Dar siempre lo mejor de ti puede ser agotador

Dar siempre lo mejor de nosotros y mostrar nuestra mejor versión puede ser agotador. De vez en cuando es recomendable adoptar una postura más conservadora. No es necesario rendir todos los días al 120 %.

Si te has acostumbrado a dar siempre lo mejor de ti, puede llegar el día en que te “rompas”. Cuando alguien lleva utilizando más recursos de los que en realidad cuenta se produce un fenómeno parecido al de una goma elástica que, durante una temporada, puede estirarse una y mil veces. Sin embargo, tarde o temprano, el desgaste es tan elevado que llega la inevitable y súbita rotura.

Vivimos en una sociedad que vende como buena la idea de superarnos. Hay que responder y actuar por encima de nuestros recursos día sí y día también. Darlo todo, ser eficaces e hiperproductivos 24/7. Bien es cierto que, en determinados momentos, la superación nos permite desarrollar nuevas habilidades personales.

También es verdad que ese ejercicio, ese esfuerzo y esa transformación es un medio para lograr metas y conquistar sueños. Sin embargo, el cerebro, al igual que el organismo, no está hecho para el sobreesfuerzo continuado. El ejercicio constante de la superación es en realidad una exposición continuada al estrés y a la demanda excesiva.



Y esto no siempre es bueno ni saludable.

Quien se obsesiona en ofrecer siempre la mejor versión de sí mismo no tolera cometer errores y deriva en autoexigencia excesiva.

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

Si hoy has dado el 100 % de ti… ¿Por qué no esforzarte un poco más mañana y dar el 120 %? Muchos gurús del mundo de la superación personal nos instan a rendir cada día por encima de nuestras posibilidades. Al fin y al cabo, como bien dicen, los límites son mentales y uno puede llegar a dónde quiera si se esfuerza al máximo. Todos estos mensajes tan cotizados y vendidos esconden pequeñas trampas.

Lo cierto es que llevamos muchos años leyendo y escuchando ideas de este tipo. Tanto es así que buena parte de la población asume que para mejorar en cualquier ámbito, ya sea el profesional, el laboral o en el aprendizaje, solo se necesita trabajar muy duro y esforzarse al máximo. Olvidamos que en esta variable también deben integrarse el descanso y el autocuidado.

Más aún, la necesidad de dar siempre lo mejor de nosotros mismos es también una forma de boicotearnos. Está bien hacerlo en determinados momentos. Pero quien aplica esta regla de manera obsesiva cae en la autoexigencia, en la necesidad dañina de ofrecer siempre la mejor versión, de hacerlo todo de manera impecable, sin permitirse un fallo.

No siempre podemos tener todo lo que queremos ni ser quien deseamos. Aceptar que somos falibles y humanos es lo que nos acerca al equilibrio y bienestar.

El peligro del alto rendimiento: los demás se acostumbran a que puedes con todo

Es posible que pertenezcas a ese perfil de alto rendimiento que procura dar un 200 % en cada cosa que hace. Puede que seas hiperproductivo, muy exigente contigo mismo y hasta la persona más solícita y disponible del mundo para quien lo quiera y necesite. Lo das todo por cualquiera, por tu trabajo y dejas tu sello de excelencia en cada cosa que haces.

Ahora bien, el problema de dar siempre lo mejor de ti es que los demás se han acostumbrado a esa cuota de esfuerzo. No esperan menos de ti. Y las expectativas que ellos tienen hacia tu persona es otro elemento de presión incuestionable para tu cerebro. No solo está esa exigencia férrea que te marcas tú mismo (la interna), además se le añade la social (la externa).

Tener que superarte, que esforzarte por encima de tus recursos y posibilidades casi cada día es una forma de sufrimiento silencioso que no admites hasta que llegas al límite. Hasta que te rompes. Es más, una investigación de la Universidad Curtin indica que esa forma de autoexigencia cursa con trastornos de ansiedad. 

No dar siempre lo mejor de ti también está bien

No todos los días hace sol. No siempre se logra un diez en matemáticas. A veces nos rechaza la persona que nos gusta y hasta tropezamos tres veces en la misma piedra. Los días grises existen y la lluvia también es necesaria, como lo es permitirnos ser falibles. No dar el 200 % de nosotros mismos en cada momento y circunstancia es un ejercicio saludable; aunque muchos piensen lo contrario.

Somos personas, organismos que necesitan conservar su energía y no actuar cada día y a cada hora por encima de sus recursos. Es más, ese tipo de desempeño ni siquiera es posible en el mundo de la tecnología. También nuestros móviles y nuestros ordenadores tienen un límite, necesitan cargar energía y que hagamos un buen uso de ellos para que tengan una vida útil.

¿Por qué no hacemos lo mismo con nosotros? No dar siempre lo mejor de ti también está bien. Hay días en que tu energía solo alcanza el 50 % y esto es permisible. Puede que mañana puedas ofrecer un 110 %, pero no hoy. Entender que tenemos límites y que hay que respetarlos también es salud.

La necesidad de redefinir la superación personal

La superación personal tiene un objetivo y es mediar en nuestra felicidad, no en nuestro sufrimiento. Esforzarnos, dar lo mejor de nosotros mismos en un momento puntual para alcanzar una meta o superar una dificultad es lícito y necesario. Sin embargo, intentemos no vivir con la presión de ir siempre un poco más allá de lo que ya somos o tenemos.

La obligación constante de superación nos aboca a vivir en el vacío de la insatisfacción. También a sentirnos mal con nosotros mismos por no haber rendido hoy por encima de nuestras posibilidades.

Empecemos a sentirnos un poco más libres de tanta presión por ser superhombres y supermujeres. Somos humanos, a menudo imperfectos, falibles y merecedores de tiempo de descanso y autocuidado.

Valeria Sabater.

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