Es lógico que después de dormir poco nos despertemos sin saber cómo nos llamamos y deseosos de abrazar la cafetera como si no hubiese nada más en el mundo. Sin embargo, que la sensación sea muy similar al dormir mucho sí que resulta raro. Las famosas curas de sueño a las que nos queremos someter a veces después de una semana dura no suelen dar lo que prometen. Nos levantamos con dolor de cabeza, picor en los ojos, las piernas pesadas… ¿cómo es eso posible?
La clave está en que, para ciertas cosas, nuestro cerebro es bastante cuadriculado. El sueño, como otros procesos fisiológicos, sigue patrones de 24 horas conocidos como ciclos circadianos. Cada día dormimos y nos despertamos más o menos a la misma hora. O, al menos, así debería ser.
Cuando dormimos poco, el cerebro entra en conflicto, porque se rompen los ciclos circadianos. Y la realidad es que al dormir mucho también los estamos rompiendo. Nuestro objetivo es descansar, pero el resultado es totalmente el contrario. Esa es la causa principal por la que nos despertamos tan cansados, aunque también hay otras.
No vuelvas loco a tu cerebro
Los ritmos circadianos los controla una región del cerebro conocida como núcleo supraquiasmático. Este actúa con base en las señales que le llegan a través de la retina. Cuando entra luz, interpreta que es de día y, por lo tanto, debemos estar despiertos. En cambio, si no entra luz, se supone que es de noche, por lo que comienza a liberarse melatonina, una hormona que nos ayuda a conciliar el sueño.
Además de los patrones de luz, nuestro cerebro puede moldearse ligeramente según nuestros hábitos. Si cada día nos levantamos a las 8 de la mañana, esa será la hora a la que nuestro cuerpo se prepare para despertar, aunque se haga de día un poco antes. Ahora bien, si un día nos levantamos a las 11 de la mañana, ya es imposible que se moldee tanto.
Nuestras células empiezan a gastar energía aproximadamente a las 8, porque es a lo que están acostumbradas. Pero nuestro cerebro sigue pasando por las fases del sueño. Esto genera una contradicción que se manifiesta a través de un cansancio muy parecido a la resaca. De hecho, se parece tanto a ella que los médicos conocen ese efecto de dormir mucho como embriaguez del sueño.
Otras causas por las que dormir mucho cansa tanto
El sueño consta de fases conocidas como REM y no REM. En la fase REM el cerebro está mucho más activo. De hecho, es la fase en la que se producen los sueños. Por su parte, la fase no REM consta de otras 4 fases: una de paso de la vigilia al sueño, otra de sueño ligero, una tercera de relajación y finalmente una de sueño profundo, que antecede a la fase REM. La sucesión de esas fases conforma un ciclo completo, que de media suele durar unos 90 minutos. Una persona, por lo general, pasa por 5 ciclos a lo largo de una noche, con microdespertares de los que no somos conscientes entre uno y otro.
Sin embargo, al dormir mucho encadenamos más ciclos del sueño. Esto lleva a que, en vez de despertarnos al final de un ciclo, como suele ocurrir con normalidad, podamos hacerlo a mitad. Quizás incluso en medio de una fase de sueño profundo. Por ese motivo, nuestro cerebro, de nuevo, entra en conflicto y nos sentimos más cansados.
Las consecuencias de dormir mucho, más allá del cansancio
Existen numerosos estudios que señalan que dormir mucho puede provocar problemas de salud como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, otros estudios recuerdan que no se puede saber qué produce qué. Es decir, ¿dormir mucho produce estas enfermedades o estar enfermos nos hace dormir más?
Es algo que se debe seguir estudiando. Sea como sea, lo que está claro es que dormir mucho no es tan reparador como nos gustaría creer. Cíñete a las 7-9 horas recomendadas o, como mucho, en casos extremos, llega hasta las 10. Pero no vayas más allá. Sobre todo, intenta que tus ciclos sean constantes. Si no lo haces será totalmente contraproducente.