Hay mujeres que no quieren o no saben demostrar un afecto válido a sus hijos. Si bien esto no es justificable, siempre hay razones que explican esta dura realidad. Te las revelamos, a continuación.
A veces cuesta aceptarlo, pero pocas figuras influyen tanto en la propia existencia como nuestras madres. Una vinculación segura y enriquecedora con ellas asienta las bases de parte de quien somos ahora. Sin embargo, las relaciones basadas en un apego frío, distante o incluso abusivo, trazan la marca de una herida emocional profunda.
De este modo, si hay una realidad que nos parece casi contra natura, es el hecho de que tu madre no te quiera. Pero sucede más de lo que piensas. Es posible que ella no deseara tener hijos o que, quizás, arrastrara consigo problemas que nunca trató y que terminaron impactando en ti. Sea como sea, preguntarte el porqué de ese desafecto es normal.
Indicadores del desamor maternal
Disponer de unos cuidadores nutritivos en materia de emociones y cuidados, asienta las bases del buen desarrollo cerebral infantil. Áreas como la regulación emocional o las funciones cognitivas maduran de forma óptima con dicha interacción. Esto mismo es lo que destaca un trabajo divulgado en la revista Cureus.
Ahora bien, el desamor o la frialdad afectiva en la infancia deja marca en el sistema nervioso. Ello explica la mayor vulnerabilidad al estrés o la ansiedad. Nada es tan decisivo entre los 0 y 12 años como sentirnos protegidos, validados y apreciados. Lo llamativo es que los niños suelen percibir desde muy temprano si no son amados por sus madres. Estos son los indicadores:
- Desapego emocional: en esta dinámica, la mamá no demuestra cariño físico ni verbal hacia sus hijos. Es más, menudo, en esta conducta pueden aparecer rasgos narcisistas.
- Comparaciones destructivas: comparar de forma recurrente a los propios niños con otros, y de manera negativa, genera sentimientos de inferioridad y autorrechazo que pueden durar décadas.
- Desaprobación constante: en este caso, lo que vemos es a una madre que critica e intimida a los hijos y que, en lugar de ofrecerles elogios o reconocimiento positivo, recurre a la devaluación.
- Culpa al hijo de sus problemas: una conducta frecuente es culpar a los niños de sus problemas personales, como el estrés, la falta de oportunidades laborales, la infelicidad con la pareja, etc.
- Evita el contacto físico: otro rasgo recurrente es evitar el contacto físico, el no abrazar, no acariciar, ni disfrutar de esa cercanía con sus pequeños. Esto puede ser una señal de desapego emocional muy característico.
- Negligencia psicológica: la falta de atención a los sentimientos de los niños, el no consolar, apoyar o empatizar, también traza una herida emocional profunda, además de una alteración en las bases biológicas del apego.
- Exigencias desproporcionadas: otro ejemplo lo tenemos en la madre autoritaria que impone expectativas inalcanzables en sus hijos, que coarta derechos y busca controlar la vida de los pequeños en todos los ámbitos posibles.
- Distancia intencional: evitar estar presente en momentos importantes de la vida de los niños, como eventos escolares, celebraciones o acontecimientos significativos, es una muestra evidente de desinterés y falta de amor.
Razones de por qué tu madre no te quiere
Puede que las personas que te cuidaron en tu infancia no fueran las que merecías. Gritos, reproches, críticas, desafecto… Hay madres que son incapaces de amar, y esto no solo te llena de dudas, también puede afectar al modo en que te ves. Lo primero que debes entender es el hecho de que no es culpa tuya si ella no supo quererte y cuidarte como necesitabas.
No había nada malo en ti; el inconveniente estaba solo en ella. Es muy fácil terminar dañado si convives con alguien que, tal vez, sufría algún trastorno mental.
Puede incluso que padeciera maltratos en su infancia o que, simplemente, sí te quería, pero no sabía cómo tratarte o cómo demostrártelo. Nada de esto justifica lo que viviste, pero siempre es adecuado conocer las posibles razones.
Problemas de salud mental
Quizás te parezca llamativo, pero, en la actualidad, una parte significativa de la población lidia con un problema de salud mental que no se ha diagnosticado. De este modo, si te preguntas «por qué mi mamá no me quiere», una de las respuestas podría estar en un trastorno psicológico no tratado. Te describimos, a continuación, los más frecuentes:
- Trastornos del estado de ánimo: la ansiedad, como la depresión, trazan estados muy desgastantes. De hecho, padecer estos problemas de salud mental, puede propiciar que las madres experimenten dificultades en la interacción con sus hijos.
- Trastorno límite de la personalidad (TLP): este tiene una incidencia mayor en mujeres; por lo general, en aquellas que sufrieron infancias complicadas. Es una condición que se confundía hace décadas con «personalidades difíciles» y que cursa con relaciones interpersonales complejas, emociones intensas y cambiantes, etc.
- Experiencias traumáticas no resueltas: si una mujer ha pasado por experiencias traumáticas en su vida (por ejemplo, abusos, negligencia o maltrato en su infancia), esto puede afectar su capacidad de vincularse con sus propios niños. El trauma que no se trata, suele manifestarse con frialdad emocional o incluso con maltrato, proyectando las propias heridas y frustraciones en la relación con los hijos.
