Qué hacer cuando un amigo te dice que está triste

Todos hemos sido un amigo triste. Todos hemos tenido también a un amigo triste. Ahora, la gran pregunta es, ¿cómo podemos ayudarle?

Te ha pasado alguna vez. Un amigo te dice que está triste, que hoy ha sido un mal día y lo primero que piensas es en “rescatarlo”. Deseas escampar a toda costa esas brumas oscuras que lo atenazan. Hay quien traza un plan y no duda en sacar de casa a la persona triste, que pone todos sus esfuerzos en que en sus labios se dibuje una sonrisa, y desplace la atención de sus problemas hasta realidades más triviales.

Y en efecto, a veces funciona… Pero de manera efímera y temporal. Porque las tristezas no son como la suciedad que uno limpia de unas gafas para ver mejor lo que le rodea. La tristeza es como el ancla de un barco, te encalla en la costa de la pesadumbre durante un tiempo para obligarte a transitar por su isla de soledad durante unas horas o unos días.

Bien es cierto que nadie está obligado a ser un experto en esto del adecuado soporte emocional. Sin embargo, si de verdad queremos ayudar a alguien, es bueno tener a mano un pequeño manual de instrucciones, un botiquín de primeros auxilios psicológicos con el que no obstaculizar ni intensificar aún más el malestar ajeno.

Nos han enseñado desde pequeños que emociones de valencia negativa, como la tristeza, son malas y que lo mejor es no pensar en ellas. Desplazar la atención a realidades más amables.



Cuando un amigo te dice que está triste, haz lo siguiente

Decía con acierto Mario Benedetti que nunca pensó que en la felicidad hubiera tanta tristeza. De todas las emociones del espectro humano, estar tristes es algo inherente a la propia vida. Bien es cierto que nos molesta, que duele como una espina clavada en la piel, que es un peso indefinible o un vacío en el pecho que no sabemos cómo llenar. Sin embargo, es un estado normal, permisible y necesario.

A diferencia de la depresión, la tristeza es una parte más de nuestra realidad psicológica y tiene una finalidad muy clara. Nos obliga a detenernos para iniciar un proceso introspectivo con el que hallar nuevos significados. El cerebro quiere que nos colemos en nuestras caracolas de reflexión para afrontar esa decepción, esa pérdida o la última desilusión

Cuando esa emoción llama a nuestra puerta mental, no hay que levantar ninguna barrera psicológica. No hay que encapsularla ni desplazarla pensando o haciendo cosas más alegres. Ella siempre estará ahí si no la atendemos, como el mal olor de esa habitación que nunca ventilamos. Por tanto, si un amigo te dice que está triste, siempre es adecuado hacer lo siguiente.

Pregunta a tu amigo qué necesita

Cuando un amigo lidia con sus tristezas, no necesita que lo salvemos ni que resolvamos sus problemas por ellos. Evitemos también actuar sin pensar. Si bien es posible que nuestra primera reacción sea la de ir al segundo hasta su casa, preguntemos primero qué necesita. No seamos invasivos, no generemos más estrés con nuestras buenas intenciones.

Lo más adecuado es saber qué quiere ese amigo de nosotros. Por nuestra parte, es recomendable señalarle que nos tiene para lo que necesite. Procuremos que sienta nuestra comprensión, empatía y cercanía. 

Favorece el desahogo emocional

Pongamos por caso que ese amigo nos señala que sí, que necesita hablar con nosotros. En estas situaciones es bueno tener presente una vez más que nuestra labor es ser un buen soporte. No siempre estará en nuestras manos ser la solución al problema, la tirita al dolor o la respuesta a la pena que arrastra esa amistad.

  • Lo más importante para ayudar a quien transita por la tristeza es saber escuchar. Esto implica no juzgar, no explicar qué habríamos hecho nosotros en su lugar y aún menos, infravalorar el malestar de esa amistad.
  • Para dar confort mantengamos en todo momento el contacto visual. Transmitamos empatía y cercanía y comprensión.
  • Evitemos dar falsas esperanzas. Muchas veces, eso que preocupa a nuestro amigo no tiene solución. Por lo tanto, no avancemos realidades sobre las que nadie tiene control.
  • Facilitemos el desahogo emocionalcreemos un entorno de comodidad para que si la persona necesita llorar, lo haga.

Presta apoyo en las tareas, mientras se da un tiempo de soledad e introspección

Cuando un amigo te dice que está triste, es posible que pase unos días aferrado a su sofá. Entrelazado con las sábanas. O incluso deambulando por la casa, descuidando sus obligaciones. Esa desconexión y esa apatía forma parte de la propia tristeza. La anatomía de esta emoción afecta a la energía, la consume para elevar la introspección y la reflexión.

Así, durante esos días, no dudemos en prestarle nuestra ayuda para cumplir por él o ella sus tareas. No dudemos tampoco en darle algún recurso con el que facilitar el manejo de ese estado emocional.  Un diario donde pueda escribir o dibujar o incluso un libro pueden ser de ayuda.

 A veces, las personas tienden a reprimir o incluso dramatizar sus emociones en lugar de permitirse sentirlas. Esto puede entorpecer el proceso de regulación emocional.

Supervisa, la tristeza es una emoción puntual que no debe convertirse en una inquilina persistente

La tristeza, por sí misma, no es la base de un trastorno depresivo, pero forma parte de él. ¿Qué quiere decir esto? Bien, cuando un amigo te dice que está triste, lo habitual es asumir que lo suyo, será un estado transitorio, unos días de bajón que, más pronto que tarde, desaparecerán cuando la persona adopte un nuevo enfoque y recupere las ganas, el ánimo, la ilusión.

Sin embargo, si ese amigo persiste en su desánimo, en esa apatía y su tristeza está cada vez más desprovista de esperanza, debemos recomendarle que busque apoyo especializado. Un estudio de la Universidad París Descartes indica que la tristeza persistente es un síntoma central de la depresión.

Así, nunca está de más supervisar el estado emocional de esa amistad. Hagámoslo sin invadir, sin generar presión. Hagamos uso del afecto, la cercanía y la complicidad. Seamos esa mano amiga que sabe estar, pero que a la vez no duda en sostener cuando al otro le fallan las fuerzas.

Valeria Sabater.

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