Nuestro organismo siempre regula las emociones. Por ello, cuando un evento te saque de la neutralidad, tu organismo te llevará de vuelta al equilibrio. ¡Descubre en este texto la interesante teoría del proceso oponente!
¿Alguna vez has escuchado esa idea de que todo llega y todo pasa? Pues bien, existe un modelo teórico que explica esto con mayor detalle. La teoría del proceso oponente sostiene que, cuando un evento o estímulo despierta en nosotros una emoción, esta, con el paso del tiempo, da lugar a otra emoción contraria o antagónica.
Es una situación que se produce debido a que nuestro organismo está diseñado para regularse y crear un equilibrio emocional. Por tanto, puede conducir a que los momentos de felicidad tengan un límite o a que aquellos instantes que nos entristecen se vean disipados por emociones positivas. Continúa con esta lectura para que conozcas más detalles.
Teoría del proceso oponente
Esta propuesta fue elaborada por los psicólogos Richard Solomon y John D. Corbit, en 1978. Para formularla, tomaron como base el modelo del fisiólogo Ewald Hering sobre la percepción visual humana. La conexión radica en la idea de que el cerebro procesa información sensorial en términos de dimensiones opuestas.
De seguro, en alguna ocasión comprobaste que, tras ver por largo tiempo una imagen de un color, cuando desvías tu mirada a un fondo blanco, percibes de inmediato el color opuesto al primero. Esta es la base de la teoría de los colores oponentes de Hering y es la que Solomon y Corbit adaptaron al campo de la motivación y las emociones.
Aunque el nombre de la teoría resulte abstracto, la propuesta es sencilla: a cada emoción que experimentamos le sigue otra de signo opuesto. Es decir, si un evento nos produce placer o felicidad, pronto se activará en el organismo una respuesta compensatoria de displacer. Y viceversa.
Por ejemplo, si experimentamos una emoción de valencia negativa, como la tristeza o el miedo, nuestro cerebro activará un proceso oponente que trabajará para contrarrestar esos sentimientos negativos y restablecer un estado de equilibrio emocional.
Dado que las personas son propensas a experimentar sensaciones positivas y placenteras y tratan de evitar aquellas negativas o desagradables, el organismo plantea un proceso que lo que busca es el equilibrio. Por lo mismo, si en un momento algo nos genera una emoción de determinada polaridad, se desencadenará una reacción contraria que nos devuelva la homeostasis.
¿Cómo funciona?
Hay varios principios que se cumplen para dar lugar a esta teoría, los cuales enlistamos en seguida:
- La respuesta a los estímulos sigue un patrón bifásico. Es decir, en una primera fase surge una emoción determinada (A), que nos saca de la neutralidad y va cogiendo intensidad. En cambio, en una segunda fase, aparece la emoción de polaridad contraria (B).
- La primera emoción que se desencadena va perdiendo fuerza de modo progresivo, a medida que estamos expuestos a ese estímulo.
- La emoción contraria aumenta al mismo ritmo que la primera decrece, logrando contrarrestarla y devolviéndonos el equilibrio.
- Una vez que se retira el estímulo que despertó la respuesta, la emoción primera cesa. No obstante, la segunda (derivada del proceso oponente) permanece un tiempo antes de alcanzar de nuevo la neutralidad. Esto se conoce como postreacción afectiva.
Como ves, las emociones negativas y positivas se regulan entre sí, lo cual es de bastante utilidad. Tengamos en cuenta que una emoción, en su vertiente adaptativa, es una breve señal que nos indica que algo relevante sucede, pero no debe permanecer activa por mucho tiempo una vez ha entregado su mensaje.
Por ejemplo, pensemos en el estrés intenso y sostenido en el tiempo. Si se presenta en un momento puntual, por decir, ante un peligro que nos ayuda a afrontar, es algo beneficioso. Por otro lado, cuando se vuelve crónico, destruye nuestra salud física y mental.
Para ayudar a regular la activación que nos producen las emociones es que actúa el proceso oponente, contrarrestando y permitiéndonos recuperar el centro.
¿En qué contextos aplica?
Esta teoría puede verse en funcionamiento en multitud de situaciones cotidianas. Por ejemplo, cuando disfrutamos viendo películas de terror o montando en una montaña rusa, lo hacemos por las emociones positivas que el proceso oponente desencadena en respuesta al miedo inicial.
De igual manera, tras una noche de tragos en la que nos sentimos eufóricos y desinhibidos, solemos experimentar mañanas de resaca, apatía y sentimientos depresivos. O cuando volvemos de unas vacaciones (en las que nos sentimos en especial relajados y felices), experimentamos una depresión postvacacional.
Incluso, hay quienes sienten una tristeza inexplicable después del sexo, pues la intensidad del placer da paso a una fuerte emoción contrapuesta. Ahora bien, hay ciertos eventos y situaciones en los que se ha estudiado con mayor profundidad el funcionamiento del proceso oponente, de los cuales te exponemos algunos.
Adicciones
Las adicciones son campos en los que la teoría del proceso oponente cobra más relevancia. De hecho, en un artículo de la Revista Electrónica de Psicología Iztacala se plantea que dicha teoría permite explicar fenómenos como la tolerancia y la abstinencia.
Tengamos en cuenta que consumir una sustancia produce en un primer momento una emoción placentera, seguida después por otra desagradable. Para volver a experimentar placer, vuelve a consumirse la sustancia. Y cuanto más se repite esta acción, más se fortalece el proceso oponente. De este modo, el efecto positivo es cada vez menor y el negativo cada vez más intenso y duradero.
Al respecto, cabe añadir que en un artículo de la revista Current Directions in Psychological Science se encontró que, en las adicciones, el proceso oponente se activa en asociación al ambiente en el que la persona por lo general consume la sustancia. De este modo, incluso cuando se administra un placebo, la reacción opuesta a la generada por la droga aparece.
Por el contrario, si se cambia de entorno, esa respuesta surge en mucha menor intensidad, tal y como si fuese un primer consumo. Con esto en mente, aplicar técnicas de extinción que anulen la asociación entre el ambiente de consumo y dichas reacciones puede ayudar a prevenir y tratar las adicciones.
Deportes de riesgo
Muchas personas disfrutan al practicar deportes de riesgo que, en su base, producen miedo (una emoción que en teoría desearíamos evitar). Esto se da debido a que estas personas adoran el placer que se siente al finalizar y que es orquestado por el proceso oponente.
Además, como mencionábamos con antelación, la presencia de la emoción A decrece a medida que aumenta la emoción B, de forma que, con cada práctica, la actividad se disfruta más. Por ejemplo, los paracaidistas expertos experimentan menos miedo y ansiedad antes de saltar y más placer al aterrizar que los principiantes.
Procesos de duelo
Por último, esta teoría también puede ayudarnos a comprender el duelo que le sigue a la pérdida de un ser querido. Esa persona amada despierta en nosotros emociones positivas y agradables, pero su marcha nos genera un estado opuesto. Cuanto más profunda y duradera haya sido la relación con la persona, más intensa será la emoción negativa secundaria y más tiempo durará.
La teoría del proceso oponente nos retorna al equilibrio
Conocer la teoría del proceso oponente nos ayuda a comprender por qué en ocasiones nos gusta sentir miedo, por qué nos deprimimos al volver de unas vacaciones o por qué duele tanto esa ruptura de pareja. Además, también tiene efectos prácticos y psicoterapéuticos.
En cualquier caso, recordemos que el organismo siempre tiende al equilibrio. Y que, si hay algo que ahora mismo te aparta de la neutralidad emocional, esto no durará para siempre.