Expectativas frustradas
Debes considerar otro factor, a menudo, silenciado en nuestra sociedad. Hay mujeres para quienes la maternidad no es como esperaban en un inicio. Le sobrepasa y hasta les decepciona. Tales sentimientos derivan, a veces, en un rechazo callado y soterrado hacia sus hijos. Es un hecho duro e incomprensible, pero que algunas llegan a experimentar.
Patrones de apego y crianza disfuncionales
En psicología hablamos con frecuencia de lo decisivo que resulta el apego que se construye entre la mamá y su hijo. No obstante, se nos olvida poner atención en el tipo de vinculación que esa mujer tuvo en su infancia y en cómo esta afecta a su manera de construir lazos con su descendencia. Veamos algunos ejemplos:
- Apego inseguro: si una mamá no desarrolló un vínculo emocional seguro con sus propios padres, puede tener dificultades para establecer una conexión saludable con sus hijos.
- Reproducción de patrones intergeneracionales: las mujeres que no fueron queridas o que experimentaron una crianza negligente, podrían, de manera consciente o inconscientemente, reproducir este patrón con sus propios niños.
Dificultades personales o circunstancias externas
No somos entidades aisladas, sino seres en constante interacción con su contexto social. Por tanto, es útil situar la mirada en cómo fue el entorno que rodeó a tu progenitora. Estas variables podrían explicar también ese tipo de afecto que te demostró o te demuestra aún.
- Estrés crónico: las madres que enfrentan estrés extremo, como problemas económicos, violencia de género o presiones laborales, pueden tener dificultades para ofrecer a sus hijos el cuidado emocional que necesitan.
- Falta de apoyo social: la maternidad resulta una tarea abrumadora en muchos casos, y si ellas no cuentan con una red de apoyo sólida (familiares, amigos o profesionales), es más probable que, en ocasiones, se sientan desbordadas y hasta emocionalmente desconectadas de sus hijos.
Inmadurez emocional o falta de preparación para la maternidad
Algunas mujeres, en especial aquellas que se convierten en madres a una edad muy temprana o sin planificación, no se sienten preparadas para la responsabilidad que implica atender, cuidar y amar a un niño. La maternidad forzada o no deseada puede llevar al resentimiento, lo cual, en ocasiones, se manifiesta en formas de desapego o falta de afecto.
Conflictos de pareja o familiares
Existen varios desencadenantes que pueden explicar por qué tu madre no te quiere. Uno de ellos tiene que ver con las tensiones o conflictos con otras figuras familiares. Por ejemplo:
- Proyección de resentimiento: algunas mamás tienen problemas con sus parejas. Esas desavenencias, peleas e incluso odios, harían que terminen proyectando en sus niños ese mismo resentimiento. Son realidades muy duras.
- Competencia emocional: en familias con más de un niño o niña, puede haber dinámicas de favoritismo. Esto se traduce en que algunas madres focalizan todo su afecto en el llamado «niño dorado», negando el afecto a otro.
Problemas con la autoimagen o autoestima
Existen madres que luchan durante décadas con su baja autoestima, hasta el punto de sentirse incompetentes en ese papel. Esto puede llevarlas a desconectarse emocionalmente de sus hijos, a hacer de sus inseguridades un muro que nadie puede traspasar. Son realidades que se ven con frecuencia y que resultan muy duras.
Condiciones neurológicas o cognitivas
En casos más raros, algunas mujeres tienen dificultades para demostrar un afecto sincero a sus hijos debido a condiciones neurológicas. Ejemplo de ello podría ser la alexitimia o incluso el trastorno del espectro autista (TEA).
Estas realidades clínicas pueden limitar, a veces, la capacidad de empatía o el reconocimiento emocional en las relaciones. Ahora bien, ello no significa que no sientan amor. El problema radica en que no saben cómo expresarlo o demostrarlo.
¿Qué hacer en estas situaciones?
Muchas personas, a los 30, 40 o 60 años, siguen preguntándose por qué su madre no los quiere. Es como una falta de ortografía existencial escrita con tinta indeleble. Es una impronta que no se borra. Si arrastras contigo esta misma herida, recuerda que puedes sanar esa lesión del vínculo. Te explicamos cómo.
Realizar el duelo y validar el trauma
En estos contextos, siempre es necesario realizar un duelo por la figura materna que debiste y merecías tener y no tuviste. Esto se vive como una pérdida, como algo que tarde o temprano debes procesar e integrar. Para ello, ten en cuenta lo siguiente:
- Aceptar el dolor: el primer paso hacia la sanación es reconocer que la falta de amor materno te ha causado un daño emocional. Con frecuencia, quien no se sintió amado tiende a reprimir ese sufrimiento, a aparentar que está bien. Pero es necesario validar estos sentimientos de dolor, de ira, de vergüenza y rechazo.
- Reconocer el impacto: es importante asumir que el no haber sido amado por tu mamá forma parte de tu historia vital, pero no tiene por qué definir tu futuro. En este sentido, el libro de Boris Cyrulnik Los patitos feos: La resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida (2013) te puede resultar inspirador y sanador.
