¿Sabes qué es el dolor social? 7 signos para reconocerlo

El dolor social también se experimenta cuando compartes vida con alguien que no te ve, que no te respeta o no te tiene en cuenta. Esta forma de sufrimiento tiene un gran impacto, tanto físico como psicológico.

Dicen que el dolor social es el lamento invisible y sin voz de nuestra sociedad. Es el grito de auxilio que nadie escucha y que experimenta quien se siente excluido, intimidado o apartado de un grupo. También define el sufrimiento de quien pierde un vínculo significativo. Esa forma de rechazo o pérdida interpersonal es algo que todos hemos experimentado alguna vez de un modo u otro.

En la literatura psicológica nos encontramos este término con frecuencia. Pocas experiencias humanas suscitan tanto impacto en la salud mental y física como esa forma de soledad y aislamiento. La padece el niño que no se integra en clase, la persona que suscita rechazo y desconfianza por su raza y también el joven que es atacado por su identidad sexual.

Sin embargo, en los últimos tiempos también hemos descubierto otra forma de dolor social: el distanciamiento. Existen muchos tipos de vivencias que derivan en este tipo de congoja emocional que, en muchos casos, puede derivar en más de un trastorno psicológico. Lo analizamos.



“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”.

-Jorge Luis Borges-

Puedes estar sufriéndolo y no saberlo

No hay fármacos para el corazón roto ni tiritas para el hijo que no se siente amado ni Betadine® que alivie la herida de la joven que ve cómo la critican y humillan en su cuenta de Instagram o Facebook. El dolor social genera un sufrimiento muy similar al de una quemadura o un golpe físico. Y no lo decimos nosotros, lo evidencia la investigación científica.

Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de la Academia de Ciencias de China, nos revelan algo importante. El dolor social causado por las interacciones interpersonales negativas genera también dolor físico. El cerebro procesa estas dos experiencias de la misma manera, apareciendo una superposición de los circuitos neuronales.

Si esto es así se debe a un hecho que no podemos perder de vista. La vida social, el disponer de vínculos emocionales enriquecedores y formar parte de un grupo en el que sentirnos integrados, ha favorecido nuestra evolución y supervivencia. Somos criaturas sociales que necesitan de una interacción positiva para sentirnos bien, seguros y hasta realizados. Si esto falla, aparecen el estrés y la angustia.

¿Cómo reconocer el dolor social?

De este modo, no podemos dejar de lado el hecho de que esta realidad se experimenta de múltiples maneras. Podríamos estar lidiando ahora mismo con esta experiencia y ser del todo conscientes. Profundizamos en ello.

1. El culto a la imagen y el dolor social

El dolor social es una realidad muy común entre la población joven. Vivimos en una sociedad en la que el culto al cuerpo perfecto es una constante y en esa fórmula inflexible no caben las personas reales.

Cuando la mente del adolescente o del adulto joven sitúa toda su atención en el aspecto físico y se concibe con un cuerpo “no normativo”, se siente excluido. Es más, en ocasiones, si ellos no lo piensan es el entorno quien les convence de ello. Las personas que les rodean actúan muchas veces como agentes que excluyen. Las secuelas de estas dinámicas son inmensas.

2. La exclusión en nuestros escenarios de estudio y trabajo

El acoso laboral y el bullying constituyen una forma muy usual de dolor social. Se experimenta algo más que rechazo y exclusión. La persona sufre el peso de acciones humillantes y ofensivas que minan la identidad, la autoestima y la visión que tenemos de nosotros mismos.

Cuando una o más personas hostigan a una tercera de manera reiterada, generándole miedo, inseguridad y sufrimiento, esas secuelas dejan marca permanente. El dolor social se transforma muchas veces en estrés postraumático.

3. El miedo al rechazo a raíz de los traumas de infancia

Temor a no ser amados, miedo a no ser aceptados, a no gustar o no ser comprendidos. Si hay un pegamento social de gran poder y relevancia es la confianza y la percepción de que somos queridos. Es lo que necesita todo niño de sus padres, lo que esperamos de nuestros amigos y lo que queremos de nuestras parejas.

Sin embargo, hay quien tras haber sufrido una falta de apego saludable con sus progenitores en la infancia, hace del miedo al rechazo o abandono una constante. El dolor social se convierte entonces en esa espina que no pueden arrancar de su corazón.

4. La soledad en la pareja o en familia: estás a mi lado, pero no te siento

Hay una forma de soledad que se vive de manera especialmente dolorosa. Nos referimos a la que surge al lado de una pareja que está a nuestro lado, pero que no nos ve. Dolor social también es experimentar soledad al lado de una familia que no nos tiene en cuenta.

La soledad y el frío emocional fruto de compartir vida con figuras que no nos ven, respetan o tienen en cuenta es una fuente de su dolor social con un gran impacto para la salud psicológica.

5. La discriminación en todas sus formas y el dolor social

La discriminación por sexo, raza, cultura, religión o incluso por edad conforma otro tipo de amenaza que socava nuestro equilibro y bienestar. Esta es una realidad que se experimenta cada día y a la cual, no prestamos la suficiente atención.

6. La falta de conexión social

La complicidad, las risas, la diversión o la ilusión al hacer planes y compartir tiempo no son posibles si no hay conexión con los demás. Además, cuando al ser humano le falta este tipo de conexión, el cerebro sufre. Así, en el caso de las personas de edad avanzada o con trastornos psicológicos previos, el impacto es mayor.

7. La falta de sentido y el vacío existencial

Sentir que el mundo que nos rodea es caótico, vacío, falso y sin sentido tiene un coste. Percibir ese vacío existencial que todo lo pone en duda y que a nada le halla ilusión o trascendencia tiene consecuencias. Cuando el ser humano experimenta angustia ante una sociedad en la que le cuesta encajar o comprender también sufre dolor social.

Para concluir, es muy probable que todos hayamos experimentado en algún momento estas sensaciones. Es un hecho común. Sin embargo, como decía el escritor Stefan Zweig, toda ciencia viene de dolor. Todos podemos aprender de estas realidades para mejorarlas, para crear relaciones y entornos más nutritivos emocionalmente donde exista el respeto, el aprecio y la consideración.

Valeria Sabater.

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