo que la patología no puede ser una de las razones para su falta a la verdad. Por ello, resulta más complicado comprender sus razones, ya que no parecen tener necesidad ni origen para esas mentiras.
No obstante, y como casi todo en la psicología, existen razones que explican este comportamiento. Eso es lo que vamos a explorar en este espacio: la mentira que solo parece necesaria en la mente de quien la dice. No te lo pierdas.
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Mentira versus mitomanía
La mentira no es esencialmente mala. Se puede mentir para que una persona no descubra su fiesta sorpresa o para librarse de alguien que solo te va a traer desgracias a tu vida, por ejemplo. Es una forma de interacción social más y, como tal, es posible utilizarla con fines saludables o para hacer daño a los demás.
Por otro lado, existe el trastorno llamado mitomanía, en el que la persona miente de forma compulsiva. Aquí, las historias que se inventan no son del todo improbables, no responden a presiones puntuales y la persona sufre mucho a la hora de relacionarse con los demás.
Sin embargo, cuando esta costumbre de no respetar la verdad no responde a una necesidad o una patología, nos encontramos ante una situación absurda, en la que las personas que mienten sin necesidad siguen con sus historias. Vamos a explorar este aspecto de las relaciones humanas.
¿Qué hay en la mente de las personas que mienten sin necesidad?
No esquivan ningún castigo, no parecen más atractivos, no reciben recompensa por ello. Entonces, ¿por qué mienten? Lo cierto es que las razones existen, pero no suelen salir de la propia mente del mentiroso. Responden a diálogos internos y procesos mentales que buscan un equilibrio emocional, mejorando la autopercepción del sujeto, y que rara vez se observan si no se profundiza en la relación con él.
1. Necesidad de aprobación
Esta es una de las motivaciones más frecuentes de la mentira, pero en el caso que nos ocupa no existe una presión real del entorno para que se produzca. Es decir, el sujeto, a pesar de estar en un círculo social que le acepta y acoge, sigue sintiendo que necesita ganarse la aprobación de los demás, y para ello miente.
2. Se da importancia a los contenidos de las mentiras
Esta situación tiene más de un nivel de profundidad, así que vamos a verlo con un ejemplo. Una persona miente a sus amigos diciendo que tiene mucho dinero, contexto social en el que el estatus económico no tiene importancia. Cuando descubren que no es así, todos se sorprenden; todos tienen detrás un capital económico similar y nunca ha habido una admiración colectiva por aquellas personas que tienen más.
Sin embargo, la mentira no tiene que ver con la presión del entorno, sino con un juicio interno del propio mentiroso. Para él, tener mucho dinero es una de las facetas que hacen a alguien exitoso, y quiere ser exitoso; de esta manera miente, aunque no tenga ningún efecto fuera de su mente.
3. Sensación de falta de control
Puede parecer algo absurdo, pero las historias inventadas están bajo el control del narrador. La realidad no. Por eso, a la hora de contar, por ejemplo, una anécdota, modificarla o contarla de manera “fantasiosa”, el mentiroso toma el control de la narrativa y los acontecimientos que expone.
De esta manera se evitan detalles y hechos que podrían ir en contra de aquello que dejaría en mal lugar a una persona (según sus propios criterios).
4. La invención de hoy es la continuación de la mentirijilla de ayer
A veces, las mentiras que ya están muy alejadas de la realidad que podría mantenerlas ocultas son el millonésimo paso de aquella que se contó hace tiempo y no se puede destapar. Una cadena de mentiras que, cuanto más se alarga, más difícil es de romper.
5. Se cuenta lo que se querría que fuera verdad
Aunque parezca inverosímil, repetir una mentira muchísimas veces puede acabar convirtiéndola en verdad colectiva. Por eso, muchas personas cuentan ciertos hechos y aspectos de sí mismas reflejando aquello que querrían que fuesen en realidad. Aunque no hay necesidad de ello en la mayoría de las ocasiones, se puede ver como una forma de transformar la realidad dentro de la mente de la persona.
6. Para la persona que la enuncia no es una mentira
Al final, la realidad que sale de nuestras bocas es un mensaje que ha pasado por los filtros de la percepción física, del procesamiento mental y de la capacidad memorística. A su vez, estos procesos interaccionan con el exterior, por lo que el resultado suele estar más alejado de la realidad verdadera de lo que solemos apreciar.
Por tanto, es normal que los testimonios de dos personas diferentes sean totalmente divergentes frente a un mismo hecho. En estas ocasiones, podría parecer que estás ante una persona que miente sin necesidad, pero antes de juzgar, recuerda: hablando se entiende la gente. Es muy posible que esa incertidumbre pueda arreglarse con una conversación sincera. Al fin y al cabo, la única verdad que conocemos es la mentira común que todos percibimos a través de los sentidos.