- Permitir la expresión emocional: debes darte el permiso de sentir y expresar tus emociones, ya sea tristeza, rabia o frustración. Es necesario para procesar el trauma. Esto puede implicar hablar del tema con alguien de confianza, escribir sobre los sentimientos o utilizar otras formas de expresión creativa como el arte.
- Crear un futuro positivo: focalizar en construir relaciones sanas y desarrollar una identidad basada en el amor propio, la resiliencia y las conexiones auténticas con los demás puede ayudarte a superar esa experiencia.
- Separar la madre de la persona: también te puede ser útil comprender que tu mamá, como persona, tiene sus propias limitaciones, experiencias y traumas que pueden haber afectado su capacidad de brindar amor. Esto no excusa su comportamiento, pero ayuda a separar el dolor del rechazo del valor personal del individuo.
Buscar terapia psicológica
En uno de sus libros, el psiquiatra infantil John Bowlby mencionó que «el hambre del niño por el amor y la presencia de su madre es tan grande como su hambre de comida». A partir de esta reflexión, es posible afirmar que la falta de este nutriente desde edades tempranas y la presencia de un apego disfuncional, dejan marcas profundas. En este sentido, existen terapias muy válidas que tratan esta realidad:
- Terapia grupal o de apoyo: participar en grupos de apoyo donde otras personas han tenido experiencias similares, suele aliviar el sentimiento de soledad y proporcionar un espacio seguro para compartir y recibir apoyo emocional.
- Terapia centrada en el trauma: la terapia EMDR (desensibilización y reprocesamiento por los movimientos oculares) o la terapia basada en el modelo PARCUVE, te pueden ayudar a abordar esas heridas relacionadas con el rechazo materno.
- Cuidar el bienestar emocional: el sufrimiento o la impronta de un trauma puede hacer que te desconectes de sus necesidades. Practicar el autocuidado es esencial. No dudes en iniciarte en la meditación, la escritura terapéutica, el yoga o el mindfulness.
- Apóyate en tu entorno: resulta beneficioso buscar apoyo en amigos, familiares o figuras clave que te ofrezcan el tipo de conexión emocional que quizás te faltó en la infancia. Recuerda que la sangre no hace familia, es el amor el que construye el vínculo.
Reparar el concepto de «amor»
No haber sido amado/a por tu mamá como necesitabas, no significa que no merezcas afecto. Al contrario, eres alguien digno, valioso y único que se merece cariño y validación constante. Si sientes que has integrado narrativas invalidantes sobre ti, es hora de reformularlas. Mira estos consejos:
- Redefine el valor propio: en lugar de definirte en función de lo que te faltó en la infancia, aprende a verte por tus logros, cualidades y fortalezas actuales.
- Reevalúa las creencias sobre ti: el trauma de no ser amado por una mamá suele generar creencias disfuncionales. Empieza por anotar esas ideas invalidantes para reformularlas y construir una narrativa más saludable y positiva sobre ti.
- Desarrolla el amor propio: tal y como te dijimos, quien no fue cuidado y apreciado por su mamá quizás creció sintiendo que hay algo defectuoso en su persona. No es cierto y, por ello, es necesario trabajar el desarrollo de la autoestima y el amor propio.
- Reformula las expectativas de amor: aprender que el amor y la validación no deben provenir en exclusiva de la progenitora o de una fuente externa es un paso importante. Entender que puedes construir relaciones amorosas y saludables con otras personas, y que tú también eres capaz de brindar y recibir amor, conviene para superar esa vivencia.
Romper patrones negativos de apego
Por último, queremos destacar un aspecto, y es la necesidad de romper ciertos esquemas relacionales. Con frecuencia, las personas que no fueron amadas por sus madres suelen repetir patrones de abandono o desapego en sus relaciones adultas. No es algo normativo, pero ocurre. Por tanto, procura identificar esas dinámicas internas para trabajar en ellas y romperlas.
Ten a tu lado a personas que estén emocionalmente disponibles y construye vínculos sustentados en la reciprocidad y el respeto. El hecho de tener una mamá que no te quiso no significa que nadie más vaya a hacerlo. Aprende a confiar en los demás. Mereces afecto del bueno, del que repone heridas, del que te da fortalezas y te enseña tu valor como persona.
Sé mejor persona que tu mamá
Crecer y ser criado/a por una figura que no supo quererte traza una herida abismal. Es cierto que dicha vivencia te hace navegar durante mucho tiempo en el océano de los resentimientos, la ira y la tristeza. Sin embargo, siempre llega un instante en que se hace obligado avanzar, sanar y desligarte de esta narrativa de sufrimientos. Es momento de ser mejor persona que tu madre.
¿Qué significa esto? Quiere decir que necesitas darte el afecto, la validación y la compasión que ella no te dio. Rompe los patrones que te inculcó, reformula tus creencias invalidantes y cuida de esos vínculos que sí te aprecian y valoran. El amor también reside en lazos que van más allá de la figura materna y, sobre todo, en el que tú puedes darte.