Nunca imaginé que dos semanas pudieran estar llenas de tantos altibajos.
Pero después de pasar 13 días en una autocaravana, aprendí exactamente eso.
En octubre, viví y viajé en una furgoneta RamPromaster de siete metros cuadrados, atravesando seis estados y recorriendo casi 5.000 kilómetros.
Era un viaje con el que soñaba desde hacía años. Pasé las semanas y los meses previos sumergiéndome en las vidas de otros nómadas, navegando por TikTok, enamorándome de las publicaciones de Instagram y mirando vídeos de YouTube.
Me imaginaba dos semanas llenas de naturaleza remota, vistas impresionantes y una caravana ordenada a la que llamaría hogar.
Aunque encontré cada una de esas cosas, hubo muchos momentos a lo largo de mi viaje en los que esa visión estaba lejos de la realidad.
Por ejemplo, mi furgoneta era a menudo un auténtico desastre. Y cuando el cansancio de horas de conducción se apoderó de mí, dejé de buscar un lugar bonito para aparcar y me conformé con los aparcamientos.
Aunque se cumplieron muchas de mis expectativas, la realidad es que la vida en autocaravana no es únicamente el glamour que se ve en las redes sociales.